Unas vacaciones al país natal en familias que viven a caballo entre España y Cuba se han convertido en una pesadilla para Mónica, Salvador, Doris y Hortensia de la Caridad, o Lisbeth. Y tantos otros. La crisis desatada en todo el planeta por el coronavirus ha dejado varados a cientos de miles de personas, muchos de ellos españoles que estaban de turismo, o trabajaban temporalmente fuera, o ampliaban estudios. Otros son residentes en España que se desplazaron circunstancialmente y ahora no pueden regresar.
El Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación ha asistido a más de 26.000 españoles desde el inicio de la pandemia y ha
fletado medio centenar de vuelos de repatriación. Más de 8.500 españoles han sido repatriados directamente con la colaboración de la red de embajadas y consulados, según un comunicado del Ministerio de este jueves.
Según esta nota, «los vuelos de repatriación son para facilitar retorno de españoles que carecen de alternativas para abandonar el país; se
encuentran en situación de especial vulnerabilidad; turistas (por tanto, que no tienen infraestructura ni apoyo familiar para permanecer en el país) o residentes en España que tengan que regresar por fuerza mayor».
Desde La Habana ha llegado un vuelo este viernes a Madrid, uno de los primeros cuyos viajeros han de respetar la cuarentena obligatoria desde este 15 de mayo a todo el que entre en España. Eran trabajadores de varias empresas españolas en Cuba, sobre todo del grupo Meliá, a quienes su compañía dio la salida que les negaba el gobierno español.
En el caso de Cuba, al contrario de lo ocurrido en otros países, han quedado excluidos los cubanos residentes en España, incluso los que
tienen residencia permanente en nuestro país. Sin excepción.
El niño sí, la madre no
Hay casos que llegan al alma. O que parecen surrealistas. Bruno es un niño despierto y grande para su edad. Cumple tres años en verano y está ahora en La Habana con su madre, Mónica Lugo, una cubana de 32 años, con residencia y trabajo en Ibiza, un empleo en la limpieza del ayuntamiento de Santa Eulalia cuyo contrato terminó a finales de marzo y que probablemente ya no renovará.
Su padre, Salvador Melero, de 40 años, del que está divorciada Mónica, lleva mal la separación de su único hijo y no entiende que las
autoridades españolas no le ayuden. «Mi hijo de dos años no puede volver solo de Cuba sin su madre», clama Salvador desde Ibiza.
Para Bruno había plaza en el vuelo que sale de La Habana este domingo, pero no para su madre, Mónica, por no ser nacional, sino residente en España. A pesar de ser madre de un menor español, que no puede volar solo.
Mónica, que lleva cuatro años viviendo en Ibiza, llegó a La Habana el 27 de febrero y tenía vuelo de vuelta para el 27 de marzo. Entonces las autoridades cubanas exigieron en el último momento un permiso de salida y no pudo regresar a España como tenía previsto.
Mónica Lugo y su hijo Bruno Melero.
Informó al consulado español de su situación y fue entonces cuando inscribieron a Bruno, como ciudadano español, como solicitante de vuelo de regreso. Mónica aclaró que ella era residente y tenía que volver con su hijo. Logró el permiso del gobierno cubano. Los cubanos con residencia en España que lo han solicitado ya lo tienen.
Más tarde se enteró de que el gobierno español había avisado por las redes sociales de un vuelo el 31 de marzo, del que no le informaron
cuando estuvo en el consulado al no poder embarcarse el 27. La conexión a internet en la isla dista mucho del acceso que tenemos en España.
Desde entonces, no ha parado de escribir correos electrónicos al consulado en demanda de información sobre vuelos. Finalmente anunciaron
que este 17 de mayo saldría un avión de Iberia.
Primero hubo una gran alegría entre todos los varados en Cuba, pero luego muchos se quedaron desconcertados. Primero le enviaron un correo electrónico de confirmación. Ella dedujo que los dos tenían plaza, pero al contactar con Iberia se dio cuenta de que ella no tenía plaza. Bruno, sí.
«(El jueves) fui al consulado y expliqué de nuevo el caso. El funcionario español me dijo que no puedo volar porque no soy ciudadana
española y el vuelo es solo para españoles. El niño sí puede volar. Pero tiene dos años… Es una locura», explica Mónica, desde La Habana, donde se las puede arreglar de momento porque tiene familia allí.
«Mi hijo no podía montar solo en ese avión. Son nueve horas de vuelo. No tenía opción. Tuve que sacarlo de la lista», añade. Como el niño es menor de tres años, Mónica tiene la custodia pero Salvador está muy implicado en el cuidado de Bruno.
