He empezado a ver la serie “El cuento de la criada” de HBO. Advertido queda el lector de que, si no quiere adelantos que le malogren la intriga, mejor no siga leyendo este artículo.
Con todo, he empezado a ver la serie luego de que mi señora me lo recomendara, pues desde su génesis, está jugando un papel propagandístico grande y evidente. Justo en estos momentos, cuando se dice que en Estados Unidos se ha prohibido el aborto (lo cual es falso), se acude a esta serie como “advertencia” y “premonición”. Es un “tic” que tienen tirios y troyanos: Esto es lo que quieren los malvados conservadores, una sociedad donde la mujer es esclava.
No en vano, la serie procede de una homónima novela escrita en la época de la revolución sexual, la legalización del aborto, los hippies y todo eso. Se hizo una película en la que trabajó Robert Duvall. Y muy oportunamente en la presidencia de Trump, la serie fue esgrimida en tono subliminal como advertencia de lo que podría pasar si el “trumpismo” siguiera.
Y es que «El cuento de la criada» recrea una distopía «cristiana conservadora» pero lo que en verdad refleja es una sociedad islámica, siendo ello palpable desde Argelia a Afganistán. Y justamente los que quieren meter miedo con los “cristianos conservadores” abogan por la importación de millones de musulmanes…
Que el islam no es monolítico, hasta ahí de acuerdo. Pero tan de acuerdo como que esas actitudes que vemos en la serie es muy común en los países islámicos.
No obstante, es justo reconocer que muchos grupos protestantes anglosajones tienen connivencias importantes con el islam. No ya por intereses políticos (los wahabíes no se entenderían sin su camaradería con determinados sectores británicos y estadounidenses), que por supuesto, sino también por coincidencias hasta en la cosmovisión.
Pero lo que es, es, y lo que refleja la serie no es una sociedad “cristiana conservadora” sino una sociedad islámica.
Como aproche, valga que Serigne Mbayé (1), diputado podemita senegalés y musulmán para más señas, reclama no sé qué diversidad para su rezo islámico en Madrid. Mientras tanto, muchos musulmanes africanos masacran a sus paisanos cristianos día sí y día también y, por supuesto, nada de “orgullo gay” en particular ni agenda posmoderna en general. Tampoco hay nada de “Black Lives Matter”, porque las vidas negras importan según convenga, para mayor gloria de hoces, martillos y demás parafernalia de ideologías europeas.
El caso es que los “cristianos conservadores” seguirán figurando como malvados intolerantes, misóginos y machistas; siendo que las mujeres que aceptan su sistema son lo peor, y más si en el contexto angloamericano, se refieren a las «parejas blancas» (como si muchos anglosajones no hubieran traído el posmodernismo a hierro con su progresismo militante…), mientras que Mbayé y compañía serán el progreso y la apertura. Y por supuesto, Al Andalus seguirá siendo presentado como un paraíso en la tierra del cual nos privaron los oscurantistas cristianos del norte. Y así con todo.
Empero, no está de más ver “El cuento de la criada”. Como formato de ficción está bien interpretado. Como propaganda, hay que reconocer que es buenísima. Y sirve para analizar a qué y a quién nos estamos enfrentando.
NOTA
(1)Sí, el mismo que por lo visto es un madrileño castizo y chulapo mientras que Macarena Olona es “inmigrante” y “extranjera” en Andalucía:
*Imagen del artículo extraída de: