Los ciudadanos cubanos que deseen iniciar los trámites para solicitar la nacionalidad española podrán recabar la información necesaria sobre sus orígenes a través del Portal de Archivos de la Comunidad de Madrid. Ello responde a una iniciativa del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, que ha puesto a disposición de los interesados toda la información que custodia sobre los Registros de Consulados de Cuba, de manera que ellos mismos podrán localizar las referencias necesarias y el documento para acreditar sus orígenes españoles.
De este modo y, al amparo de la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática y la Instrucción de 25 octubre de 2022 de la Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública sobre el derecho de opción a la nacionalidad española establecido en la disposición adicional octava de la Ley de Memoria Democrática, estarían en disposición de optar a la nacionalidad española.
La información que puede consultarse se acompaña de imágenes digitales de los documentos y corresponde a 95 Registros de Consulados de Cuba de las ciudades de Caibarién, Camagüey, Cienfuegos, Guantánamo, Holguín, La Habana, Manzanillo, Matanzas, Nuevitas, Pinar del Río, Puerto Príncipe, Santa Clara, y Santiago de Cuba y están fechados, en su conjunto, entre 1899 y 1918.
El Archivo Histórico de Protocolos de Madrid se ha marcado como objetivo continuar con este trabajo para poner a disposición de los interesados los Registros de Consulados de otras ciudades americanas en las que pudiera haber información relevante para la acreditación de los orígenes españoles.
958 tomos de 94 consulados en los cinco continentes El Archivo Histórico de Protocolos de Madrid custodia 958 tomos de 94 consulados, cada uno situado en una ciudad diferente de los 5 continentes (Consulados de España en el extranjero). Están fechados ente 1763 y 1916, pues de esta función notarial consular existe constancia y Registros desde finales del XVIII en consulados como el de Lisboa.
A partir del siglo XIX se inicia la regulación del ejercicio de la fe pública en el extranjero y, poco a poco, se va conformando esta figura hasta llegar al Reglamento del Notariado de 2 de junio de 1944, que atribuye el ejercicio de la fe pública en el extranjero a los jefes de las misiones diplomáticas, cónsules y agentes consulares honorarios o sus delegados.
ACC nace de un profundo compromiso con el futuro de nuestra nación común y el bienestar de sus gentes. , con la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid. La premiación a Javier Milei ocurrió durante un acto institucional en el que también firmó el libro de honor de la región tras mantener previamente un encuentro privado con Díaz Ayuso. En su discurso, el mandatario argentino alertó sobre los riesgos y catástrofes del socialismo e hizo un llamado a los españoles ante la presidenta de la Comunidad de Madrid.
«No es necesario tener que llegar a una situación tan extrema como la que llegó Argentina. Sería bueno evitarse todos esos dolores. (…) No dejen que el socialismo les arruine la vida», señaló.
Milei también aseveró que el socialismo está basado en el odio en la envidia y el trato desigual frente a la ley, y en los países donde se aplicó este modelo de manera pura fue un fracaso en lo económico, en lo social y en lo cultural. Tras la visita a España, el presidente argentino viajará a Alemania y la República Checa, donde también recibirá varios galardones. La Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid es un premio que se otorga como gesto de cortesía, reconocimiento y respeto a figuras destacadas de España y líderes mundiales, de acuerdo a la Ley 2/24, aprobada por la Comunidad de Madrid. Personalidades como el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, el presidente de la República de Ecuador, Daniel Noboa, y el expresidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó han recibido la condecoración.
Con información de EFE
Siga a Eduardo Tzompa en X: @JEduardoTzompa Fuente: The Epoch Times en Españoles de Cuba
El saldo de una deuda histórica que, de ser reconocida por los tribunales europeos, cambiará el rumbo de la historia del mundo. La Audiencia Nacional está a punto de dictar sentencia en un caso que promete ser, en la medida en que las apelaciones paulatinamente vayan incrementando la entidad del tribunal, un parteaguas para el destino de decenas de millones cubanos, quienes potencialmente, de prevalecer en este litigio, podrían convertirse en ciudadanos españoles. De prosperar el contencioso, se calcula que cerca del 90% de la población tendría carta abierta para acceder al tan ansiado pasaporte, lo cual pondría en jaque al régimen de La Habana, y supondría un terremoto político de proporciones épicas, y todo por una dolosa omisión que acarreó una vulneración del Derecho internacional y de los derechos fundamentales de los habitantes de Cuba. Y todo está relacionado con la forma en que Cuba accede a la independencia.
El Tratado de París y la desnaturalización masiva y forzosa de ciudadanos españoles originarios
El 10 de diciembre de 1898 representantes de EE. UU. y España firman, en París, un Tratado de Paz. Este documento, de trascendental importancia, fue el instrumento jurídico que puso fin a la Guerra hispanoamericana, a un altísimo precio para España, al atacar su integridad territorial, porque Cuba y Puerto Rico eran entonces provincias de Ultramar, en las que tenía plena vigencia la Constitución española de 1876, cuyo artículo 1º (extendido en 1881), disponía:
Artículo 1.- Son españoles:
Las personas nacidas en territorio español.
Los hijos de padre o madre españoles, aunque hayan nacido fuera de España.
De la lectura e interpretación de este artículo se colige que los cubanos todos (incluidos los de origen africano y chino), por el hecho de haber nacido en Cuba, eran automáticamente ciudadanos españoles de origen. La ciudadanía es un derecho personalísimo, fundamental, que vincula al individuo con su comunidad política, i.e.: el Estado. Ciudadano y Estado son elementos esenciales de esta relación jurídica. La ciudadanía es parte integrante del estado civil y de la identidad, en definitiva. Es tan importante que se la llama en ocasiones el derecho a tener derechos, y solamente depende de la manifestación de la voluntad del individuo, que puede aceptarla o renunciar a ella. Ningún Estado, por lo tanto, tiene la capacidad jurídica para desnaturalizar a sus propios ciudadanos. He aquí su originalidad monstruosa:
Artículo IX
Los súbditos españoles, naturales de la Península, residentes en el territorio cuya soberanía España renuncia o cede por el presente Tratado, (…) podrán conservar su nacionalidad española, haciendo, ante una oficina de registro, una declaración de su propósito de conservar dicha nacionalidad: a falta de esta declaración se considerará que han renunciado dicha nacionalidad y adoptado la del territorio en el cual pueden residir.
