InicioSocialismo realSublimación de la chivatería

Sublimación de la chivatería

Date:

Del autor

Isabel de Bobadilla, Capitana general de la Isla de Cuba

Durante la conquista y colonización de América, muchas mujeres...

La expulsión de los jesuitas: Antecedentes y consecuencias

-Por Emilio Acosta Ramos Un tema que genera debate es...

Gracias a Alejandro Toledo, el globalismo se infiltró en el Perú

-Por Mar Mounier 'Gracias' a Alejandro Toledo, el globalismo se...

Por Carlos Cabrera Pérez

La escena de Alexander Otaola delatando a otros cubanos frente a Donald Trump es uno de los peores retratos de la indigencia moral que asola a Cuba, donde tampoco falta la guataquería: ¡Este es el hombre! dijeron los cubanos sobre Batista y Castro.

Los delatados residen o viajan a Estados Unidos cumpliendo las leyes norteamericanas, que es muy clara en cuanto a la inadmisibilidad de emigrantes y visitantes. Lo que hagan con su dinero no es asunto de incumbencia ajena

La escena de un presidente y candidato presidencial de la nación más importante del mundo fingiendo atención a un delator, traducido por uno de los Díaz-Balart, confirma que la estrategia electoral de Trump, en algunos asuntos, está salpicada de ocurrencias y que los cubanos seguimos yendo en bandos.

En los últimos tiempo, el capitalismo ha impuesto el criterio de la vulgarización del discurso político con poses en redes sociales, que son una eficaz herramienta de comunicación, pero que no mejora la calidad de contenidos que se supone a todo programa electoral; por el contrario, suele minimizarlo y empeorarlo por la necesidad de ser capsular, como los 140 caracteres de twitter.

Si Trump y su equipo necesitaban un guiño a jóvenes cubanos-americanos, en Estados Unidos hay montones de ellos con enormes méritos cívicos, militares, deportivos, académicos, artísticos y científicos.

Más allá de la alegría infantil de los seguidores de Otaola, la escena del delator turbado beneficia directamente a la dictadura castrista porque obliga a los chivateados a intentar protegerse bajo el ala totalitaria y tendrán complicado negarse a participar en cuanta infamia perpetre el tardocastrismo.

Tampoco faltarán las voces y latigazos de los mayorales tardocastristas aguijoneando a los chivateados, ¡oyes, mira eso; os están agrediendo desde la democracia yanqui! Trump jamás debió prestarse al juego de Díaz-Balart y Otaola porque tenía mucho que perder y muy poco que ganar.

Los cubanos trumpistas afiebrados, que ya padecen contagio de rebaño porque años ha se afiebraron con Castro; dirán ahora que son los asesores del presidente y su equipo de campaña. La personalidad del presidente deja pocas dudas sobre su respeto a estrategas y asesores.

Otaola tiene el mérito de aprovechar su despido de una televisión para inventarse un espacio que ha consolidado con mérito, estilo y trabajo, pero que ha puesto en peligro con su excesiva politización y afanes de muyahidín anticastrista; contaminando su talento comunicativo.

¿Por qué desaprovechó Otaola esos minutos con el presidente y no le exigió la anulación de la Enmienda Agrícola, los convenios en materia de lucha contra el narcotráfico y trata de personas, y los contactos mensuales entre militares norteamericanos, subordinados a la democracia, y militares cubanos subordinados a la casta verde oliva?

Incluso, ya lanzado, podía haberle pedido directamente una invasión que liquide al tardoacastrismo en horas. El problema que tienen las posturas maximalistas, incluso en la política cómica, es que una vez la masa emprende la marcha, si el líder vacila, lo mata sin contemplaciones porque ya su único afán es venganza y sangre.

La excusa que esgrimen los bobos solemnes en defensa de su nuevo ídolo delator es que con el dinero ganado en Estados Unidos los delatados contribuyen al sostenimiento de la dictadura.

Bajo ese principio, la mayoría de los cubanos residentes en USA debían estar en la lista de Otaola porque, mandando dinero a sus familias para que no mueran de hambre, también contribuyen al apuntalamiento del tardocastrismo.

