El 28 de mayo del Año de Nuestro Señor de 1785, reinando S.M.C. Carlos III, nacía la bandera roja y gualda como emblema de la marina, oficializándose su uso como nacional ya en el siglo XIX.
Sea como fuere, el hurto de fechas importantes en España escapa a su protagonismo histórico, cultural y hasta religioso; y así, el 25 de julio, día de Santiago, ya no se recuerda como día del patrón de las Españas, sino como «día nacional de Galicia»; aunque en el Aljarafe sevillano se empeñen en celebrarlo todavía más que en Compostela; y el 2 de mayo ya no es el día que se recuerde la rebelión del pueblo de Madrid como ánimo para toda España, sino el «día de la Comunidad de Madrid». Tanto el día de Santiago como el 2 de Mayo contaron para su «cambio» con el inefable concurso del Partido Popular, por cierto.
Tampoco hay algún recuerdo para el 19 de julio, gloriosa efeméride de la victoria de Bailén, la primera derrota militar del tirano Bonaparte.
Así las cosas, urge la (re)instauración de un calendario festivo español como Dios manda, dejando tantos días inútiles e inventados en laboratorios de «comunidades autónomas» y recuperando los lazos que nos unen.
Válganos el «Canto a la bandera» de Sinesio Delgado para recordar cada 28 de Mayo como día de la bandera roja y gualda, que con tanta fuerza también ondeó en Cuba y Puerto Rico, queriendo por nuestra parte que vuelva a ondear lo más pronto posible:
¡Salve, bandera de mi patria, salve!
Y en alto siempre desafía al viento
tal como en triunfo por la tierra toda
te llevaron indómitos guerreros.
Tú eres España, en las desdichas grande,
y en sí palpita con latido eterno
el aliento inmortal de los soldados
que a la sombra, adorándote, murieron.
Cubres el templo en que mi madre reza,
las chozas de los míseros labriegos,
las cunas donde duermen mis hermanos,
la tierra en que descansan mis abuelos.
Por eso eres sagrada. En torno tuyo,
a través del espacio y de los tiempos,
el eco de las glorias españolas
vibra y retumba con marcial estruendo.
¡Salve, bandera de mi patria, salve!