La vulneración de Derecho es de magnitudes gigantescas, principalmente por dos motivos:
1º, el artículo IX sólo permite el ejercicio del derecho de opción a los súbditos españoles naturales de la Península, en total desconocimiento del resto de ciudadanos españoles, como los insulares de Canarias y Baleares (cuya inscripción en el registro de marras sólo fue autorizada en diciembre de 1900, y sin modificar el texto del artículo), o los de Ultramar de Cuba y Puerto Rico. A nadie debe preguntársele si desea seguir siendo ciudadano español, eso es una auténtica aberración, porque la posesión legítima, continua y pacífica de la nacionalidad española tiene precedencia y no puede ser violentada para acomodar a una ciudadanía que ni siquiera se ha creado. La posesión continua durante cuatro siglos consolida el derecho, que no puede ser desplazado por una ciudadanía en ciernes, inexistente, porque la cubana nace en 1902 (de 1899 a 1902 Cuba fue un territorio español bajo ocupación. La ocupación es un estado temporal que no funda soberanía, es decir, no hay Estado cubano).
2º, el artículo IX es nulo porque al desconocer la ciudadanía de los españoles naturales de Ultramar…, vulnera por omisión el derecho de opción de esas personas, condenadas a la apatridia y a la imposición de la ciudadanía cubana al no poder inscribirse en el registro espurio. Y digo espurio, porque la creación de este registro es también ilegal: ningún Estado extranjero puede obligar a ningún español a inscribirse en ningún registro que no sea el Civil. El control de los ciudadanos de un país es obligación de ese Estado, que al efecto creó y reguló el Registro civil. Esta desnaturalización masiva y forzosa de españoles de origen tampoco fue transcrita al Registro civil, por lo tanto, el acto es nulo.
Una vez establecido el Estado cubano, debió preguntársele a los habitantes de Cuba si deseaban ser ciudadanos de ese Estado, pero al hacerlo al revés, los españoles naturales de Cuba no solamente fueron despojados forzosamente de su ciudadanía originaria, sino que fueron convertidos en apátridas. La apatridia es un crimen de lesa humanidad y nunca puede operar con ciudadanos de origen, con lo cual, todo el contenido del artículo IX es un gran hazmerreír jurídico, violatorio del Derecho español, del Derecho internacional, e incluso del Derecho estadounidense, y debe ser declarado nulo de toda nulidad, expulsado del ordenamiento jurídico español y sus efectos habrán de retrotraerse al momento anterior al canje de las ratificaciones. La ciudadanía española debe ser devuelta a los descendientes de todos esos españoles desnaturalizados ilegalmente.
Tanto la legislación como la jurisprudencia españolas confirman que ocurrió una desnaturalización y, a riesgo de la tautología, confirma que los naturales de Cuba eran ciudadanos españoles porque sólo si se tiene la nacionalidad se puede perder: el artículo 1 del real decreto de 11 de mayo de 1901 es taxativo, y establece:
Artículo I. Los naturales de los territorios cedidos o renunciados por España en virtud del Tratado de paz con los Estados Unidos de 10 de diciembre de 1898, que en la fecha del canje de ratificaciones de dicho Tratado habitaban aquellos territorios, han perdido la nacionalidad española (…)1
No bastando la ley, vamos a los tribunales: Sentencia del Tribunal Supremo no. 80, de 18 de octubre de 1904 (pub. 11 de diciembre), confirma “que los naturales de los territorios de Ultramar perdidos o renunciados perdieron también la nacionalidad española”.2 La reciente demanda judicial presentada en los tribunales españoles busca anular este artículo. Los argumentos expuestos aquí no agotan la pléyade de ilegalidades.
El reconocimiento de la ciudadanía española a los cubanos podría traer consigo beneficios económicos y sociales tanto para España como para Cuba. Ante todo, los cubanos serían libres, tendrían acceso a la libre circulación dentro de la Unión Europea, oportunidades de empleo y beneficios sociales. Para España, este acto de justicia histórica podría fortalecer los lazos con Cuba y abrir nuevas oportunidades de colaboración y desarrollo.
Pero más allá de las implicaciones económicas y sociales, la repercusión política sería monumental. El régimen cubano se vería bajo una presión internacional sin precedentes, con la necesidad de responder ante los derechos y libertades de ciudadanos europeos. La posibilidad de una intervención internacional en Cuba se tornaría más real que nunca, con Estados Unidos y la Unión Europea obligados a proteger a sus ciudadanos, como miembros que son del Pacto del Atlántico Norte (OTAN).
El Estado español tiene una deuda histórica con los cubanos, españoles abandonados a su suerte tras la firma del oneroso Tratado. La deuda histórica del Estado español con los cubanos podría estar más cerca de ser saldada con el reconocimiento de los derechos históricos de los cubanos a la ciudadanía española, porque somos en definitiva un pueblo español. ¡Es hora de volver a casa!
Soy cubano de nacimiento, pero con corazón español, algo inexplicable cuando era joven, pero al vivir 5 años en España y comparar con otros países, esa pertenencia despertó, aclaró y germinó. Además de España, he vivido algunos años en Italia y Argentina. En 2017 regresé a Cuba a cuidar de mi madre enferma, y el motivo de ir de España a Argentina fue cuidar de mi padre enfermo. Desde hace unos meses Maikel me pidió lo ayudara con la promoción y divulgación en algunos grupos, algo que acepté y hago con agrado porque me gusta todo lo que se relacione con España y su cultura. Les puedo hablar largo y extendido de cómo la Revolución cubana adoctrinó y adoctrina al pueblo obligándole a amar más a África y su cultura que a España y su cultura. Esto les parecerá difícil de creer ya que la familia Castro viene de Lugo, Galicia.
Antes de emigrar de Cuba a Europa no me percataba de este adoctrinamiento, pero al regresar a Cuba en 2017 me di cuenta de que los cubanos vivimos engañados acerca de nuestra herencia española, nuestros ancestros, en definitiva. Empiezo diciendo que, desde hace décadas, desde que somos niños se nos inculca a amar un personaje de dibujos animados llamado Elpidio Valdés, que siempre vence a los españoles al dejarlos en ridículo. En esta serie y largometrajes de Elpidio los personajes españoles son mostrados como estúpidos, incapaces, catetos e ignorantes, sin valores ni principios. Luego, los revolucionarios hacen creer al pueblo que la Revolución socialista comenzó en 1868, algo incierto ya que el mismo José Martí criticaba las ideas socialistas. Por otro lado, ha cobrado mucha fuerza el empoderamiento de la raza afroamericana en Cuba. Se ve desde audiovisuales a publicaciones de todo tipo, hoy es una imposición muy forzada que no vi cuando era niño, crecí entre afrodescendientes como iguales. Esto que digo se percibe mucho cada año cuando llega la Huella de España que trata de ser ocultada, relegada a pocas revistas informativas que transmiten en horarios laborales, ahora cuando hay festejos como Wemilere y otros eventos culturales afrocubanos son promovidos hasta el cansancio.
