Solzhenitsyn en la España de 1976 (II)

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*Agradecemos a Nicolás Kasanzew la deferencia de este valiosísimo testimonio que explica muchas cosas de nuestro tiempo:

Entrevista concedida por el Premio Nobel de Literatura Alexandr Solzhenitzyn a Televisión Española el 29 de marzo de 1976. Texto tomado de la revista literaria rusa, editada en París, ¨Kontinent¨ No 8, 1976. Traducción al castellano de Nicolás Kasanzew.

Primera pregunta. El tema español ocupa no poco lugar en la literatura rusa. Muchos de vuestros grandes escritores no lo obviaron. ¿Cómo explica usted esto?

Respuesta: Usted sabe, efectivamente, por ciertas razones que quizás no sería tan facil señalar, España ocupa un lugar completamente especial en la literatura rusa. Casi ningún escritor y poeta ruso importante ha pasado de largo frente al tema español. Y además, muchos consagrados compositores rusos también se ocuparon de España. Se pueden construir conjeturas en torno a lo que hay en común o que ata a estos dos países, ubicados en el extremo oriente y el extremo occidente de Europa. Parecería que nuestro tipo nacional se diferencia mucho en aspecto exterior, comportamiento: los españoles y los rusos no se parecen entre ellos para nada, pero quizás encontremos asombrosos rasgos comunes de nuestra historia. De hecho, Rusia y España defendieron a Europa de dos invasiones: Rusia de los mongoles, España de los moros, y si no fuera por Rusia y España, la Europa contemporánea, evidentemente, no sería ella misma, no sería aquello que es hoy. Su historia independiente fue asegurada por estos dos escudos: de Oriente y Occidente. Otra cosa común en la historia de Rusia y España es el hecho de que ambos países resistieran la invasión napoleónica: sólo ellos, nadie más en aquel entonces, además de ellos. Puede ser que haya algo común en aquella reserva de energía que impulsó a la influencia rusa y a la española a que llegaran tan lejos. El año pasado, en la costa del Pacifico de Estados Unidos, he podido comprobar que estas dos influencias justamente confluyeron en el confín opuesto del globo terráqueo: la española desde el Sur, la rusa a través de Alaska.


En todo caso, esa gran atención hacia el tema español se observa claramente en la literatura rusa.

Segunda pregunta. En su relato “Un suceso en la estación Krechetovka”, el teniente Zotov, con gran emoción, se refiere a la guerra civil española. En cuanto a usted, ¿que contacto tuvo con la temática española?

Respuesta: Debo decir que España también rozó mi vida. Bueno, en los campos de concentración me encontré bastante con que estaban allí encarcelados, ya sea los ex niños españoles llevados a la URSS, ya sea los ex revolucionarios españoles y los marinos y aviadores que fueron a parar a la Unión Soviética. Mencioné varios de estos casos en “Archipiélago GULAG”. Pero aún antes, España ingresó en la vida de mi generación. Nosotros, yo y mis coetáneos, teníamos 18-20 años en aquella época, cuando transcurría vuestra guerra civil. Y aquí vemos la asombrosa influencia de la ideología política, de la desalmada religión terrenal del socialismo, vemos con qué fuerza captura almas juveniles, con que aparente claridad les muestra supuestamente la decisión correcta! Corrían los años 37-38. Donde estábamos nosotros, en la Unión Soviética, imperaba el sistema carcelario, se arrestaba a millones de personas. Si mencionamos sólo a los fusilados, eran un millón por año! Sin hablar ya de que sin respiro funcionaba el Archipiélago GULAG: entre 12 y 15 millones estaban detrás de los alambres de púa. A pesar de esto, nosotros, como despreciando la realidad, con todo el corazón ardíamos por y participábamos en vuestra guerra civil. Para nosotros, para nuestra generación, sonaban como entrañables los nombres de Toledo, de la ciudad universitaria de Madrid, del Ebro, Teruel, Guadalajara. Y si hubiéramos sido convocados y se nos hubiera permitido, estaríamos dispuestos a lanzarnos todos hacia aquí, a guerrear por los republicanos. Esa es la particularidad de la ideología socialista, que arrebata tanto a las almas jóvenes con su quimera, con sus llamamientos, que las obliga a olvidar la realidad, su realidad, a menospreciar a su propio país, a abalanzarse hacia un ensueño tan abstracto.


