En verdad el término “cristiano árabe” es problemático, puesto que fueron los árabes musulmanes quienes sometieron (y no precisamente por métodos pacíficos) a las poblaciones preexistentes cristianas cuya identidad era asiria, copta, fenicia, caldea o greco-melquita. Es un término tan problemático como lo puede ser “latino”:
Con todo, al ser la lengua árabe (aun en una enorme variedad de dialectos muchas veces ininteligibles entre sí) la koiné desde el Medio Oriente al norte de África, muchas personas los conocen así. O peor aún, como “turcos”, porque tras la Primera Guerra Mundial, muchos emigraron con pasaporte otomano. Y así, a día de hoy hay más libaneses en el Brasil que en el Líbano. Hablando de libaneses, también hay bastante en México, República Dominicana y Ecuador. Nada desdeñable es la presencia sirio-libanesa en Argentina, Venezuela o Colombia. Al Perú llegó una tímida pero pujante colonia palestina; palestinos que en tiempos más recientes se fueron diseminando por las repúblicas centroamericanas, mas también por Chile. Y ya hay una importante comunidad copta en Bolivia.
Personajes de las novelas de García Márquez, empezando por Santiago Nasar en “Crónica de una muerte anunciada”, cantantes como Shakira o actrices como Vanesa Saba dan buena cuenta de lo alto que ha llegado una comunidad que arribó como emigrante a Iberoamérica en el siglo XIX y que forma parte de nuestro acervo cotidiano. A pesar de la violencia otomana -entre otros- y de los muchos obstáculos que encontraron en el camino, los árabes cristianos han logrado salir adelante con esfuerzo y trabajo y ello merece su reseña y homenaje, pues mucha ha sido su contribución, especialmente en el siglo XX, como arte y parte de nuestro mundo.
Una vez más, con el pana Emilio Acosta Ramos, de Venezuela Provincial. ¡Pasen y vean!
*Sobre Emilio Acosta Ramos:
https://www.facebook.com/Venezuelaprovincial