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Siria y España, un extraño encuentro

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Escribía en el Año de Nuestro Señor de 2014 mi amigo el brillante historiador Manuel Chacón un artículo referido a las relaciones entre Siria y España con un clarividente título: “Un extraño encuentro” (1). Y mal que bien, quizá es lo que mejor defina las relaciones entre Siria y España a lo largo de la historia.

Y es que si uno habla de las relaciones entre Siria y España, automáticamente pensará en el islam, máxime en Andalucía. Porque a los andaluces se nos ha dicho desde el romanticismo, con la consiguiente politización en el último cuarto del siglo XX (y lo que te rondaré, morena), que toda nuestra cultura proviene del islam y que unos malvados cristianos norteños nos privaron de aquel paraíso.

Empero, nos han inoculado un indigenismo un tanto extraño, puesto que se nos dice que lo “indígena”, lo “puro”, lo “autóctono” andaluz es oriental o africano, pero es que resulta que nuestra tierra ni está en Oriente ni está en África.

Y es que en Oriente y en África se podría ser indigenista frente al islam, pues como me recordaba hace tiempo mi amigo David Tawfik (2), los nativos de la tierra de los faraones son los coptos, cristianos de cultura mediterránea que fueron invadidos por unos árabes musulmanes a los que ellos siempre consideraron bárbaros. Lo mismo podríamos decir de otras comunidades cristianas de Próximo y Medio Oriente no tan numerosas como los coptos, mas no podemos decir lo mismo desde Marruecos a Libia, puesto que la cultura cristiana y romana del Magreb fue aniquilada, siendo que no se han pedido ni responsabilidades ni perdones, ni por ello ni tampoco por haber asolado las costas ibéricas durante siglos, ni tampoco por haber esclavizado a mansalva a cristianos europeos.

No obstante, no procuremos encontrar la lógica donde no la hay; “limitémonos” a desenmascarar la estafa “cultural” e ideológica del asunto.

Porque, si hablamos de las relaciones entre España y Siria, podríamos remontarnos a los fenicios, los mismos que también anduvieron por las costas italianas, francesas (en menor medida) y norteafricanas. O también podríamos remontarnos a cómo en los romanos y visigodos tiempos (echemos un milenio al asunto, como poco), sirios y griegos rivalizaron en pujanza comercial en nuestra Piel de Toro. «Comunidades migrantes» se les diría en nuestro tiempo, o algo así.

De hecho, concretando entre los siglos VI y VII, cuando el dominio bizantino de Spania (que en las Baleares se prolongaría hasta el siglo X prácticamente), aparte de helenos también vinieron sirios y armenios, entre otros.

Pero esos sirios no interesan, porque no son válidos para vender un turismo exótico ni para esbozar un hecho diferencial contra el resto de España.

De hecho, si los árabes y bereberes que conquistaron España hubieran sido cristianos, no despertarían la mayor atención ni de románticos ni de progres, pues no servirían para sus propósitos, como no sirven los godos.

Hemos aquí una de las muchas pruebas de que Al Andalus no es más que un fetiche arrojadizo contra España que, si bien fue pintado de rosa por los románticos del XIX y politizado en el siglo XX y hasta hoy, no es más que una prolongación del acervo negrolegendario que pesa sobre España en particular y lo hispano en general.

Cuando Al Assad vino a España a principios de este siglo, todavía había fluidas relaciones comerciales y lo llevaron a Medina Azahara, la que fue destruida por los propios musulmanes. Y eran los tiempos de Aznar, el que después se retrataría en las Azores. A día de hoy nadie lo recuerda y todo nos parece muy extraño. No en vano, el mundo está patas arriba. Pero yo sigo insistiendo en que el andalucismo/al-andalusismo (3) es un problema cuyas mentiras y alienaciones están yendo demasiado lejos, desvinculando a Andalucía de su propia e importante historia como “Castilla Novísima” y puerta del Nuevo Mundo.

NOTAS

(1)Véase:

https://www.diariocordoba.com/opinion/2014/01/10/extrano-encuentro-37301353.html

(2) Véase mi charla com David Tawfik:  

(3)Sobre este particular, recuérdese:

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