Las compañeras Felicidad y Lulo del Central Fe, Camajuaní, Cuba

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Foto: El Central Fe, Camzajuaní, Cuba.

París, 13 de marzo del 2019.

Mi querida Ofelia,

En un día como hoy «Manzanita» vivió su primer y único día de gloria, desde entonces, bastante agua -sucia- ha pasado por debajo de los puentes de La Habana.

Ya hace un mes que pasó el día de San Valentín, si el pobre santo hubiera sabido que no sólo iba a ser el patrono de los enamorados sino también de los mercaderes del templo, no sé lo qué hubiera hecho.

Aquí prácticamente al día siguiente del Día de Reyes, comenzaron a decorar todo con corazones y Cupidos, hasta los sellos de correos eran en forma de corazones. En la pastelería que está en la esquina de casa, los dulces eran rojos y la tarta especial era el de fresas. La tele nos bombardeó con el pobre santo y sus publicidades de flores, perfumes y bombones.

Ahora todo es sobre el carnaval, no se habla de otra cosa, las agencias de viajes te ofrecen desde fines de semanas hasta semanas enteras, vueltas al mundo de carnaval en carnaval: Río de Janeiro, Tenerife, Colonia, Venecia, etc. En París hay un sólo día de carnaval y se lleva a cabo en la víspera del Miércoles de Cenizas, son sobre todo los estudiantes los que se divierten con batallas de huevos y harina, sprays, etc., a todo lo largo del Barrio Latino, hacen una especie de mitin de repudio simpático.

Nosotros fuimos a la fiesta del International Paris Hilton, como siempre con un buffet de alta calidad, este año fue todo a base de mariscos, alta repostería, vinos de Burdeos y de Sancerre, Champagne, etc. La orquesta era estilo disco, o sea, con la música de los años setenta: Travolta y Cía. Al final como siempre, tuvo lugar la tómbola, con más de 50 premios, aunque no nos sacamos nada. En 20 años que llevamos yendo, sólo nos sacamos dos premios que consistieron en una semana en el Noga Hilton de Cannes y otra en el Ámsterdam Hilton, con los billetes de avión y pensión completa.

Yo no corro el riesgo de sacarme algo pues no compro ningún tipo de billetes de loto, lotería, ni de tantos juegos más que hay en este país. Recuerdo que en Montecarlo fui a jugar un dólar en una máquina traga perras, lógicamente lo perdí y me dije: ya puedo decir que jugué en Mónaco. Lo mismo hice en Atlantic City, en Luxor (Egipto) y en el Casino de Deauville en Normandía.

Cada vez que participo a una rifa me acuerdo de mi tía Felicidad. Ella vivía en el batey de un ingenio llamado El Fe, el que perdió la Fe, pues ahora tiene un nombre de mártir revolucionario.

Pues bien, a mí me gustaba ir a casa de Felicidad, pues ella tenía un zoológico de cristal en una mesa redonda en su sala y una cocina esmaltada de gas (para mí un gran lujo en aquella época), donde mi prima Josefina hacía deliciosos «cakes». Bueno, mi querida tía Felicidad había sido católica, apostólica y…cubana, después presbiteriana con toques espiritistas.

En todo caso, para no cansarte, estaba pasándome el domingo allá y mientras esperaba que Josefina tuviera la brillante idea de hacer el «cake», Felicidad propuso a mi prima Lulo (no confundir con la simpática niña de los dibujos animados), que me llevara al culto. Así lo hizo y al final del sermón, el pastor llevó a todos los niños al jardín. Yo tendría unos siete u ocho años, hubo una rifa de un juguete y para mala suerte, fui yo él que lo gané y me vi con un paquete de regalo en las manos con cintas y moña como en las películas americanas.

El pastor preguntó quién era yo y como no me conocía, me quitaron el juguete, el cual fue rifado de nuevo. Para mí fue una injusticia tan grande, que ese día decidí no participar a más ninguna rifa en mi vida. Mi prima Lulo me dijo que no tenía importancia que ella me compraría un regalo. Hoy, 64 años después aún lo estoy esperando.

