«…Cuando parecía que el destino solo podía ser propicio con la expedición, la mala fortuna volvió a atacar a Loysa y a sus hombres. Para empezar, una tormenta dispersó a las dos naos restantes y tan solo quedó una para terminar el viaje: la Victoria. Por si fuera poco (nunca lo es) el escorbuto se extendió entre los tripulantes. De la noche a la mañana, los escasos hombres que todavía luchaban por vivir empezaron a sangrar y la fatiga les venció. Por culpa de esta enfermedad se fueron al otro mundo la friolera de 34 tripulantes. Y entre ellos se encontraba el piloto, Antonio Bermejo…»