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Sobre la nefasta incidencia del castrismo en la intelectualidad cubana

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Del autor

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Por: Maria Ileana Faguaga Iglesias (Traducido y compartido por Juan Felipe Benemelis)

Honor a quien honor merece, reza el viejo refrán que, entre cubanos, tantas veces repito. !Qué pena tener que insistir en la repetición! Sin embargo, pareciera que una larga tradición de ignorar e imponer nos acompaña a los cubanos.


En la historia de la nación cubana la intelectualidad es prolífera. Hombres y mujeres de disímiles posicionamientos y estratos sociales la conforman. No siempre reconocidos y menos socialmente valorados. Pocas veces incluidos en el tan llevado y traído canon. Pero siempre presentes, siempre pujantes.


En fin, la intelectualidad cubana tiene, pese lo relativamente joven de la república, una larga y rica historia, en la que hay de todo. De los intelectuales comprometidos con la independencia política y la estructuración de la nación con la integración de todos sus componentes de etnogénesis, hasta lo contrario. Hemos tenido los que han apostado por la anexión, por la confederación y por una nación étnica y racialmente excluyente. Gústenos o no, esos también son cubanos.


Lo sucedido desde la época colonial hasta las seis (interminables) décadas de castrismo ha sido, esencialmente, una historia de soslayamientos y, no pocas veces, de vejaciones. De temores (infundados o no, incluso políticamente estimulados) de unos hacia otros. Del tristemente quítate tú, p’a ponerme yo con lo cual se lanza a unos contra otros. La actual rebatiña por (falsos unos, dudosos otros) doctorados hablan por sí solas. La concesión de cátedras, expresa otro tanto. Ni qué decir de la posibilidad de visibilidad de la obra y de reconocimientos por la labor realizada, por la contribución.


Forzados al exilio o al insilio, durante los sesenta años castristas han quedado en el más absurdo y dantesco anonimato intelectuales y artistas cubanos de primera línea. Algo en lo que colaboran (tengan o no pactos al respecto) la insidiosa estructura castrista con su siempre aplicada y sólo en los últimos lustros abiertamente proclamada batalla de ideas, y una gran parte de los círculos intelectuales por el mundo. Aquel y los otros, por cierto, con similar práctica, esa de inducir a la muerte por ostracismo y descalificaciones, para postmortem usar los nombres y las obras. Así hicieron con José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Walterio Carbonell, Lydia Cabrera y tantos más. Así intentan hacerlo con Reinaldo Arenas.


Y, mientras nos ocultan a los que valen y de los que deberíamos tener sano orgullo al exhibir y de quienes tenemos tanto que aprender, exhiben por el mundo, salvo excepciones, un ensarte de pseudointelectuales y muchos otros que ni a tal alcanzan. Porque parece que la máxima es que ser intelectual es ser de izquierda o, sencillamente, no se es. Así funcionan, aunque, interesante, nos plagien ideas y hasta obras para armar sus discursitos de tarimas politiqueras (en eso también convierten la academia), allí donde lo que debería hacerse es elaborar pensamiento, husmear en lo ya hecho, deconstruir y construir pensamiento, intercambiar ideas, no panfletos.


Esos intelectualoides tienen como misión acallar las voces e invisibilizar las obras de quienes sí hacen su trabajo. Tan sentido como se muestra el sr. argentino Atilio Borón, procastrista confeso, porque Mario Vargas Llosa se deslindara de la izquierda dejando a esta intelectualmente en penuria, imagino a los castristas por no tener entre sus voceros a un intelectual de la talla de Juan Felipe Benemelis. Justo por lo cual se han dedicado, ya por casi cuatro décadas, a hacerle guerra desmedida. Parte de lo cual es invisibilizarlo, comprar de una vez todos los libros que publica en el exterior y desaparecer los que había publicado en la Isla, excluirlo de las enciclopedias y negar su presencia en los currículos de estudios, ignorarlo como artista y… tanto más.


Pues por más que el que dicen que ya es polvo empeñara su verborrea en hacernos creer en el robo de cerebros, lo cierto es que ningún país ni sistema los roba. Lo cierto es que la atrofia ideológica, político-económica y social que se conoce como comunismo, los exprime, los estruja, los mutila y los aniquila. Quienes perciben eso a tiempo de salvarse, sólo pueden intentar conseguir esa salvación huyendo, lo que en el caso de Cuba significa ponerles mar por medio.


Eso hizo Benemelis. !Gracias a Dios! Por eso su producción intelectual en más de 50 títulos, de temáticas fundamentales y tan variadas, que ya nos lega como patrimonio a la nación. Esa nación que un día, excluido de raíz el castrismo del que debe ser nuestro espacio, por fin construiremos.
Y aunque el castrismo (negado a morir, cuando nunca debió existir) como algunas tesis de la psicología se enfrascó en mostrar que una generación sólo se realiza vitalmente matando a las anteriores, la familia cubana, siempre plurigeneracional, nos enseñó lo contrario. Las generaciones conviven y, en esa convivencia, se enriquecen y se educan unas a las otras. La vida enseña que, matar al otro para poder despojarle de sus propiedades (también si intelectuales) y para que sólo nos vean a nosotros, además de ser signo de perversidad, es revelador de la miseria de aquello que de nosotros queremos mostrar.


