Por: Cesáreao Jarabo Jordán
En esos momentos, en 1885, se produjo un enfrentamiento con Alemania por la posesión de Las Carolinas. El 9 de septiembre de 1885 la idea del submarino fue presentada y bien acogida por el Ministro de Marina, Manuel de la Pezuela, quién declaró al proyecto como alto secreto militar. Se abría la posibilidad de realizar un torpedero sumergible. Para su desarrollo, se concedió un crédito inicial de 25.000 pesetas.
El proyecto (y más teniendo en cuenta la situación geopolítica del momento), exigía la máxima discreción. Esa obviedad, no obstante, no era obviada por el propio Peral ni por el ministro Pezuela, pero la muerte de Alfonso XII significaría un nuevo gobierno en diciembre de 1885, cuando fue cesado Pezuela como ministro, siendo sustituido por el vicealmirante José María Beránger Ruiz de Apodaca. A partir de ese momento, el secreto sería roto por el poder político, que dio al asunto la publicidad propia de un circo.
Otros, sin embargo, habían actuado como el caso merecía…
En San Fernando se habían celebrado las conferencias y comprobaciones del Observatorio Astronómico en el más grande sigilo, y se habían dado cuenta quienes conocieron los proyectos de Peral, de que importaba, no ya al inventor, sino a España, mantener la más grande reserva. En cambio, en el Ministerio de Marina y, desbordándose de sus oficinas, en el Madrid político y social, que tan intensa vida tenía entonces, la noticia fue acogida, entre curiosidad, entusiasmo y descreimiento, como un suceso raro y sorprendente, del cual podía hablarse sin reparo y del que era lícito informar a todos y en el que todos podían opinar. (Pérez 193-: 38-39)
En marzo de 1886 Peral dejó en el Ministerio de Marina los planos y la memoria del submarino, y el 12 de octubre le fueron devueltos con instrucciones para proceder a su construcción.
Pero no eran sólo instrucciones… Desde el primer momento encontró Isaac Peral inconvenientes procedentes de las más altas estructuras del estado. ¿Qué argumentaban?
que el submarino Peral iba a soliviantar la opinión pública; que iba a hacer concebir al pueblo la alucinación de un renacimiento del poderío de España; que iba a despertar de nuevo en las gentes la indignación, amodorrada ya, por el suceso de las Carolinas y hacerle pensar en reconquistas ilusorias, y, finalmente, que iba a ponerse en manos de los revolucionarios un arma peligrosísima. (Pérez 193-: 35)
Mediado este tiempo, comenzó a circular la noticia de que en Inglaterra se había comenzado apresuradamente a construir un submarino.
Para contestar la pregunta que surge al comparar los hechos y las fechas es necesario tener en cuenta que
Beránger, y muchos altos dirigentes políticos del momento, fueron activos miembros de la masonería, lo que le permitía mantener estrechas relaciones con tres políticos muy poderosos: Cánovas, Sagasta y Romero Robledo. (Orte 2015: 48)
Los buenos servicios de Beránger a su majestad británica hicieron que Basil Zaharoff, traficante de armas y grado 33 de la masonería tuviese su residencia prácticamente en España. Basil Zaharoff estuvo al servicio de Inglaterra, justamente, desde 1886.
Las intentonas del “mercader de la muerte” Zaharoff por hacerse con el submarino no se limitaron ni al tiempo ni a los medios; viajó a España en varias ocasiones entre 1886 y 1889, y estos méritos lo llevaron a ser nombrado “sir” por su majestad británica. Lo movían tres objetivos: boicotear el submarino de Peral, vender armas al Ejército español y comprar una fábrica de armas. Le interesaba, sobre todo, el ‘torpedero submarino’ de Isaac Peral. Había inspeccionado los planos confidenciales que este había entregado al Ministerio de Marina español e incluso trató de comprar las patentes al mismo Peral durante un encuentro ‘fortuito’ en Londres.
Enemigos de España
Date: