Por: Zoés Valdés
Y… En cuanto a lo de Cagonia, ex Cuba, no mantengo consenso con nadie ni por nadie. Pero hace unas noches conocí a Antonio Rodiles y a Ailer González Mena, dos personas inteligentes, al menos eso me parecieron. Con Rodiles, como dije en el programa de Jaime Bayly, me pasó como con Donald Trump (Moñeta), me cayó muy mal desde el inicio (mis razones tenía, equivocadas algunas), y después he ido atenuando esa opinión, porque uno está en el derecho de sentirse en contradicción con uno mismo. Lo que no quiere decir, ojo, que Rodiles sea como Trump. Primero, no es multimillonario, como quisiéramos todos serlo, al menos yo. Y tampoco, por el momento, es presidente, aunque él a lo mejor lo ansíe un día, y yo en mi caso para nada.
Rodiles se ha atrevido a opinar a contracorriente de los que quitan y ponen divas y divos en la ya larguísima e interminable conga cagonia del exilio, y entonces le han caído encima los de siempre y también los que llegaron hace diez segundos con sus fantochadas de toda la vida. En eso compartimos mesa, en eso y en poco más. No en mucho más, subrayo. Rodiles cree; yo, como que ya no. Rodiles al menos apoya a algunos de los que yo espero algo, en eso sí. Rodiles y Ailer quieren sacar a un pueblo inepto a las calles en contra del régimen (a no ser que le sitúen unas cuantas pipas de láguer o de ron como guía), ya quisiera yo, pero todavía no veo el fin ni estoy a la altura de esos sueños vanos, ah vana! Aghr, La Habana! Drones, drones, drones. ‘Napalm redentor’, que diría Félix Antonio Rojas.
No quiere decir que confíe en Rodiles y en Ailer, no confío en nadie. Sólo confío en los gatos, también lo afirmé en el programa de Bayly. Pero. Ese pero con punto de Juan Abreu. Alrededor de Rodiles y de Ailer ha habido recientemente muertes raras, como para infundirles miedo, y ellos continúan sin amedrentarse, y eso lo respeto. A lo que habría que añadir que no han usado esas muertes para su rentabilidad personal, y eso lo respeto todavía más.
Todavía no sé quiénes son Rodiles y Ailer. Ayer el primero estuvo en mi lectura de poemas con José Abreu Felippe, en medio de la ausencia de muchos que lo critican a él tanto como a mi (por cierto, rara también la ausencia de aire acondicionado en el recinto, ya estoy acostumbrada a estos “desperfectos” de última hora). Sé y aprecio lo que su presencia en mi lectura significa: para mi un gran gesto, para él echarse al hombro nuevos enemigos, innecesarios y gratuitos.
La democracia pasa sobre todo por otorgarle tiempo al tiempo, como él mismo me ha escrito –aunque tengamos poco tiempo en nuestro caso, cada vez menos-. Pero no quiero cerrar sin antes anotar esta observación: el hecho de que ambos levanten la voz a riesgo de perder lo que otros devoradores se matan por obtener también les añade mis respetos.
No pretendo defender a nadie ni tampoco ir en contra de nadie si algo no me escuece. Observo y opino. Cumplo con mi derecho. Y al que no le guste: Laxagar.
No hay peor lugar común que uno mismo
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