Si no sucede nada en estas horas, Mónica ha de esperar al menos hasta el 1 de julio. Es mucho tiempo sin trabajo y lejos de un padre, que sueña con ver a su hijo. Bruno tiene un problema de salud, que requiere atención médica especializada. Tuvo una bacteria en la cadera. Empezó a cojear y no podía moverse bien. Lo trasladaron a Palma y allí lo operaron dos veces. Estudian si padece inmunodeficiencia.
Estas circunstancias inquietan a Salvador Melero, su padre. Sabe que la sanidad cubana no es lo que el régimen castrista vende en el exterior. «A un menor se le debe dar prioridad. Pero si su madre no puede venir, ¿cómo va a venir solo? Incluso me he ofrecido a ir en el vuelo que va hacia La Habana para traérmelo, pero ni me contestan. Solo responden con generalidades», afirma Salvador.
«No pido para mí. Pido por mi hijo, que es español. Han dejado tirado a un niño español. Y a mucha más gente», añade el padre de Bruno, muy decepcionado con la clase política. «Nos piden que nos confinemos, que nos abrochemos el cinturón, pero cuando los necesitas, ¿dónde están?».
Tiene claro que el gobierno no puede poner un vuelo para cada español. Es lo que dijo la ministra, Arancha González Laya cuando explicó los criterios de estas operaciones de ayuda al regreso de españoles en el exterior en esta crisis del coronavirus. «Pero si no puede volver un niño español, y una residente, que es su madre… no entiendo los criterios».
Lisbet es otra cubana con residencia en España, forzada a separarse de sus hijos, que están en Ibiza. Iba a regresar a Ibiza el 19 de marzo
pero su vuelo se canceló y sigue varada en La Habana, ya sin fondos para comprar un billete.
Lleva casada nueve años con un español. No le han dado plaza en el vuelo del domingo porque no es ciudadana española. No sabe cómo va a aguantar tanto tiempo. Tan lejos de sus hijos, de su vida.
La hija sí, la madre no
Doris Teresa Regal Cañadilla, de 38 años, tiene la doble nacionalidad, española y cubana. Lleva más años en España, a donde llegó con 16 años, que en Cuba, donde nació. Estaba en La Habana cuando estalló la crisis del coronavirus y el gobierno español declaró el estado de emergencia.
Lleva allí dos meses y cuatro días, desde el 12 de marzo. Lo cuenta jornada a jornada porque no le queda ni para comer. Vive en la casa que
aún conserva su familia, pero no tiene allí ya parientes ni nada más que esa casa. Está con su madre, Hortensia de la Caridad, y su hijo Dylan Gustavo, de un año, con quienes vive en Santa Cruz de Tenerife.
«No tenemos pañales, ni alimentación apropiada para el niño.. Vamos a perder el calendario de vacunas. Mi hijo es español, nacido allí. Y yo
soy cubano-española. Nosotros podíamos subir a ese avión del domingo, pero mi madre, de 64 años, con residencia permanente en España, que depende de mí, no puede. Y no voy a dejarla atrás», señala Doris, en conversación telefónica desde La Habana. Su madre está a punto de recibir la nacionalidad española.
Asegura que cuando salió de Tenerife allí no se daba relevancia a los contagios por coronavirus. Tan solo quería estar en La Habana diez días.
Su madre, Hortensia de la Caridad Cañadilla, está operada de cáncer de mama, y también padeció una metástasis. Necesita una medicación, Manidon, por los problemas cardiacos derivados de los efectos secundarios de los tratamientos. Este medicamento no puede encontrarse en Cuba y ya lleva semanas sin tomarlo.
«Cada vez que pregunto en el consulado me responden que solo viajan nacionalizados. Pero mi madre vive con nosotros y tiene residencia
permanente. Cada dos años venimos para no perder la nacionalidad cubana», apunta Doris.
En Tenerife tiene un negocio del que se ocupa una amiga, pero corre el riesgo de perderlo. Y sigue pagando impuestos.
Confiesa que están comiendo gracias a Jesús, una persona que está en el Habana Libre y le facilita alimento cada día. Pero se va el domingo 17 en el vuelo de Iberia. No sabe qué hará después.
Entre lágrimas nos dice: «Por favor, les pido a las autoridades españolas que tengan un poco de humanidad, que se pongan en mi lugar.
¿Cómo voy a dejar a mi madre aquí atrás y sola?»
De momento los hemos dejado atrás. ¿Está el trámite por encima de la fuerza de los hechos? La nacionalidad debería ser algo más que un
documento, tendría que reflejar la realidad, más en tiempos de coronavirus, y lo cierto es que estas personas tienen su vida en España.
Cono siempre el veneno implicito