Soy tataranieto de víctimas de Weyler, bisnieto de un mambí que después que Weyler asesinó a sus padres, se fue adolescente a la manigua a pelear contra España, tengo muchísimas más razones que muchos revolucionarios adoctrinadores para odiar a los españoles, y siento un amor por España y su gente que no me cabe en el pecho. Prefiero amar y pasar página a viejos rencores como me han enseñado los españoles, que vivir con rencor a España como me adoctrinó la educación socialista
He conocido varios descendientes de gallegos que me dicen que tienen gustos raros para haber nacido en el Caribe, como que les gusta la lluvia y los días nublados o invernales, el mar y la montaña y que se les mueve el piso cuando ven arte y música española. Tal vez esto tendrán que investigarlo hombres de ciencias, pero al parecer hay cosas que se transmiten en el ADN de bisabuelos a bisnietos españoles. Soy descendiente de gallego y asturiano. Cuando llegué a España pensaba probar con las Canarias por el hecho de que somos isleños, pero algo me dijo: antes ve a saludar a tus primos gallegos, y esa fue mi perdición, y luego la de mi madre, nacionalizada española
Yo doy y daría mi vida por España y su gente. Desde mi llegada a Cuba no me canso de ayudar a los hispano descendientes. Ahora mismo estamos presentando junto a otro hispano descendiente un proyecto para rescatar el Centro Español de Regla que los revolucionarios tomaron convirtiéndolo en teatro para promover las congas, comparsas y bailes africanos. Me verán calladito en el grupo, pero no ausente, estoy tomando nota y retroalimentándome de vosotros para ver cómo puedo ayudar a los miles de miembros de grupos y guiarlos al objetivo común que es la Autonomía Concertada para Cuba.
Hola, soy Maikel Arista-Salado, cubano por nacimiento, crianza y abolengo (mi familia, o ramas de ella, ha estado allí asentada desde la primera mitad del siglo XVIII). Desde 2020 he asumido la presidencia interina de Autonomía Concertada para Cuba (Cuba española), organización sin fines de lucro que promueve el reconocimiento de la ciudadanía española para todos los cubanos.
Mi pasión (o casi obsesión) por saber quién soy y de dónde vengo, me ha llevado por el sinuoso camino de descubrir por qué las cosas son de un modo y no de otro, ¿por qué la relación con nuestro pasado reciente (el último medio milenio) es tan frágil que se derrumba con cualquier cuestionamiento? ¿cuánto de ese cuestionamiento lacera o se opone a la identidad construida?, ¿hasta qué punto esa construcción responde a procesos endógenos o es fruto de intereses externos?, ¿cuánto de esa imagen es expresión coherente de nuestra más íntima identidad?, ¿cómo puedo protegerme y cómo asegurar no perpetuar la mentira?
Autonomía Concertada para Cuba lidera una iniciativa que busca poner de manifiesto los valores de la hispanidad y hacerlos evidentes en la consciencia de los cubanos. Desde ACC se promueven y defienden los legítimos derechos históricos de todos los cubanos a la ciudadanía española, ilegalmente cercenada por el art. IX del Tratado de París. Y ante la injusticia y el abandono que esa expulsión supuso, ante más de un siglo de deuda y olvido, ACC ha llevado la pregunta quemante sobre la naturaleza de los naturales de Ultramar hasta las narices del Estado español. Pedimos, dentro de la legalidad vigente, de la manera más respetuosa y como mejor proceda en Derecho, un pronunciamiento del Estado español sobre la ilegalidad que supuso la desnaturalización masiva y forzosa de sus propios ciudadanos impuesta por la Paz de París. Es de justicia reconocer la ciudadanía española de todos los descendientes de aquellos españoles desnaturalizados. Estamos dispuestos a llevar nuestro reclamo a la instancia que sea necesaria, y tantas veces como ha menester. En la carta que ACC envió a Su Majestad para informarle sobre esta iniciativa no hubo miramientos en transmitirle que esa expulsión política fue «el desarraigo más vil escrito en ley».
Afortunadamente Autonomía Concertada para Cuba (Cuba española) no va desamparada. Tiene en su su acervo hombres de las tallas de José Ramón Morales y Ferrán Núñez, sobre cuyos hombros descansa toda la arquitectura doctrinal e histórica que sirve de alimento, de sustento ideológico a un empeño mancomunado por que se haga justicia en los descendientes de aquellos que tuvieron que pagar hace 125 años con una parte de su persona. Tenemos el apoyo de instituciones españolas y puertorriqueñas como la Plataforma Pro Descolonización de Puerto Rico Reunificacionistas en Acción y Adelante Reunificacionistas de Puerto Rico y España, de tal suerte que conformemos un bloque en nuestros reclamos de justicia.
¿Qué puedes hacer tú?
Si en tu fuero interno compartes este razonamiento o te parece justa la idea. Si crees que todo cubano al menos debería tener el derecho de poder optar por la ciudadanía española, vincúlate con nosotros, apóyanos en nuestras redes sociales, haz comentarios, preguntas, miles de preguntas. Necesitamos que con independencia de la opinión que tengas sobre este tema, se comprenda que el apoyo a esta causa, compartiendo nuestros videos, puede representar la libertad de millones de cubanos. No hay riesgos de decisiones colectivistas. El derecho de ciudadanía es un derecho individual, un derecho que por demás le fue prohibido a nuestros mayores, reducidos a la más abyecta apatridia porque otro grupo de cubanos quería imponer su voluntad por la violencia. Su perfidia se potencia porque al no ser suficiente el uso de la violencia propia, al querer doblegar la voluntad de todo un país por caprichos personales, sin necesidad de apelar a la razón, al ver incluso que el pueblo había votado masivamente por mantenerse dentro de España, en lugar de deponer sus armas y acatar la voluntad de la mayoría, se confabulan con una potencia extranjera para que invada el país.
En cualquier lugar del mundo eso es un delito con importantes consecuencias penales. ¡Cómo de absurda es nuestra historia, o nosotros mismos, que seguimos pensando que esos sediciosos, asesinos, megalomaníacos y necesitados de venganza personal de repente se ensalzan a la altura de héroe nacional o presidente del país por más de 5 décadas! ¿Cuánto dice eso de nosotros mismos? ¿No sería más sensato pensar que nos sale todo mal, porque nos hacemos mal la historia? ¿Tenemos claros quiénes son los héroes y villanos en la eterna novela cubana?
Y claro, el Estado de nuevo curso, con ciudadanos espurios arrancados a la fuerza sólo podrá prevalecer si cuenta una historia de triunfos contra un pasado «colonial» salvaje, envilecido, donde los cubanos no teníamos derechos. Curiosamente, la misma premisa opera a partir de 1959. ¡Es hora de volver a casa!
A los hechos concretos me remito: Nada le sonaba más a Andalucía a un andaluz contemporáneo suyo que La Malagueña, de nuestro Ernesto Lecuona. Eso solo puede suceder cuando una misma alma une en lo profundo, más allá de los detalles de superficie, a dos pueblos. Muchas otras melodías hemos dado los cubanos, tratando de ponernos en el lugar de otros pueblos, sin lograrlo al nivel de La Malagueña: ninguna otra pieza musical nuestra, por ejemplo, sería tomada por un africano, como el resumen sentimental de su región africana.