He escuchado que vuestros exiliados políticos dicen que la la guerra civil les costó a ustedes medio millón de víctimas. Concedamos que sea cierto. Hay que decir entonces, que nuestra guerra civil nos quitó a nosotros 2 o 3 millones. Además, terminaron en forma distinta vuestra guerra civil y la nuestra. En el caso de ustedes, triunfó una cosmovisión cristiana porque a la guerra le quisieron poner ahí un punto final, para restañar las heridas. En el caso nuestro, triunfó la ideología comunista y el fin de la guerra civil no significó su fin, sino su comienzo. A partir del fin de la guerra civil, comenzó propiamente la guerra del régimen contra su pueblo. El profesor Kurganov, por las vías indirectas que tiene la ciencia de la estadística, calculó que de 1917 a 1959, sólo a causa de la guerra interna del régimen soviético contra su pueblo, o sea por su aniquilamiento vía el hambre, la colectivización, el destierro exterminador de los campesinos, las cárceles, los campos de concentración, por simples fusilamientos, – solo de eso perecieron en nuestro caso, junto con nuestra guerra civil, 66 millones de personas. Es una cifra casi imposible de imaginar. E imposible de creer. Y el profesor Kurganov cita otra cifra: cuantos perdimos en la Segunda Guerra Mundial. Esa cifra también es inimaginable. Esa guerra se llevó a cabo sin tener en cuenta las divisiones, los cuerpos de ejército, las millones de personas que perecieron. De acuerdo a sus cálculos, hemos perdido en la Segunda Guerra Mundial, a causa de la manera desdeñosa y atrabancada en que fue conducida, 44 millones de personas.


Asombrosamente, Dostoievsky, a fines del siglo pasado, predijo que el socialismo le costaría a Rusia cien millones de vidas. Dostoievsky lo dijo en los años 70 del siglo XIX. Era imposible creer en eso: una cifra fantástica! Pero esa profecía no sólo se cumplió, sino que fue superada: nosotros no hemos perdido cien millones, hemos perdido 110 millones, y seguimos perdiendo.


El hecho es que perdimos un tercio de aquella población que hubiéramos tenido, de no haber seguido por el camino del socialismo. Es decir que perdimos la mitad de la población que hoy nos queda. Recomiendo calurosamente a aquellos que puedan, que lean esos cálculos del profesor Kurganov, para entender de donde salieron esas horrendas cifras.


Ustedes esquivaron esa experiencia, no supieron lo que es el comunismo! Vuestros círculos progresistas llaman dictadura al régimen político que ustedes tienen. Pues ya llevo unos diez días viajando por España. Viajo sin ser reconocido por nadie, observo atentamente la vida, miro con mis propios ojos. Me asombro. ¿Saben ustedes lo que es una dictadura, que cosa es llamada con tal nombre? ¿Entienden ustedes lo que es una dictadura? He aquí varios ejemplos que acabo de ver personalmente. Ningún español está atado al lugar de su domicilio. Tiene la libertad de vivir aquí o mudarse a otra parte de España. En tanto que nuestro hombre soviético no puede hacer eso, estamos amarrados al lugar con la llamada “propiska”, o registro policial. En nuestro caso, las autoridades locales deciden si yo tengo o no el derecho de mudarme de ese lugar. Esto significa que estoy totalmente a merced de las autoridades locales. Ellas hacen conmigo lo que quieren, y yo no puedo partir. Luego me entero de que los españoles pueden viajar libremente al exterior. Quizás ustedes leyeron en los diarios: de la Unión Soviética, bajo una poderosísima presión de la opinión pública internacional, bajo la formidable presión de los Estados Unidos, están dejando salir, y aún así con grandes dificultades, a cierta parte de los judíos. En tanto que el resto de los judíos y, aparte de los judíos, las demás nacionalidades no pueden salir para nada. Nos encontramos en nuestro país como en una cárcel.


Yo camino por Madrid, por otras ciudades, ya he recorrido mas de doce, y veo que en los kioskos de diarios se venden todas las publicaciones europeas más importantes. ¡No puedo creerle a mi ojos! Si en la Unión Soviética se hubiera exhibido uno de esos diarios, tan sólo por un minuto, la policía inmediatamente se lanzaría a arrancarlo. En tanto que en vuestro caso, se venden lo más campantes.


Veo que ustedes trabajan con fotocopiadoras. Una persona puede pagar cinco pesetas y recibir la copia de cualquier documento. En nuestro caso, eso es inaccesible para ningún ciudadano de la Unión Soviética. La persona que utiliza una fotocopiadora con fines que no sean de trabajo, que no sean para los jefes, sino para uno mismo, recibe una condena de prisión como si se tratara de una actividad contrarrevolucionaria.


