Por: Francisco Núñez del Arco
El triunfo de Bolívar, de su «independencia» y de sus republiquetas, posibilitó que la cultura oficial, incluyendo la historiografía, se limitara a encomiar durante siglos las hazañas del «Libertador», si se las puede llamar así. Olvidando y ocultando intencionalmente los desastres permanentes, crímenes y víctimas que dejó. No ha sido posible por este totalitarismo de las ideas una desbolivarianización, hasta ahora.
La gente de un medio tan básico como el nuestro se ha contentado con la ausencia de la necesidad de pensar, evitando el problema de comparar y de analizar. Con certeza muchos de los bolivarianos de hoy, nacidos en generaciones posteriores, serán los más convencidos enemigos del régimen republicano bolivariano una vez tengan acceso al disenso que ellos mismos no son capaces de generar por sus connaturales deficiencias.
Hoy, tras dos siglos de totalitarismo republicano, presenciamos como la grieta que está atravesando el edificio del sistema poshispánico se está convirtiendo, sino lo es ya, en una falla estructural que pronto ocasionará el colapso de las repúblicas sudamericanas para dar paso a un nuevo orden.
El pensamiento y la revisión históricos que antes no han tenido lugar, ahora lo están teniendo. Hace apenas un par de décadas ni siquiera se podía considerar la posibilidad de que se dieran, pues el sistema republicano bolivariano ha considerado como enemigo a los pensadores históricos que no comulgan con su doctrina parareligiosa. Estos son los primeros síntomas visibles del inicio del fin del paradigma socio-político-cultural vigente en nuestro continente desde el segundo cuarto del siglo XIX.
Es imposible renunciar a la existencia propia, sólo de ella resulta una toma de partido directa y concreta en la realidad de las cosas externas. Mi propia existencia indidivual, el esfuerzo consciente de mi parte por realizar esta tarea revisionista, así como el alcance y la influencia que está teniendo, es prueba del proceso del fin de las repúblicas latinoamericanas en el cual ya nos encontramos.
La desbolivarianización está empezando a suceder y de la forma más orgánica posible, desde las conciencias particulares de las personas. Cuando las poderosas emociones básicas que se están gestando ahora por esta causa empiecen a aflorar, veremos y participaremos de la acción que éstas determinarán en extensos grupos de personas más allá de los contados pensadores. Son las emociones básicas, y no los intereses, los que disponen a sacrificar sus vidas a los seres humanos por una gran causa. Todos los colapsos son imposibles, hasta que se vuelven inevitables.
Hoy, tras dos siglos de totalitarismo republicano, presenciamos como la grieta que está atravesando el edificio del sistema poshispánico se está convirtiendo, sino lo es ya, en una falla estructural que pronto ocasionará el colapso de las repúblicas sudamericanas para dar paso a un nuevo orden.
El pensamiento y la revisión históricos que antes no han tenido lugar, ahora lo están teniendo. Hace apenas un par de décadas ni siquiera se podía considerar la posibilidad de que se dieran, pues el sistema republicano bolivariano ha considerado como enemigo a los pensadores históricos que no comulgan con su doctrina parareligiosa. Estos son los primeros síntomas visibles del inicio del fin del paradigma socio-político-cultural vigente en nuestro continente desde el segundo cuarto del siglo XIX.
Es imposible renunciar a la existencia propia, sólo de ella resulta una toma de partido directa y concreta en la realidad de las cosas externas. Mi propia existencia indidivual, el esfuerzo consciente de mi parte por realizar esta tarea revisionista, así como el alcance y la influencia que está teniendo, es prueba del proceso del fin de las repúblicas latinoamericanas en el cual ya nos encontramos.
La desbolivarianización está empezando a suceder y de la forma más orgánica posible, desde las conciencias particulares de las personas. Cuando las poderosas emociones básicas que se están gestando ahora por esta causa empiecen a aflorar, veremos y participaremos de la acción que éstas determinarán en extensos grupos de personas más allá de los contados pensadores. Son las emociones básicas, y no los intereses, los que disponen a sacrificar sus vidas a los seres humanos por una gran causa. Todos los colapsos son imposibles, hasta que se vuelven inevitables.