Somos, ya lo he dicho en otra parte, otra versión de la España de 1492, otra de Las Españas… sobre todo de Castilla y más que nada de Andalucía. Tan así, que aun esa subcultura negra que puja por distinguirse de la general, muchas veces mediante la importación forzada de detalles de otras afroamericanidades, esa subcultura tan difundida hoy día y no solo entre nuestros negros, y tan defendida por nuestras élites intelectuales (a pesar de que cuando nuestros defensores de la africanidad cubana esencial encuentran unos negros en cualquier esquina, a las diez de la noche, aprietan el paso con el corazón medio afuera), tiene más en lo esencial de la subcultura del negro andaluz, sobre todo del sevillano, que de las culturas originales de donde fueron arrancados a la fuerza muchos de sus ancestros esclavos.
Porque incluso no todos los ancestros de los que hoy en Cuba la opinión general tiene por negros, aparte del tatarabuelo blanco español que a ninguno le falta, procedían de la Trata. Aunque no queden muchos registros al respecto, es muy difícil de creer que no pocos de aquellos negros andaluces, sobre todo sevillanos, no estuvieran entre los muchos españoles y extranjeros que pasaron a Indias ilegalmente sin conocimiento del Rey, aunque sí de sus veniales o realistas funcionarios. Muchas veces como parte de las tripulaciones de las ingentes flotas cuyas tripulaciones siempre fue un problema completar. En cuyo caso La Habana habría sido su primer lugar de arribo al Nuevo Mundo, y donde no pocos habrían establecido de manera definitiva sus reales, para luego irradiar su influencia cultural a todas las ciudades y pueblos de la Isla (que sepa, no hay estudios que se interesen por ese sustrato de la negritud habanera, y cubana, el cual en los momentos iniciales de la colonización debió ser tremendamente importante, e influyente).
Que hay más de España, y sobre todo de Andalucía, en esa subcultura negra cubana, que de África, es evidente si se analiza su religiosidad, que sin duda ha conservado las deidades africanas, pero en cuya relación con ellas el individuo usa de unas formas mentales y una sensibilidad más propias de las brujerías mediterráneas ancestrales, de las del gitano, que de las del continente africano, antes de 1885, momento en que la penetración europea llegó a casi todos los lugares del mismo. Pero también nos queda claro si se estudiamos los códigos, las maneras y germanismos de la guapería afrocubana, más cercanos a los urbanos de los gitanos y señores de la navaja andaluza, que a los del guerrero rural de África.
Si bien en Cuba la expresión de que, «quien no tiene de congo, tiene de carabalí», posee un alto grado de veracidad, la alternativa de que quien no tiene de andaluz o isleño, tiene de gallego o catalán, es todavía más cercana a la realidad, porque es casi imposible encontrar hoy en Cuba alguien que por su apariencia sea tomado por negro, que no tenga una buena cantidad de ancestros españoles, incluidos blancos. De lo cual los estudios genéticos dan sobrada cuenta.
Suele pasar desapercibido, como mismo a los peces suele pasarle con el agua en que nadan, o a nosotros con la atmósfera que respiramos: en Cuba hablamos español, con una norma muy cercana a la andaluza, y casi igual a la de las Canarias. En Cuba no hablamos arawaco, ni yoruba, ni congo, ni carabalí… lenguas estas últimas que, por cierto, son usadas en la mayoría de las ceremonias religiosas afrocubanas de una manera que es muy poco probable le permitan al sacerdote comunicarse con sus deidades, si estas se mantienen tan africanas como en el momento en que el primer habitante de África fue arrancado de su tierra, para traerlo a Cuba. Esa comunicación sería tan difícil, como a un inglés le resultaría el conseguir entenderse con un Miguel Díaz-Canel, empeñado en usar esa lengua…
La labor de reconocer la ingente influencia africana en la cubanidad, comenzada más o menos en la década del veinte del siglo pasado, por nuestros intelectuales más preclaros, estuvo y está muy bien, dada la práctica general anterior de negarla, o de excluirla al gueto al que se apartaba al negro cubano. Mas pasar de ahí al otro extremo, como muchos de nuestros intelectuales posteriores y algunos políticos y sectores sociales han querido hacer, al pretender que la principal influencia cultural en Cuba procede de África, y no de España, es un disparate que cualquier análisis desbarata al instante. Como también sucede con ese otro intento, de un sector de los negros cubanos, sobre todo habaneros, de crearse una cultura propia más de África que de Europa. Porque como ya hemos visto incluso esa subcultura propia del negro, aunque hace mucho no exclusiva de él, en definitiva tiene más raíces en las grandes cantidades de morenos que habitaban Andalucía en el tránsito del siglo XV al XVI, que en las masas de esclavos aculturados, arrancados violentamente no sólo de sus tierras, sino de la proximidad de otros miembros de su tradición y cultura en la finca, el taller, el servicio doméstico esclavista, donde la práctica era mezclar a los esclavos de las más diferentes procedencias, para evitar la solidaridad entre ellos.
En fin, que sólo cabría admitir que Cuba es más que nada África si diéramos por cierta aquella afirmación de Teófilo Gautier, tan ampliamente creída hasta hace una generación por la mayoría de los gabachos, de que «África termina en los Pirineos».
En esta edición especial de «Cuba española, semanario documental», explicaré algunos detalles de la demanda judicial que hoy espera sentencia de la Sala de lo Contencioso de la Audiencia Nacional. Si bien es un tema histórico, tiene sin embargo una absoluta vigencia para “la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. La nación española podrá ser una, pero en ella habitan almas muy diversas: las almas españolas, ora peninsulares y metropolitanas, ora en sus más caprichosas municipalidades, las africanas de Ceuta y Melilla, las insulares de Canarias y Baleares, o bien las ultramarinas de Cuba y Puerto Rico, todas españolas, todas de la misma naturaleza, hoy prácticamente desconocida y traicionada por intereses acumulados contra España, cuyo germen inmediato puede ser la imperiofobia, pero puede estar también en la narrativa común que intenta explicar los procesos de independencia de la América española, que para justificar su misma existencia, sus métodos, falta de apego al Derecho e incuestionable fracaso en todos los órdenes de la vida lícita, tiene por fuerza que anclarse en una España diabólica, explotadora, y sanguinaria. El Tratado de París no solamente hizo ley internacional el despojo de territorios que nunca habían sido otra cosa que españoles, sino que además cercenó lazos ancestrales de sus habitantes, también españoles, que en su inmensa mayoría y durante cuatro largos siglos tampoco habían sido otra cosa. A 125 años de la expulsión de los españoles de Ultramar del seno de la patria, nosotros, sus descendientes, reclamamos justicia.
¿Para qué sirve Autonomía Concertada para Cuba, Inc. (ACC)?
ACC nace de un profundo compromiso con el futuro de nuestra nación común y el bienestar de sus gentes. En un mundo donde el cambio es constante, creemos firmemente que toda transformación sostenible se arraiga en dos pilares fundamentales: el conocimiento y la acción.
El conocimiento, en su esencia, es la luz que disipa las sombras de la ignorancia y el temor. Es a través del entendimiento profundo de nuestra historia, nuestra cultura y las realidades contemporáneas que podemos esbozar el camino hacia adelante, tarea ardua en grado superlativo. De ese pozo de conocimientos hay que apartar el misticismo, la magia y otras burundangas que han condicionado, y condicionarán por muchas generaciones nuestra percepción colectiva del mundo, y de nosotros mismos, pero también la que hemos construido de nuestros mayores. Como dije en una ocasión, ACC se dedica a fomentar este conocimiento, no solo como una acumulación de datos, análisis, fuentes documentales, sino como una comprensión empática y crítica de nuestras circunstancias, permitiéndonos soñar con audacia y planificar con prudencia.
Pero el conocimiento por sí solo es como un faro sin luz si no se acompaña de acción. Por eso, la acción es nuestro segundo pilar, igualmente vital. Es la mano extendida que transforma las ideas en realidad, la voluntad que convierte los sueños en logros tangibles. Mediante acciones legales, iniciativas legislativas, o la tutela judicial efectiva de derechos fundamentales en el marco de la Justicia europea, ACC promueve activamente la denuncia, anulación o derogación del art. IX del Tratado de Paz, firmado en París el 10 de diciembre de 1898, por el que España fue obligada a decretar la desnaturalización masiva y forzosa de ciudadanos españoles originarios, un acto ilegal, inconstitucional y de lesa patria, que privó de un derecho fundamental a millones de ciudadanos españoles de origen y lastró sus destinos y los de sus descendientes.
Mediante acciones educativas en todos los espacios de la sociedad civil, conferencias, participación en eventos académicos y de negocios, la defensa de los legítimos derechos de todos los cubanos a nuestra ciudadanía histórica: la española. ¡Es hora de volver a casa!
En este número, exploramos el estado actual del proceso judicial contra el Estado español, que busca la declaración de nulidad de dicho artículo por vulnerar el derecho fundamental a la ciudadanía, de tradición inveterada en la práctica jurídica española, consagrada en el texto constitucional de 1876, hecho extensivo a las Antillas en 1881, y para fines del siglo XIX, el espinoso tema de la ciudadanía, y en especial los deberes de protección que por este derecho le vienen impuestos al Estado español han aguzado de manera significativa el corpus normativo y el aparato doctrinal sobre el que aquel se erige. España no es ajena en ningún momento al despojo al que Estados Unidos la obliga, sin atender a normas elementales del Derecho Internacional.
En sucesivas entregas que publicaré en este semanario documental, tocaremos con especial detenimiento, los argumentos legales, los testimonios históricos y las implicaciones contemporáneas tanto del Tratado de París, como de una eventual denuncia o abrogación de su artículo IX, que ahora mismo pende en la Audiencia Nacional. Este semanario se sumerge en las capas de un debate que no solo es jurídico, sino profundamente humano, al destacar la terrible situación de abandono de aquellos cuyas identidades fueron borradas por la pluma de los tratadistas. Acompáñenos en este viaje que reclama justicia y memoria, a más de un siglo de deuda y olvido de un capítulo oscuro en nuestra historia compartida.
Los antecedentes
Ni bien hubieron firmado aquellos comisionados españoles y norteamericanos la onerosa Paz de París, intelectuales españoles de reputadísimo prestigio no tardaron en hacerse escuchar contra ese instrumento jurídico, incluido el propio Eugenio Montero Ríos, presidente del Senado español y de la comitiva enviada a París. Pero quizá el que con mayor fuerza se opuso durante el resto de su vida fue don Rafael María de Labra y Cadrana (1840-1918), ilustre español de Cuba, diputado a Cortes, autonomista y abolicionista. Aun después de ver cómo todo por lo que él había luchado durante su vida adulta era disuelto de un plumazo, no cejó en denunciar siempre la monstruosidad, e ilegalidad del artículo IX, al no reconocer como españoles a los naturales de Ultramar, y obligar a los de la península a inscribirse en un registro como condición para mantener su ciudadanía.
El tema parece haber caído en un olvido temporal, enterrado por las propagandas nacionalistas que no querían (ni les convenía) ventilar este asunto. Muertos además los que con tanto vigor defendieron los derechos civiles de las personas naturales y residentes en las posesiones ultramarinas, pues poco más podía hacerse. A mediados del siglo XX en Puerto Rico resurgen argumentos que sostienen la teoría de la nulidad del Tratado de París. Pedro Albizu Campos, por ejemplo, contrario al estado de ocupación imperante como resultado de la invasión norteamericana en 1898, fue un defensor de la naturaleza hispana de los puertorriqueños y su desconocimiento era ilegal por las autoridades de EEUU.
A inicios de este siglo, aparece en la escena don José Ramón Morales (1954-2012), quien ganó atención mediática con sus cuestionamientos sobre el relato oficial de la historia de Cuba, y abogar públicamente por la reincorporación a España, y logró incluso que algunos carteles aparecieran en la ciudad de Madrid. Su idea, o sus ideas, plasmadas en su blog Cuba espanola, y en un puñado de videos publicados en Youtube, cobraron una fuerza tan inesperada que hasta la tiranía cubana tuvo que salir al paso y en lugar de debatir con ideas, respondieron con su tradicional técnica de insultos, injurias personales, etc. Fue así como yo conocí de José Ramón Morales, y aquí te dejo uno de esos demoledores videos.
El escritor cubano Ferrán Núñez, residente en Francia, creó en 2012 la asociación sin fines de lucro Autonomía Concertada para Cuba, inscrita en el registro francés de asociaciones. Su obra es referencia obligada para obtener argumentos históricos que puedan rebatir el mito fundacional cubano, o como yo le llamo “el cuento de la malanga”. En ese año se organizó una petición en internet que consistía en una carta al rey que nunca prospetó porque el rey no tiene responsabilidad, como que reina, no giberna en el sistema de la democracia moderna; no obstante la iniciativa de ACC en Francia, bajo la dirección de Ferrán Núñez logró más de 2000 firmas. Su libro, Una guerra española contra los salvajes no solamente aporta datos, análisis, puntos de vista interesantes y novedoso, sino que ofrece por primera vez una arquitectura histórica de rigor, un relato que explica una realidad que los cubanos hemos conocido solo a medias.