Entre tanto, tantísimo negativo, lo mejor que tiene el presente de la nación cubana, conformada por los que están en la Isla y quienes estamos por el mundo, es precisamente la confluencia de varias generaciones generadoras y articuladoras de pensamiento. Incluso, sería muy bueno reconocer que muchos de nosotros, aun deseándolo, difícilmente alcanzaremos a producir como nuestros precursores hicieron y prosiguen haciéndolo. Nada que ver con sentimientos de minusvalía y sí con una apreciación realista. De la misma manera que la prodigalidad de sus obras se fundamenta en sus historias de vida, reconozcamos que las nuestras también nos condicionan.
En Cuba, siempre que se pretendía forzarnos a ignorar y descalificar a algún intelectual o artista cubano del exilio, lejos de dar elementos de su trabajo se le imponían las archiconocidas etiquetas de gusano, contrarrevolucionario o agente de la CIA. En mi ingenua adolescencia, llegué a pensar que la CIA tendría alguna parcialidad a favor de mis connacionales o de que tendríamos algunas actitudes y aptitudes relevantes para que se fijaran tanto en nosotros (como indirectamente insistía en afirmar el jefe en polvo).


En los últimos tiempos, conocedores de que se les teme tanto como se les odia, han venido imponiendo a intelectuales opositores y contestatarios (de los que asumen esas posiciones sin permisos) el cartelito de agente de la seguridad del estado, con lo cual se pretende el aislamiento de aquel que ellos suponen puede tener una voz creíble. Es así que prosiguen aplicando la vieja máxima, divide y vencerás.


Apuesto a que el gran trauma del castrismo con la intelectualidad procede de que el intelectual es un espíritu libre que está para desafiar inteligentemente, provocándonos, sacándonos de la llamada zona de confort, haciéndonos pensar. El pensamiento, claro, genera acción o, en su lugar, nos hace consciente de las estratagemas con las cuales se nos pretende cercar, como puede hacernos inevitablemente conscientes de nuestras debilidades. Un Benemelis esclareciendo los motivos del derrumbe del comunismo o reconstruyendo la historia de la nación cubana, o… no puede caber en el canon de la politiquería dicen que intelectual.
Precisamente por la función conmovedora (no confundir con sentimentalismos) del intelectual, el pensamiento que cada uno de estos genera tiene la cualidad esencial de ser complementario. Entonces, pese a discontinuidades y rupturas en su pluralidad de expresiones, podemos decir que existe el pensamiento cubano. Y ese rebasa fronteras y escapa de las órdenes al estilo Casa (¿cuartel?) de las Américas. De Fernando Ortíz, Lydia Cabrera, José Luciano Franco, Leví Marrero y Rómulo Lachatañeré, Walterio Carbonell, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, pasando por Juan Felipe Benemelis, Rogelio Agustín Martínez Furé, Iván César Martínez, Carmen Montero, Tomás Fernández Robaina, Leyda Oquendo, Oilda Martínez y Joel James, entre otros, a la generación de Rafael Rojas, Pedro Cubas, Angel Velazquez, Yesenia Selier, Abel Sierra, etc. Entre todos esos nombres (y muchos más), también mirando a las espaldas de ellos y hacia el frente, con sus diferencias (que pueden llegar a ser irreconciliables) existe un pensamiento articulado de cubanidad.


(Mencioné nombres de exiliados e insiliados, o no, a sabiendas de que, por espacio, cometo la injusticia de dejar fuera una valiosa enormidad.)
Como en todo, en el pensamiento cubano destacan posicionamientos y voces. Unas por derecho propio, otras impuestas. Por derecho propio destaca la voz de Juan Felipe Benemelis, historiador, etnólogo y politólogo, filósofo, matemático y artista, cuya obra y pensamiento exhibe en ensayos, artículos, conferencias y análisis de temas políticos. Con todos los muchos avatares de su complicada y rica vida, la prodigalidad creadora y el contenido y variedad de su obra lo presentan como nuestro presente enciclopedista. En los tiempos de superespecialización que corren, quizás el último. Con la suerte de tenerlo vivo, activo y produciendo.


Señalado por conocedores desde el exterior como el intelectual cubano vivo más importante, y entre los más importantes de todo el pensamiento cubano, incluida su obra en currículos académicos de otros países, reconocido por grandes del pensamiento nacional como Levi Marrero, Martínez Furé, José Luciano Franco y Julio Benítez, así como por el reconocido pensador y escritor checo Milan Kundera y por el historiador y novelista británico Hugh Thomas, llama la atención la manera con la cual se le soslaya. Incluso, cuando se sigue su obra y, al menos en la Isla, soy testigo de que lo repiten sin darle el crédito que le corresponde.


Por más que el periodista y escritor Jaime Bayley afirme que el celo entre los del mismo sector es normal, llevarlos hasta extremos paranoicos no lo es. O… ?será que entre nuestras taras nacionales está la paranoia? Por mi parte me quedo entre aquellos que, a la vieja usanza, reconocen el talento allí donde esté y prodigan el honor a quien lo merece, mientras resisto y me esfuerzo para conseguir hace la parte que me corresponde.
Lunes 17 de mayo de 2019

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