Lulo era la mujer más limpia que ojos humanos vieran, tan era así que cuando dio a la luz un bello bebé, lo transportaba en una caja de plástico transparente y exigía de mi abuela Aurelia –que había criado a 12 hijos– que se lavara las manos antes de tocarlo.

Felicidad tenía otra hija, Justa. Me la encontraría 33 años después en la bella isla de Ischia, en Italia. Justa paseaba conmigo por la Vía Roma de Nápoles, una avenida repleta de tiendas de todo tipo y mi prima Justa me dijo que así mismo estaba La Habana, que había de todo en abundancia como en Nápoles.

Ante mi asombro –y el de mis oídos–, mi prima me hizo todo un discurso sobre el alto nivel de vida del pueblo cubano, como si yo fuera E.T., o acabara de llegar de Marte. Había dado la casualidad de que en el aeropuerto Charles De Gaulle de París, había comprado el periódico español El País -considerado por muchos como el mejor del mundo hispánico–y en él aparecía la tristísima historia de la masacre ocurrida días antes frente a la capital de la Perla de las Antillas en el Remolcador 13 de Marzo. Ella me dijo que todo era falso que ése era un periódico gusano. Alina mi cuñada -que es muy prudente-me había aconcejado que nunca la contradijera porque le podía dar un ataque, pero yo perdí los estribos y le dije todo lo que pensaba al respecto. Posteriormente me encontré en Ischia con una hija de Justa la cual intentó hacerme la apología del régimen cubano.

¿Por qué cuento todo esto? En realidad no lo sé, me vino a la mente por lo de la tómbola del Hilton.

Mi prima Lulo en enero del ya lejano 1959 se volvió revolucionaria a tal punto que se puso una falda negra y una blusa roja y pasaba por la acera de mi modesta casa dando gritos de: ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva la Revolución! Felicidad y Lulo querían fusilar a todo el mundo, incluso hasta a mi padre al que llamaban: “El Esbirro”.

Resulta que en Camajuaní habían matado a un pobre campesino llamado Benancio. Fue mi padre el policía al que encargaron hacer la investigación del crimen. Pero al llegar el 1° de enero de 1959, éste fue licenciado y no continuó con su labor.

Lulo y Felicidad fueron al humilde hogar campesino a convencer a la familia de Benancio para que acusaran a mi padre como autor del crimen. Por suerte esa honorable familia se negó a mentir. La madre de Benancio vino a casa y le contó a mi madre lo que estaban tratando de hacer Felicidad y Lulo. Si esa familia no hubiese sido digna, habría aprovechado para tener un mártir en la familia y poder gozar de los privilegios que ello procuraba, también mi padre hubiera sido seguramente fusilado.

Todavía hoy, me pregunto de dónde salió tanto odio contra mi padre y mi familia, por parte de esas dos personas que a mi hermano de 5 años y a mí de 9, nos comenzaron a llamar los esbirritos.

Pero bueno, Felicidad debe de estar ahora en el cielo, o quizás en otro lugar, solo Dios lo sabe. Allá debe de ser la presidenta o a lo mejor la de vigilancia del C.D.R. (Comité de Defensa de la Revolución), en el caso de que existan.

Acabo de leerme un libro: «Viaje al corazón de Cuba», del señor Carlos Alberto Montaner; nada que ver con Rita ni con los angelitos negros. No me gustó, no veo por qué haya que ir a la Perla de las Antillas con la cabeza gacha. Todos los días leo dos horas, en la ida y vuelta al trabajo en el Metro, logro aislarme con un libro en medio de la muchedumbre. Cuando por fatalidad se me queda la lectura en casa, el viaje se me hace interminable y leo y releo los carteles de publicidad.

Un amigo me regaló una copia de una película, versión original en cubano y subtítulos en inglés, que se titula “Azúcar Amargo”, es una historia de amor que termina mal en la capital de la Perla de las Antillas, es bella y triste al mismo tiempo, pero muy realista, me gustaría conseguirla, tal vez cuando vaya a Miami la pueda comprar. En este filme aparece un turista italiano que se cree con derecho a todo.