Para julio de 2020, después de debatir ampliamente y conectar ideas entre nosotros, Ferrán consideró que era hora de pasar el batón y me preguntó si me haría cargo, interinamente, de Autonomía Concertada para Cuba, y aquí estamos cuatro años después.
¿Qué puedes hacer tú?
Si consideras meritorio el trabajo que realiza ACC, asociación que por añadidura ostenta el blasón de ser decana de la hispanidad, y si aprecias que nuestra labor debe proyectarse hasta que todos los cubanos sepan que nuestra ciudadanía originaria, la española, fue ilegalmente conculcada, y que sus descendientes deben ser reconocidos en la condición de sus mayores, por favor, comparte este correo con amigos, familiares y conocidos, involúcrate con la asociación si eres miembro, y sino, considera una membresía. Haznos preguntas, miles de preguntas, todas las que quieras. Por último, es incómodo, pero necesario recordar que la asociación se sostiene únicamente con sus donaciones, y que hay costos de operación, empleo de recursos, etc., a los que no puedo hacer frente solo. Podremos hacer en la medida en que podamos disponer de los recursos necesarios para proyectar una voz respetuosa, pero contundente, madura y razonable en sus peticiones. Apoya con lo que puedas, todo es bienvenido. Puedes realizar tu donación pulsando en los enlaces inferiores, y gracias de antemano.
Si no naciste en Cuba, en la Cuba que se proclama socialista y solidaria, entonces cállate la boca por respeto y no intentes defender su sistema político desde la comodidad de tu teléfono o detrás de una computadora.
No sé dónde habrás nacido, o qué traumas tuviste en tu infancia, pero no me defiendas a Fidel Castro y a sus huestes de comuñangas resentidos y envidiosos si no naciste en Cuba.
No importa cuántos libros te hayas leído ni cuántos documentales hayas visto. El socialismo, el comunismo, el castrismo o cualquier combinación letal de todos esos sistemas no se aprende con un libro o con una película. Eso se sufre, se padece, se malvive. Y si no naciste en Cuba, entonces no puedes ni tienes absolutamente razón alguna para defender semejante ideología represora.
Si no naciste en Cuba, no sabes qué es ver la leche de vaca como un lujo, o un pedazo de carne, o un simple chocolate. Si no naciste en Cuba, como yo, hace 53 años, no tienes idea de cuántos inventos he visto desfilar ante mis ojos, ni de otros tantos que ocurrieron antes de mí.
No sabes qué es irse a la cama con hambre, con un vaso de agua con azúcar solamente, o sin ella, y no querer despertar para evitar pedir comida. No sabes qué es tener una sola muda de ropa, no poder escuchar música en inglés, tener que callarte la boca y no poder decir lo que piensas.
No sabes qué es verse obligado, desde pequeño, a adorar al esperpento maligno de Fidel Castro, o a gritar como dementes ¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!, alabando a un ser maloliente y asesino que disfrutaba con el dolor y el sufrimiento de sus víctimas.
No sabes qué es una historia tergiversada y manipulada, hechos horribles provocados por el castrismo para culpar a los Estados Unidos y, de paso, incentivar un odio irracional en la población para creerse que había un enemigo real que nos atacaría en cualquier momento.
No sabes qué es verte impedido de viajar por tu propio «gobierno», al que nadie eligió, ni tener que agradecerle «bondades» como una libreta de racionamiento, hospitales maltrechos y sucios, escuelas destruidas que son laboratorios de política y lavado de cerebro.
¿Cómo te sentirías al levantarte sin luz, o con el sobresalto de que vendrá o se irá en cualquier momento? ¿Qué pensarías al abrir tu refrigerador vacío, o tener que correr para coger una guagua que te llevará, sudado y grasiento, hasta un puesto de trabajo donde recibes una burla de salario a fin de mes? ¿Te haría feliz pensar nada más en la comida y en la ropa porque no tienes espacio físico ni espiritual para más nada?
¿Dime cuál de tus vecinos, por odioso y pesado que sea, te ha lanzado huevos, te ha agredido con palos y te ha injuriado hasta la saciedad solo para sacar un odio innato pero también promovido desde la cúpula castrista?
Si no naciste en Cuba, ten un poco de respeto por los más de 1000 presos políticos que mueren en sus cárceles, y por todas las víctimas del castrismo a lo largo de 65 años, por los plantados y las plantadas, que se resistieron a claudicar y que enfrentaron a Fidel Castro únicamente por convicción. Ten un poco de pudor por los que murieron torturados o se suicidaron en las UMAP, orquestadas y dirigidas por el Che Guevara y Castro. Ten un poco de vergüenza por todas las personas asesinadas, fusiladas, encarceladas en la fortaleza de La Cabaña; y por los miles que se lanzaron al estrecho de la Florida y quedaron en sus aguas, por las madres y padres de esos cubanos; por los miles que murieron en Angola en una guerra sin sentido; por los otros miles que fueron entrenados en suelo cubano, con la complicidad silenciosa de muchos de ustedes en el exterior, para formar guerrillas y grupos terroristas en toda América Latina, que desestabilizaron la región durante décadas.
Yo no nací ni en Venezuela ni en Nicaragua, ni en Chile ni en Colombia. Yo nací en Cuba, y sé que el régimen de mi país utilizó a todos esos países, y a muchos más, para exportar su revolución de mierda e inundar de bazofia socialista la mente de los más blandengues, vagos, resentidos e inadaptados que se proclaman de izquierda. Tú no eres de izquierda. Tú eres un idiota, un aprovechado social que no quiere trabajar. Y si tienes una vida acomodada y tus necesidades cubiertas, entonces también sabrás que nada de eso te lo ha dado la izquierda ni el socialismo.
Por esos niños que ya nacen condenados, por la desesperanza que sienten, por sus padres, por la miseria a la que son expuestos, por la destrucción física y espiritual del pueblo cubano, ten un poco de respeto y no defiendas al castrismo. ¿Por qué no te animas a dejar tu entorno y aterrizas en Cuba para siempre? Yo conozco un lugarcito, un solar en Buenavista, La Habana, que te dará experiencias solo posibles en un sistema represor y miserable como el cubano. Te prometo, te juro que no durarías ni tres horas ahí, pero solo así, viviendo y malviviendo lo que yo soporté, quizás podrías comenzar a sacudirte la idiotez que te embarga y abras los ojos ante los horrores del socialismo.
Texto e imagen publicados originalmente el 10 de abril de 2024 en la red social X, perteneciente a Cuba con H de Ortografía (@CubaOrtografia), enlace original a pie de artículo. El texto se reproduce íntegramente.
