Felipe González Márquez

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Como todo hombre público, tiene luces y sombras; pero en su caso son mucho mayores la luminosidad que los errores cometidos.

Al calor de las Primarias del PSOE, se ha desatado una pequeña ola de oportunismo y cobardía que intenta reducir la figura del ex presidente Felipe González Márquez a un prejubilado de oro que forma parte del sistema caduco que Sánchez, Iglesias, Rufián y demás compañeros de alborada celeste derribarán para construir el futuro luminoso que aguarda a los españoles; siempre que apuesten por la Trinidad del vacío encantamiento.
Como no podía ser de otra manera.¡Faltaría más! Algunos cubanos gusañeros (mitad gusanos, mitad compañeros) han unido sus voces al corito norcoreano que avizora felicidad eterna con abundantes panes y peces y critican a González con el afán del opinionado ignorante.
Felipe, que entonces se llamaba «Isidoro»; renovó al PSOE a partir del congreso de Suresnes (1974), alejándolo de la tentación comunista y de los viejos dirigentes que vivían en el exilio y convirtió a su partido en una alternativa democrática para una mayoría de españoles; a los que benefició con riqueza y libertad; conjurando el peligro de involución fascista y europeizando a España, la única receta válida para nuestros quebrantos territoriales y emocionales.
Quizá esos cubanos que ahora atizan a Felipe González ignoran que -pese al portazo que le dio Fidel Castro en 1990 (cuando coincidieron en la toma de posesión de Collor de Mello como presidente de Brasil)- se volcó con Cuba y -junto a Miterrand- ordenó enviar gratuitamente cuadernos, lápices, y alimentos básicos durante 1991, 1992, 1993, 1994 y 1995.
Entonces, ya no existía la URSS ni había aparecido Hugo Chávez.
Cuando perdió las elecciones por 240 mil votos (1996) renunció a seguir liderando el PSOE y se convirtió en un jarrón chino hasta que los desastres de Zapatero y Sánchez (que desde anoche parece una virgen vestal) provocaron su vuelta, a petición de los numerosos huérfanos.
Como todo hombre público, tiene luces y sombras; pero en su caso son mucho mayores la luminosidad que los errores cometidos.
El desastre del PSOE actual no es responsabilidad de Felipe, Alfredo o Alfonso; sino del aplazamiento de la necesaria renovación a la que está abocado desde 2004, cuando el inesperado triunfo electoral de Zapatero congeló su modernización.
Aún es pronto para saber el rumbo que imprimirá Pedro Sánchez al PSOE, pero si eligiese el camino de la radicalización a la izquierda, se estrellaría electoralmente, pues ya el electorado tiene un original o varios que son la izquierda verdadera (siempre según ellos): Podemos y sus confluencias; e Izquierda Unida.
Dejar todo el voto moderado a PP, Ciudadanos, PNV, Coalición Canaria y el nacionalismo moderado catalán sería suicida y el PSOE podría acabar como el PS francés o peor aún; lo que sería una malísima noticia para España, los españoles y Europa.
Felipe González Márquez, ese oligarca, ganó por mayoría absoluta en 1982, 1986 y 1990 y con mayoría simple en 1993, con políticas socialdemócratas que generaron empleo, renta y bienestar.
Pedro Sánchez Castejón -hasta ahora- ha perdido y por dos veces consecutivas ante Mariano Rajoy Brey; otro oligarca y peligroso neoliberal que ha tenido que lidiar con la crisis estructural más grave del capitalismo financiero que haya conocido el mundo.
Ya sabemos lo malo, malisimos que son Don Felipe y Don Mariano; ahora lo que necesitaríamos saber es lo bueno que sería Don Pedro.

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