Acuden para no ‘señalarse’ y quedar bien con su centro de trabajo
Ya es habitual que la autocracia castrista secuestre actos religiosos, deportivos o musicales para su propio beneficio. Sea una misa papal o un concierto de Juanes
Iván García Quintero
“Ya es habitual que cuando el gobierno se les ocurre montar una marcha o un evento multitudinario, las guaguas dejan de funcionar. Desde la medianoche del 19 de septiembre, el servicio de transporte público en La Habana se interrumpió.
Aunque la visita del Papa Francisco es todo un acontecimiento, el omnipresente control social que ejerce el Estado hacia sus ciudadanos le restó espontaneidad.
Cuando comenzó a ejecutarse la música coral sacra en el improvisado escenario frente al Teatro Nacional, flanqueado por la estatua de mármol de José Martí y una holografía del Che en el Ministerio del Interior, Yordanka y varias amigas con fotos de Jorge Mario Bergoglio y banderas amarillas y blancas del Vaticano, se pusieron a rezar en voz baja La liturgia de la palabra. Lo hicieron leyendo un plegable repartido por entusiastas voluntarios de la Iglesia Católica.
“Por supuesto que creemos en Dios. También en las deidades afrocubanas, como casi todo el mundo en Cuba. Mis compañeras y yo no vinimos tanto por devoción como por cumplir con ETECSA, nuestra empresa. A los que asistimos nos dieron una merienda y un refresco, que algunos después venden en 40 pesos”, confiesa Yordanka.
La presencia de agentes de la policía política vestidos de civil era evidente. Radioteléfonos en mano, miradas nerviosas a su alrededor,musculaturas forjadas en gimnasios y manos deformadas por la práctica de artes marciales, los delataban.
También fueron convocados cientos de miembros de las asociaciones del combatiente, una entidad paramilitar que suele participar en actos de repudio y golpizas a disidentes. Horas antes de comenzar la homilía, decenas de opositores y Damas de Blanco fueron detenidos o se les prohibió acudir a la ceremonia.
Antes de que el Papa Francisco terminara su breve homilía, cientos de personas comenzaron a marcharse rumbo a sus casas. Y es que intentando quedar bien con Dios y con Castro, el cubano que desayuna café sin leche siente que es un actor secundario en esta historia.