Podrá parecer un cliché, una idea trillada, pero todos tenemos derecho a una opinión, por inverosímil que sea. Aquí doy la mía, como siempre, anclada en el pragmatismo. El tema de Cuba, o mejor dicho, el trauma de Cuba, el problema de Cuba, la crisis de Cuba no se va a resolver a través de Estados Unidos ni con ninguna intervención militar o humanitaria. Está más que demostrado, tristemente demostrado, que Estados Unidos no va a atacar a Cuba, aterrizar en Cuba ni invadir Cuba. Puede que sean cómplices en muchas áreas, desde la ayuda monetaria de la familia Rockefeller a Fidel Castro en la década del 50, o a través del apoyo que le negaron a Batista para confiar en el nuevo «hombre fuerte» del M-26-7. En cualquier caso, no es asunto de Estados Unidos resolver y eliminar el karma que seguiremos pagando por la ignorancia, la complicidad y la manipulación que permitimos ante los pies del engendro maligno. El tema de Cuba; y vuelvo a corregirlo, el trauma de Cuba, infinitamente en bucle, lo tendrán que resolver los cubanos, dentro o fuera de la Isla. No hay una sola organización internacional que sirva, que tenga vergüenza y en la que podamos apoyarnos para pedir asistencia. La ONU debería volar en pedazos como el PCC. Han sido unos esclavos miserables, e innecesarios, de la dictadura castrista durante décadas. Han inflado todas las estadísticas, han mentido al mundo propagandizando un sistema médico y educativo falso y fallido, han cerrados los ojos ante las denuncias continuas de los desmanes y crímenes bajo la égida de Fidel Castro. Ni la ONU ni la OEA, ni la Unión Europea ni ningún Parlamento hará nada concreto por Cuba. Y repito: no tienen por qué hacerlo. Incluso si tuvieran un comportamiento más certero, o si hubiese fuertes pronunciamientos desde sus sedes, la responsabilidad final es de los cubanos. Hay quien sueña con una Cuba libre, con una Cuba reconstruida y recuperada, con una Cuba que avanza y progresa. Soñar no está mal, en lo absoluto. Pero mucho cuidado con los sueños, que millones de cubanos comenzaron a soñar en 1959 sin sospechar que todo se volvería una gran pesadilla. Para que las cuatro letras del país donde nacimos vuelvan a retumbar no bastará con encarcelar a Canel, arrastrar a Raúl, escupir ante la piedra de Fidel, fusilar a todos los militares y policías manchados de sangre, enjuiciar a todos los chivatones de los CDR y destruir cada uno de los vestigios estatales que han dominado la vida en la Isla desde hace 65 años. ¿Cómo se reconstruye una nación sin pueblo, una sociedad sin valores, una población sin educación, unos símbolos patrios maltratados y mal usados? ¿Cómo se rehace un país irreversiblemente adoctrinado y se arranca de raíz la envidia del ADN del cubano? ¿Cómo borrar de la mente y del espíritu el sentido de escasez, de miseria humana, de justificar un robo con «resolver» y de dividirse en un abismo de ideología y política? ¿Cuántos muertos más harán falta para que acaben de alzar los brazos y recojan una bandera que languidece, apenas sin color, injuriada y vapuleada desde ambas partes, desde el exilio y desde la cueva del castrismo? ¿Cómo deshacernos del fanatismo político, ciego, febril e histérico que sigue despertando pasiones y mucha ira en todas partes, desde el «comecandela» idiota que se rasga la piel gritando ¡Fidel! hasta el cubano supuestamente libre en el exterior que pretende subirse al pedestal más alto de los «patriotas» del Olimpo? Somos un caos, una masa amorfa de sentimientos hundidos, un esqueleto de dignidad, una raza enclenque de cobardía y amoralidad. Yo no tengo pelos en la lengua. Nunca los tuve, y nunca pedí permiso para decir lo que siento. Más de uno, en algún momento, se habrá avergonzado de sentirse cubano, de saberse cubano, de haberse visto obligado a convivir con gente miserable y envidiosa. Y no toda la culpa de ese sentimiento es debido al régimen castrista, sino a la confabulación y el contubernio de millones de cubanos a lo largo de la historia. Si quieren seguir con la historia boba de que Fidel Castro engatusó, ilusionó y engañó a los cubanos con sus ideas o de que traicionó los ideales de mucha gente, pueden hacerlo. Quizás era entendible en 1959, en 1960, en 1970, hasta incluso 1980, a pesar de que ya para esa última época los muros de La Cabaña no aguantaban un disparo más, las mazmorras de Isla Pinos estaban manchadas de la sangre de los plantados, las UMAP se habían cobrado varias víctimas, los homosexuales casi no podían salir a la calle, la universidad se quedó solo para los «revolucionarios», más de 125 000 se fueron del país bajo los gritos frenéticos y las agresiones de sus vecinos… Y no hablo de las expropiaciones y las confiscaciones, la censura, el robo, el destierro, la prohibición de las Navidades y la religión, el llamado «diversionismo ideológico» y la persecución política. Dejamos que nos robaran la libertad. Y fuimos conscientes de eso, idiotamente conscientes. Todavía en los 90 había cretinos que defendían a la «Revolución», otros tantos desmemoriados que regresaban bajando la cabeza ante su «Revolución», otros a los que la nostalgia no los dejaba separarse de su «Revolución», muchos otros, cretinos también pero más inteligentes, que continuaban apoyando a su «Revolución» con el refrigerador lleno de comida, un techo digno donde guarecerse y todas las necesidades resueltas, que no pudieron encontrar solución dentro de la «Revolución». Cuánto desearía equivocarme. Pero mi cuartucho del solar en Buenavista; las noches de insomnio por los mosquitos, los apagones o el hambre; la discriminación sistémica; las vicisitudes y la hipocresía de mi entorno me enseñaron a no perderme entre tantas ilusiones, a no languidecer en el anhelo infinito de lo inalcanzable. ¡Ay, Cuba! ¿Hay Cuba?
Un artículo de Sotero Figueroa Hernández (Ponce, 1857-La Habana, 1923) publicado por El Camaguey en conmemoración de triste efeméride me hace saltar de mi silla e interrumpir mi descanso vespertino. Pongamos el texto en contexto. Un artículo que se deshace en toda clase de loas, arrumacos y carantoñas a la reunión en Guáimaro de un puñado de españoles separatistas y anexionistas, naturalizados muchos de ellos como norteamericanos, un día como hoy de 1869. Esos individuos, sin el consentimiento claro y expreso de ningún mandato popular, se arrogan la capacidad de ser los nuevos interlocutores de una nación cubana que se acababan de inventar. Y, ¡cómo no!, también con bandera, con dos por falta de una, y ambas de origen extranjero, y ambas derrotadas. Una fue la que Céspedes había alzado en su trapiche y que peregrinó con los alzados hasta el poblado de Yara. Para dejar clara su autoridad, rápidamente se endilgó el ampuloso título de capitán general, y así publicaba sus decretazos desde Manzanillo o Bayamo.