El año pasado estábamos en el aeropuerto parisino de Orly y nuestro vuelo para Atenas coincidía en el mismo “terminal” del vuelo de Cubana de Aviación hacia Santiago de Cuba. Bastaba ver al público francés que iba a tomar el vuelo para comprender muchas cosas, eran en su mayoría, parte personas de baja clase social, que aquí “se comen un cable» y allá se sienten admirados y se convierten en estrellas. Cuba es el viaje al trópico más barato para un francés.

E1 día 30 nos iremos a la Madre Patria, recorreremos: Madrid, Toledo, Sevilla, Córdoba y Granada. Llevaremos a 41 estudiantes y seremos cinco adultos. Mi esposa irá, como siempre, como acompañante. Ya son 18 los viajes que he hecho a ese bello y querido país con mis estudiantes. En Cuba los llevaba a “trabajar” en la Escuela al Campo, aquí hago con ellos viajes culturales.

Nuestro viaje se llama «La España de las Tres Culturas», visitaremos: catedrales, sinagogas y mezquitas y todo lo que se refiere a esas tres grandes religiones. Ya en clase hemos estudiado documentos, hemos visto vídeos, etc., para prepararlos para lo que van a visitar.

Esta noche iremos a la Ópera, conseguimos las entradas más baratas gracias al Comité de Empresa, nos costaron 25 euros, mientras que el precio normal es de 67 euros. Te contaré en la próxima carta. Iremos de nuevo en abril para disfrutar de La Traviata.

Aquí estuvieron una semana en París mi amigo de infancia Gerardo y su esposa canadiense, ellos viven en Toronto. El negro Gerardo logró salir de Cuba en el 1990, después de tantas complicaciones, pero la nostalgia pudo más que él, fue al consulado cubano, comenzó a participar en actos de solidaridad, en las fiestas de la embajada cubana, se unió al grupo contra el bloqueo y así se “volvió importante”.

Los -20°c de Toronto en invierno, el más de un metro de nieve que cubre la ciudad cada invierno y el empleo de chófer de taxi se olvidan cuando, según él, se va a Cuba cada cuatro meses y por el arte de magia de unas cuantas horas de avión y una billetera con los ahorros en dólares -aunque sean canadienses- se convierte en alguien importantísimo.

Me contó que todo el mundo te admira y te ama, las puertas se abren, tienes todos los derechos, taxi o coche con chófer, las chicas se te ofrecen, tus amigos te piden que les consigas canadienses, como si en Occidente las mujeres se compraran en los supermercados.

En su último viaje, seis horas antes de salir el avión, tres “compañeros” fueron a buscarlo a su habitación del Hotel Meliá; le aseguraron que ellos sabían que él no era gusano, que él se había ido por amor, pero que en Canadá había muchos enemigos de la revolución y que ellos querían saber qué hacían y cuáles eran los planes de éstos.

El día anterior Gerardo había participado a una recepción en el I.C.A.P. (Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos), donde le habían pedido que defendiera «la causa revolucionaria» en las frías tierras canadienses.

Gracias al «diálogo», el negro gusano Gerardo, convertido en mariposa punzó participó en el Palacio de la Revolución a una recepción en la cual, según la foto que me mostró orgullosamente, el Coma-Andante en Jefe le dio la mano: ¡La Consagración!

En todo caso, por ahora el compañero Gerardo se está complicando la vida: ¡Timbo en la trampa, cayó y no puede salir! La nostalgia es un sentimiento muy difícil de soportar.

¿A quién no le gustaría volver a pasear por las calles de su infancia, ver a amigos, a seres queridos y recorrer lugares que están llenos de buenos recuerdos?

 Pero mientras más historias escucho, menos deseos me dan de complicarme la vida yendo a la Perla de las Antillas.

Vivo con una tranquilidad impresionante, trabajo, hago algo que me gusta, voy al cine, al teatro, al restaurante, a museos y exposiciones. Hago varios viajes al extranjero cada año. Practico mi religión, me expreso libremente, hablo, digo y escribo lo que me pasa por la mente. En resumen: ¡Soy un hombre Libre!

Mi hermano Juan Alberto llama a mis cartas: «encíclicas», dice que escribo demasiado. Así es que por hoy te dejo.

Un gran abrazo para ti en unión de todos los que te quieren y te aprecian, desde el otro lado del mundo, desde esta Vieja Europa, vieja, pero interesante.

Félix José Hernández

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