En vuestro caso, aunque con algunas limitaciones, se permiten las huelgas. En nuestro país, durante 60 años de existencia del socialismo nunca fue permitida ni una sola huelga. Los participantes de las huelgas de los primeros años del gobierno soviético eran fusilados con ametralladoras, a pesar de que tuvieran solamente exigencias económicas, mientras que otros eran encarcelados acusados de actividades contrarrevolucionarias. Y hoy en dia a nadie se le ocurre convocar a una huelga. Yo publiqué en la revista literaria “Novy Mir” el cuento “Para bien de la causa”, y escribí allí una frase, en la que un estudiante insta a otros; “Anunciemos una huelga”. Ya no la censura, sino la propia revista “Novy Mir’ tachó esa frase, porque la palabra ¨huelga¨ no puede ser pronunciada y publicada en la Unión Soviética, Y yo digo: vuestros progresistas, saben acaso lo que es una dictadura? Si a nosotros nos brindaran esas mismas condiciones hoy, en la Unión Soviética, hubiéramos quedado boquiabiertos. Hubiéramos dicho: esto es una libertad nunca vista, hace ya 60 años que no vemos una libertad así.
Hace poco ustedes tuvieron una amnistía. Ustedes la llaman una amnistía limitada. A los luchadores políticos, que con las armas en la mano realmente llevaron a cabo una lucha política, se les ha rebajado la mitad de la condena. Debo decir: ojalá a nosotros nos dieran una idéntica amnistía limitada por única vez en 60 años! Durante 60 años de existencia de la Unión Soviética, nosotros, los presos políticos, nunca hemos tenido ningún tipo de amnistía. Nos íbamos a la cárcel, para morir allí. Solo unos pocos volvieron para contarlo.


Lógicamente, toda esa pesada experiencia comunista, nosotros la hemos transformado en nuestras almas. Después de tantas bajas durante 60 años, hemos recibido tal vacuna contra el comunismo, como no la tiene nadie en Europa y nadie en Occidente. En nuestro caso hoy es absolutamente imposible que en una reunión privada, extraoficial, alguien hable seriamente del comunismo. Todos lo considerarían un imbécil. Espiritualmente, ya nos hemos liberado del sovietismo. Pero tuvimos que sufrir una experiencia demasiado pesada para llegar a ello.


En los años 60 del siglo pasado, el Emperador Alejandro II comenzó un programa de grandes, fundamentales y lentas reformas. El quería transfigurar paulatinamente a Rusia, llevándola a la libertad y al desarrollo. Pero un puñado de revolucionarios en 1861 emitió una proclama, un volante. Allí decía: “Nosotros no podemos esperar las reformas, no queremos esperarlas, queremos la liberación absoluta inmediata, sin gradualismo. Y puesto que el gobierno no nos quiere conceder eso, comenzamos el terror”.


Y cuando Alejandro II en 1861 llevó a cabo la liberación de los campesinos de la servidumbre; cuando Alejandro II en 1864 dió al país una gran reforma judicial; en respuesta a eso, a partir de 1866, los revolucionarios comenzaron a dispararle. Hubo siete atentados contra el Zar. Se intentaba cazar al Zar, como si fuera un animal. Y en 1881 lo mataron. Después de eso comenzaron a matar a los primeros ministros, a los ministros del Interior, a los más importantes gobernadores, administradores. Así comenzó la guerra entre los revolucionarios y los círculos gobernantes… Y toda la opinión pública libre, liberal de Rusia, no lo tomó sensatamente, no detuvo a los revolucionarios, sino que los aplaudió. Cada asesinato de un político prominente de Rusia provocaba júbilo, generaba aplausos. La sociedad ayudaba a los revolucionarios a esconderse, ayudaba a los terroristas a escaparse. Y personajes importantes de la sociedad rusa defendían a los terroristas como a sus favoritos mas queridos, como si fuera gente inocente. Repito, esta historia es del siglo XIX, todo esto nos paso a nosotros casi un siglo atrás. Y hoy eso está pasando en todo el mundo y en toda Europa.
Nosotros hemos sido testigos en el otoño del año pasado, de como la sociedad occidental se conmovía ante el destino de los terroristas españoles condenados a muerte, mucho más que ante el exterminio de 60 millones de personas en la Unión Soviética. Vemos hoy como la sociedad, la sociedad progresista, exige reformas inmediatas de sus gobiernos y vitorea y se alegra ante los actos terroristas. Esto nos pasó a nosotros cien años atrás, y hoy, desde nuestro futuro, les puedo decir en que terminó. Terminó en esto: ambas partes se ensañaron, el gobierno comenzó a odiar a los círculos liberales, los círculos liberales comenzaron a odiar al gobierno, y ya nadie estaba dispuesto a ninguna concesión. Las reformas se pararon. Aquello que el gobierno y los círculos gobernantes hubieran podido otorgar, enfurecidos, ya no lo otorgaban. La sociedad liberal no quería ceder ni en un ápice, quería recibirlo todo de una vez. Como resultado tuvimos la revolución de 1905-1907, luego la revolución de 1917 y ambos bandos fueron aniquilados. Fueron exterminados los integrantes de los círculos gobernantes de Rusia, la nobleza, el campesinado, los comerciantes, y fue exterminada la sociedad liberal, la intelligentzia toda, – la pasaron íntegra a cuchillo, la masacraron y sus restos tuvieron que huir al exterior. Y después de eso comenzó aquel terror que recién mencioné y del cual hablo en mi libro “Archipiélago GULAG”, el terror que se llevó 66 millones de vidas.


