La marcha de los 300

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José Gabriel Barrenechea.

Tengo la absoluta convicción de que la Marcha que este 11 de mayo bajo por Prado tendrá en nuestra Historia Patria una significación semejante a aquella que también descendió, pero por San Lázaro, aquel mitológico 30 de septiembre de 1930. Y no solo porque el Presidente de entonces, como el de ahora, nacieran ambos cerca de Manajabo, en las afueras de Santa Clara…

Confieso que me he pasado todo el sábado deambulando por La Habana, sin decidirme a participar o no, por miedo a que mi presencia fuera mal recibida por los que habían convocado La Marcha, bajo el entendible argumento de que al no formar parte de la comunidad LGTBI, alguien con una posición tan claramente opositora solo serviría para darle razones a la represión. Luego, el domingo, he estado lo suficientemente de capa caída como para no poder sentarme a escribir, ante la constatación de no haber acudido a la cita con la historia, de no haber estado entre esos fenomenales 300 que ya nunca serán olvidados.

Voy a dejar algo bien claro: en un país en que los afeminados desde la infancia son invariablemente sometidos al bulling en sus barrios y escuelas, por los futuros machotes, son ellos los que han demostrado ser más hombres que todos nosotros juntos. Ser hombre, se entiende, tener un criterio, unos principios, y estar dispuesto a morir defendiéndolos. Porque lo otro, ser macho, es simplemente orgullo animal.

No es algo nuevo: recordemos que la mejor narración de lo sucedido aquel 30 de septiembre nos la dejó Lezama en Paradiso, uno de los 200 participantes en aquella hombrada.

Con esta represión explícita se demuestran muchas cosas: En primer lugar que la Seguridad del Estado sigue siendo un organismo que está por encima de la Ley y la Constitución, ya que incluso después del 10 de abril ellos pueden todavía cargar contigo para cualquier automóvil sin identificarse o sin tan siquiera llevar un uniforme o placa que lo haga. Cargan contigo, y no tiene que darte razones ni a ti, ni a nadie. La imagen del seguroso que casi asfixia a Casanella, mientras un coronel de la Policía Nacional… dizque Revolucionaria, le da la espalda para no ver, vale más que diez tratados leguleyos en lo de dejarle en claro a cualquiera que lo de que Cuba es un Estado de Derecho Socialista no es más que una de las tantas pamplinas en la que por miedo aceptamos creer.

En Cuba, hoy, como ayer, impera no la Constitución refrendada el 24 de agosto, sino el discrecionalismo de quienes mandan, y de sus perros de presa.

Lo segundo es la evidente deriva hacia la derecha del Canelato, al permitir las manifestaciones públicas de las iglesias, pero negárselo ahora, y de forma violenta, a la comunidad LGTBI; al en un final enfrentar ahora a sectores de la izquierda democrática que solo un delirante puede a su vez suponer manipulados desde el Exilio Histórico, o la Casa Blanca, en sí nada afines a apoyar a la comunidad LGTBI y sus reclamos. 

Nótese el silencio cómplice de las iglesias, y de no pocos opositores a un lado y otro del Estrecho.

Esta deriva se esperaba, porque si con algo tiende a identificarse la actual derecha autoritaria es con los valores “machos”, y es bien sabido que para nuestros dirigentes el cubano siempre ha sido un pueblo “enérgico y viril”. La confluencia era predecible, en un país en que no es “cambiando todo lo que tenga que ser cambiado” que se consigue mantenerse uno trepado al caballo del poder, sino al afiliarse a los valores ancestrales de orden y familia. La Nueva Ola de Derechas recorre el Mundo, con unos discursos que no hay retrógrado que no tienda a sentir suyos, y que en sí le serían útiles al Canelato  para intentar acercarse a Trumpoloco a través de la una aproximación previa a las sectas evangélicas que lo apoyan: No nos extrañe leer mañana un Tuit del señor Presidente de EE.UU. en apoyo a la represión; y el siguiente domingo a Díaz-Canel y su “florecita” que asisten a un culto pentecostal, y cantan… aleluyas.

Lo tercero es que se está comenzando a nuclear una nueva oposición entre la élite de la juventud cubana, de la que ya nos habían dejado constancia las urnas en el pasado Referendo del 24 de febrero. Una oposición dotada de una clara transversalidad política, pero siempre más cercana a los valores progresistas y liberales que al discurso autoritario de quienes gobiernan, o en general de quienes aceptan ese des-gobierno. No compuesta ahora por cuatro gatos, ya que si contamos bien, y a pesar de que muchos no pudieron acudir por encontrarse detenidos, o los muchos que no sabían si su participación sería bien recibida en una manifestación que era de un grupo específico, la de este 11 de mayo tuvo 100 participantes más que aquella que un 30 de septiembre marcó el inicio del fin del Machadato (200).

La nueva generación, que se ha criado con un poco más de acceso al mundo, parece estarle tomando un apego parecido a “las calles” al que ya había caracterizado a nuestras generaciones jóvenes durante el periodo republicano.  Y eso, a que dudarlo, es un mal síntoma en un país en que las contradicciones más agudas siempre son las generacionales.

Ahora, tampoco nos engañemos, hay peligros. El primero es que como cuando el Referendo el régimen consiga hacer desviar la atención de lo más esencial al debate subalterno de si aceptamos o no el matrimonio igualitario. No obstante, pienso que de ahora en lo adelante lo tendrán más difícil. Esta vez el régimen, como hemos dicho más arriba ha tomado partido, y desde él es más difícil manipular al electorado.

Suceda lo que suceda, no obstante, este 11 de mayo entrará en la Historia  de Cuba, y los 300 participantes tendrán algo de que estar orgullosos ante sus nietos.

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