«Mourelle nació en 1750 en San Adrián de Corme, que entonces era una pequeña aldea pesquera y hoy en día es un apacible pueblecito mariñeiro en plena Costa de la Muerte. Es de suponer que ya de crío salía a navegar en esas peligrosas aguas, porque con tan sólo trece años, siendo un adolescente, sintió que había llegado el momento de hacer grandes cosas entre las olas. Sin embargo, sus padres, unos sencillos pescadores, no tenían el dinero suficiente para pagar el costoso ingreso en la Real Compañía de Guardamarinas de Cádiz. Ese era el camino formal para llegar a obtener el mando de una embarcación militar y poder recorrer los océanos, pero estaba reservado a aquellas personas que bien gracias a su apellido o bien gracias a la generosa bolsa de su familia podían afrontar el coste de la institución gaditana, la encargada de formar a algunos de los mejores navegantes de la época.
Quizá otro habría renunciado, pero Mourelle (que, insisto, no olviden que tenía sólo trece años, una edad en la que muchos críos de hoy en día sólo sueñan con ser youtubers) no dio su brazo a torcer. Finalmente consiguió el ingreso en la Academia de Pilotos de Ferrol, un centro menor que en teoría solo le permitiría ser un oficial subalterno en alta mar, pero que al menos le daría permiso para subirse en alguno de los imponentes buques de la flota real. Y a partir de aquí, el talento de Mourelle empezó a dispararse.
En sólo tres años ya tenía el título de piloto bajo el brazo y al poco tiempo de licenciarse con honores -su expediente, que aún hoy se conserva, está lleno de halagos de…»
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