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Ricardo Chibanga, referente y tradición

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Ricardo Chibanga fue un torero de origen mozambiqueño que en la segunda mitad del siglo XX puso el mundo de la tauromaquia patas arriba. Su figura espigada, su valentía y su clase irrumpieron en la Piel de Toro a ambas orillas del Guadiana, tomando la alternativa en la Maestranza de Sevilla en 1971 y codeándose con grandes figuras de su tiempo, tales como Antonio Bienvenida y Curro Romero, que se dice pronto.

Nacido cerca de la plaza de toros de Lourenço Marques (actual Maputo), su constancia y dedicación le llevaron a lo más alto.

Tanto fue su amor a los toros que luego de cortarse la coleta quizá prematuramente, fue un dedicado empresario taurino.

Gracias a ese grande del arte que es Morante de La Puebla, Chibanga tiene un busto en Golegá (Ribatejo, Portugal), lo cual honra a Morante como torero y como persona.

Con todo, yo abogo por y para que la memoria de Chibanga en Sevilla sea más y mejor reconocida. Y es que como la memoria es algo que muchas veces nos falla en el mundo ibérico, no somos conscientes de que fue en Sevilla donde nació un acervo afrohispano que desde finales del siglo XV se asentó especialmente en el Caribe y se extendió por todo el Nuevo Mundo; el mayor y mejor testimonio de esto que decimos es la Hermandad de los Negritos, que desde el Año de Nuestro Señor de 1393 lleva muy en lo alto su testimonio de fe, devoción y resistencia(1).

En la iberosfera tenemos una gran tradición de toreros negros; pienso por ejemplo en la familia Santa Cruz del Perú, pues siendo yo admirador del poeta y músico Nicomedes Santa Cruz, no me olvido de la torería que se dio en esta saga de grandes artistas negros peruanos que enriquecieron la cultura hispana. Y ello me hace pensar en cómo el mundo del flamenco, mal que le pese a muchos dizques puristas, se redescubre con los aportes hispanoamericanos que van mucho más allá de algunos cantes de ida y vuelta y que, de hecho, tienen mucha conexión con lo afro, así como la música portuguesa en particular y el mundo del fado en general fue enriquecida con los aportes de África y Brasil. Y es que flamenco, fado y tango nos llevan por los puertos donde durante siglos se cambió el mundo.

Siendo conscientes de la presencia y grandeza de una cultura que une y que debería ser una herramienta para afirmarnos como hermanos y como civilización en el mundo de la globalización, Ricardo Chibanga representa un referente por derecho propio: Un referente por el mérito, por el esfuerzo, por la virtud; un referente por la recuperación de una tradición, por el reconocimiento de una historia y de una cultura.

Por ello, cuando Anete Chibanga (que es una viva estampa de su padre) compartió una foto donde se veía al maestro que fue conocido como «el Africano» con la medalla de la Hermandad de los Negritos (2), no pude sino cerciorarme de lo mucho que tenemos que seguir profundizando en todo lo que nos une, desde la tauromaquia a las cofradías, pasando por la música y otras muchas facetas de una cultura compartida. Ahora que la Hermandad de los Negritos está viviendo un justo reconocimiento de su dilatada y fructífera historia, tenemos una gran oportunidad de ensalzar la memoria de Ricardo Chibanga en la ciudad que fue denominada como puerto y puerta de las Indias. Porque gracias al arquetipo que encarnó es que nos reconocemos en una gran tradición.

NOTAS

(1)Sobre la Hermandad de los Negritos:

(2)Vaya por delante que quien se fijó en dicha medalla fue el entonces alcalde de la hermandad Felipe Guerra Vázquez. Yo mismo le mandé la foto pero debido a mi despiste crónico ni me cosqué. Y un gran orgullo que tengo es que fui recibido en la hermandad con este alcalde que pasa a la historia como un grande.

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