Yo les cuento esto ahora, pero yo mismo ya no se si, en general, es posible transferir la experiencia de una persona a otra, de un país a otro. Hasta hace poco yo todavía creía en eso. En mi discurso de aceptación del Premio Nobel, yo decía que la literatura es capaz de transmitir la experiencia ajena. Si nuestro país vivió esta terrible historia, nosotros podríamos contarles, a ustedes les quedaría claro, y ustedes no repetirían nuestros errores. Pero hoy ya no se, si es suficiente transmitir la experiencia ajena, o si cada país, cada sociedad, cada persona deben repetir todos los errores de otro país, otra sociedad, y recién ahí aprender: aprender cuando ya será tarde.


Yo miro hoy a vuestra juventud, a la que he observado por toda España, y comparo con esa experiencia que yo tengo. Creo que hasta en mi persona, – en mi cabeza, mis oídos, mis ojos, – la experiencia de vuestra guerra civil se ha conservado más, que lo que se ha conservado en esa juventud. Hoy es natural el afán de vuestros círculos progresistas por recibir la mayor cantidad posible de libertad y llevar lo mas rápido posible a la sociedad a la categoría de otros países de Europa Occidental. Pero quisiera recordarles que en el mundo de hoy los países libres ya ocupan en nuestro planeta, si bien no una islita, un sector comparativamente muy pequeño. La mayor parte del mundo está cayendo cada vez más en el totalitarismo y la tiranía. Toda Europa Oriental. La Unión Soviética, toda Asia, ya también la India se está sumergiendo en el totalitarismo, África, que recibiera recientemente su libertad, parece que también tiende, un país tras otro, a entregarse a la tiranía. Y por eso aquellos de ustedes que quieran tener cuanto antes una España democrática, ¿son acaso suficientemente previsores, piensan acaso no solo en el día de mañana, sino en el de pasado mañana?
Está bien, mañana España se convertirá en un país democrático, como toda Europa. ¿Y pasado mañana? Pasado mañana conservará acaso España esa democracia, la defenderá del totalitarismo que quiere engullir al Occidente todo? Aquel que es previsor y aquel que además de amar a la libertad ama también a España, debe pensar en el día de pasado mañana.


Nosotros vemos que el mundo occidental se ha debilitado en su voluntad de resistencia. Cada año está entregando sin combate, varios países al poder del totalitarismo. No hay voluntad de resistencia, no hay responsabilidad en el ejercicio de la libertad,
La civilización occidental contemporánea puede ser descrita no solo como una sociedad democrática, sino también como una sociedad de consumo. Es decir, como una sociedad en que todos ven como su meta principal recibir más bienes materiales, usufructuarlos ilimitadamente, gozar y pensar muy poco en como defender ese derecho.


Resulta, sin embargo, que el bienestar social y el aprovechamiento de los bienes materiales no son la clave principal de la vida en la Tierra. Es extraño, pero el actual Oriente totalitario y el Occidente democrático contemporáneo, aunque pareciera que son sistemas contrapuestos y que confrontan entre ellos, en realidad tienen una base común. Esa base común es el materialismo. Y el problema ya se viene arrastrando 300 años. La humanidad se encuentra en crisis y no es una crisis breve, no es la crisis de hoy, no es la crisis del siglo XX. La humanidad yace en una crisis prolongada, que comenzó hace 300 y en algunos países hace 400 años, cuando la gente se apartó de la religión, se aparto de la fe en Dios, dejo de reconocer que hay algo por encima de uno y puso como fundamento la filosofía pragmática, es decir hacer aquello que es útil, que conviene, guiarse por razones de cálculo, en lugar de regirse por la moral suprema. Esta postura negativa fue desarrollándose paulatinamente y llevó a una crisis mundial. Una crisis, insisto, que no es política, sino moral. Ni siquiera tiene que ver con la confrontación entre el comunismo y la sociedad occidental. Es una crisis muchísimo más profunda. Una crisis que llevó a Oriente al comunismo y a Occidente a una sociedad pragmática, consumista. Es la crisis del materialismo, la crisis de una humanidad que ha rechazado el concepto de que hay una fuerza superior por encima nuestro. Como se resolverá esa crisis, no alcanzan los ojos del hombre para verlo. Pero esta claro que cada país puede hacer su aporte a la resolución.


Quizás España, con la gran originalidad nacional que atraviesa toda su historia, pueda también hacer su especial aporte. Un aporte español que pueda ayudar a la humanidad a resolver esta terrible crisis, que embarga a todos los países del mundo, cada cual a su manera, y que está frente a todos nosotros. A todos en la Tierra nos amenaza con el exterminio.

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