¿Cuál libertad de cuáles esclavos? Para manumitir a un esclavo la primera condición para que ese acto sea válido es que quien manumite sea el dueño. No se puede disponer de algo que no es de su propiedad, y el arruinado Céspedes, ni de esos esclavos era dueño, por lo tanto, no podía legalmente manumitirlos. Por otro lado, y tomando las palabras de José Ramón Morales, no fue una libertad incondicional, sino que sencillamente les cambió el trabajo, ahora eran soldados de la nueva y flamante patria a la cabeza de la cual se encontraba Él (así mismo, como en el poema de Tula). Varios historiadores recogen, pero no comentan, el curioso hecho que el Capi, después de la simulación de la toma de Bayamo, se hace entrar a la parroquial mayor bajo palio y con su banderita detrás. El origen está en una antigua costumbre española. Las Leyes de Indias disponían que cuando los reyes visitaban una iglesia por primera vez debían hacerlo bajo palio, y ellos ir delante, porque sólo Dios precede a la Majestad. La entrada de Céspedes a la parroquial mayor es un claro mensaje que quien va ahí bajo ese palio vale tanto como un rey, es un rey, es Jefe de Estado. Y no tardaría mucho la Majestad de Don Carlos Manuel en agobiar a esa república fragilísima creada en papel, un día como hoy, en el poblado de Guáimaro, en el año de nuestro señor de 1869. Y no tardaría mucho esa republiqueta en expulsar al incómodo presidente con ínfulas de rey.
Los reunidos en Guáimaro algo sabrían del origen oscuro de aquel trapo cespediano, que decidieron en su lugar adoptar otro trapo no menos oscuro tampoco, pero que tenía al menos dos mártires reconocidos: el general de origen venezolano Narciso López, y el abogado camagüeyano Joaquín de Agüero y Agüero, el autor de un documento escrito en Puerto Príncipe, en inglés y firmado el 4 de julio de 1851 con el título Declaration of Independence, que pone a Cuba inmediatamente “under the auspices of the United States of America”. La bandera de Narciso López, reconocida hoy como símbolo de toda la nación —aquello de: “el que no quiere tres tazas…”— había sido rechazada y rendida por la población de Cárdenas en abril de 1850, y rechazada nuevamente en Puerto Príncipe con la Declaration. ¿Cuántas veces hay que decirle a los que insisten machaconamente que la bandera esa, y por extensión ellos, sus ideas, y su violencia, no son bienvenidos?
Continúa Figueroa Hernández, que poco le ha faltado para decir que se abrieron los cielos y bajó una paloma en el momento en que aquellos santos varones firmaron el documentucho, “se reúnen los padres revolucionarios, y legislan, y acuerdan la Constitución sencilla, diáfana, consistente, que proclama los derechos del hombre y echa los cimientos indestructibles de un pueblo soberano e independiente”. ¿Hasta dónde puede llegar tanto triunfalismo? En lugar de ensalzar este día con un artículo que poco o nada aporta en la situación en que Cuba está hoy, no debe perderse la oportunidad para reflexionar sobre la legitimidad que tenía un grupo de terratenientes esclavistas y traidores, incapaces de ser más competitivos que el Occidente, y que, a golpe de rabieta pueril, deciden darle candela a toda señal de progreso económico. Cuando la solución es la violencia y la represión, algo anda mal. Y no voy a prestarme con mi silencio cómplice a apoyar una idea que es profundamente violenta y que este país no debería volver a ver jamás. ¿Quiere decir Figueroa Hernández que antes de ese documento no existía en los dominios de España ni la más remota idea de derechos? ¿Quiere decirme que fueron esos terratenientes esclavistas y traidores los que tienen la legitimidad para hablar de derechos?
Continúa Figueroa Hernández con esta joyita: “Pudo la poderosa fuerza de la metrópoli egoísta, prolongar la lucha diez años, primero; pudo, después, acordar un pacto leonino por el que se logra la suspensión de hospitalidades (sic): pero no pudo arrancar de la conciencia cubana los principios encarnados en la Constitución de Guáimaro”. Mire usted, señor mío, o mire usted, señor editor de El Camagüey, si duró diez largos años no fue por causa de España. Aquí España es la agredida por los bandoleros llamados revolucionarios. Y una vez ajustada la paz en el Zanjón, el documentucho de Guáimaro fue lo primero que el pueblo cubano tuvo el tino de arrancar, y lo primero que afortunadamente pudo olvidar. Me disculpo por repetirme, pero voy de nuevo: el Pacto del Zanjón tiene infinitamente más méritos que Guáimaro, y mucho más mérito que todos los actos violentos que siempre han sido iniciados por los seguidores de Céspedes. El pacto, el entendimiento, la paz, siempre, siempre tienen mayor valor cívico que la violencia, que el despojo, que la expropiación y la inseguridad. ¿Cómo es posible que todavía hoy la moral cubana no condene ese tipo de violencia, que sigamos teniendo como referentes a personajes que no han hecho otra cosa que imponer sus voluntades, arrastrar a un pueblo entero a guerras fratricidas sin un claro fundamento ideológico? El Pacto del Zanjón es un hecho histórico del que todos los cubanos podemos sentirnos orgullosos. El entendimiento siempre tiene más valor que la porfía vacua.
Cuba vive hoy una desgracia que se alarga y no parece tener fin, y de lo único que espero sirva es para que los cubanos podamos entender que la independencia de poco o nada sirve si no se es libre. Ahora existe un Estado soberano llamado República de Cuba, que nació además con ciudadanos adquiridos ilegalmente, porque fueron obligados a la nueva nacionalidad al no ser reconocida su nacionalidad de origen, la española. Y hoy, sus descendientes, además de no ser libres, tienen que huir tan rápido y lejos como humanamente puedan porque además, la tiranía los mata de hambre. Los ciudadanos cubanos de 1902 fueron adquiridos de mala fe. En efecto, el oneroso Tratado de París, impuesto por los Estados Unidos a petición de ese mismo grupo de seguidores de Céspedes, desconoció la naturaleza histórica de sus habitantes, que no habían sido otra cosa que españoles, y desconoció la naturaleza del territorio, que no ha sido otra cosa que español durante cuatro siglos. De un plumazo los españoles naturales de Ultramar vieron reducido su derecho de nacionalidad a la nada misma, y sometidos contra todo Derecho al nuevo Estado. Hoy, a 125 años de ese oneroso tratado, los descendientes de esos españoles ultramarinos que aún habiendo luchado por España fueron desnaturalizados, pedimos justicia en los tribunales españoles. Hemos solicitado la nulidad del art. IX, por declaración de inconstitucionalidad, y que se nos devuelva nuestra ciudadanía española. Con una decisión favorable que esperamos en las próximas semanas, esperamos que el 90% de la población cubana pueda acceder a la nacionalidad de sus mayores, injusta e ilegalmente cercenada. ¡Es hora de volver a casa!