«…la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor…»
-Rubén Darío, «Oda a Roosevelt»
Yo no estoy en un lecho de rosas,
pues no reconozco más lecho
que la dura y ruda tierra,
cuya aspereza me bebo,
siendo el rocío de los olivos,
signo de refresco y alimento,
suavidad ante la aspereza,
con el frío, también tormento;
y ante el calor todopoderoso,
una lágrima de poético sustento.
Yo no estoy en un lecho de rosas,
sino en el nervio de un café tempranero.
Yo no estoy en un lecho de rosas,
yo estoy en un telúrico contexto,
firme ante las encinas y los garrotes,
mientras corren liebres y conejos;
pujando los pimpollos con las nubes,
ante la mirada de un atento bodeguero.
Yo no estoy en un lecho de rosas;
estoy en los sones criollos y negros,
que entre componentes orientales y
barrocos me empujan hacia el flamenco.
Yo no estoy en un lecho de rosas;
ni lo está el caballista ni el galguero,
ni tampoco el toro bravo en la dehesa,
ni lo está -en la intemperie- el lince ibérico;
ni la candela de ramas,
que crece con sabio sosiego.
Yo no estoy en un lecho de rosas.
Yo estoy enérgico, despierto;
y mientras las fuerzas no me fallen,
aguanto vivo y sueño despierto.
Yo no estoy en un lecho de rosas.
Yo estoy domesticando el tiempo.
-Antonio Moreno Ruiz