En una democracia -y Estados Unidos es de las más sólidas- nadie está obligado a asistir a concierto alguno, pero tampoco nadie tiene derecho a coartar la libertad individual de disfrutar de los artistas de su preferencia. Esas prohibiciones ocurren y ocurrieron en Cuba.

Quienes juzgan a personas y artistas por su filiación política y no por sus valores humanos y estéticos son igual de totalitarios que un régimen que silenció a Arsenio Rodríguez, La Lupe, Celia Cruz, Bebo Valdés, Blanca Rosa Gil, Oswaldo Farrés, Vicentico Valdés, Ernesto Duarte, Marta Estrada, Meme Solís, Excilia Saldaña, José Triana, Gastón Baquero, Virgilio Piñera, José Lezama Lima y Nivaria Tejera, entre otros muchos.

Sería útil que Alexander Otaola aprovechara su capacidad de influencia en una parte de la emigración cubana para pedirle que apoye a artistas e intelectuales emigrados que -para poder vivir- tienen que trabajar en otras labores y, cuando consiguen un concierto o función, los teatros no se llenan.

Como todo ejercicio de chivatería y guataquería servil en la lista entregada a su nuevo amo y señor, Otaola obvió convenientemente a aquellas empresas y empresarios cubanos-americanos que hacen negocios con Cuba.

Empresas y empresarios que actúan bajo leyes norteamericanas, pero que contribuyen a las arcas del castrismo mediante acuerdos para prestar servicios comerciales a la emigración cubana y sus familias rehenes en la isla.

Sorprende tanta rabia contra artistas y tanta benevolencia con el dinero.

Toda mi solidaridad para con los enlistados por la mirilla de Otaola, con quienes no comparto parentesco, amistad ni odio y poco me importa si son comunistas o Adventistas del 7mo. día; son personas que -aún cuando tuviéramos la tentación totalitaria de creerlos errados ideológicamente- tienen todo el derecho del mundo a vivir y triunfar con talento y amor de su público.

Nada es más dañino para el discurso castrista que médicos, maestros, artistas e intelectuales tengan que salir a forrajear dólares norteamericanos al extranjero porque en Cuba no pueden vivir decorosamente con sus ingresos; pero casi siempre, las cositas buenas, las jode un tonto que se cree muy listo.

Y encima, hay otros bobos solemnes que le tienen miedo, que evitan rozarle el turbante con el pétalo de una rosa para que no se enfade y le dedique su habitual ensarta de vituperios y ofensas al más puro estilo castrista.

Respeto todo. ¿Pero miedo a Otaola; a santo de qué? Solo estamos ante un Hombre nuevo, uno más, que pretende imponer a otros sus discursos y afanes delirantes porque el totalitario necesita aniquilar al adversario para creerse legitimado.

Si Joe Biden ganara las elecciones de noviembre; ¿habrán perdido Trump y Otaola? Nadie en el equipo del programa ha podido decir, Alex, vamos a equilibrar, pide una cita con Biden y también dale la lista.

¡Ay, mi Cuba; cuanto aldeano vanidoso pretendiendo humillarnos, pregonando el desdén de una pasión!, que sabio el cienfueguero Ricardo García Perdomo y que bien lo cantó Bienvenido Granda. ¡Olé!

Subscribe

- Never miss a story with notifications

- Gain full access to our premium content

- Browse free from up to 5 devices at once

Firmas

2 COMENTARIOS

  1. Al fin alguien describe al «Otaola» como lo que es……un producto de la Revolución cubana. Puro chanchullo, chivatería, envidia y ascenso a costa de la destrucción de los demás. Encima de eso….m…n. No gay, …. y …. Gracias Carlos.

  2. El que está defendiendo a los chivatones de la dictadura con este artículo es Carlos Cabrera Pérez .
    Otaola, no está pidiendo el fin del intercambio cultural: le está pidiendo al presidente que revise la entrega de visas a un grupo limitado de artistas que funcionan como agentes promotores y defensores de la dictadura y se les está entregando visa para ceñir a EEUU, actuar y cobrar dinero , muchas veces violando las leyes del embargo existentes.
    Este es el punto.

Deja un comentario