200 años de pseudopatriotismo (nacional-liberalismo)

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El libro «Memorias de un anciano» de Antonio Alcalá Galiano es bastante interesante, pues amén de su rica descripción de la España de finales del XVIII y principios del XIX, muestra cómo un liberal y masón reconocido esgrime un gran «mea culpa» que provocó que hasta él mismo sintiera nostalgia de lo bien que se vivía en la España de los últimos tiempos de Carlos IV; tiempos en los que, por cierto, como bien ha documentado el historiador quiteño Francisco Núñez del Arco, se estaba preparando una independencia pacífica y gradual de la América Española, tal y como años antes el conde de Aranda le había propuesto a Carlos III, llevando príncipes españoles a América, con sus propios equipos de gobierno, asegurando una «soberanía feudal» en palabras del propio y odiado Godoy. Franceses y británicos, con sus tontos útiles revolucionarios, se apresuraron para que esto no ocurriera, y luego los mentados británicos piratearon ellos la idea, creando la Commonwealth.

Alcalá Galiano, sin embargo, ha pasado a la historia como un gran prócer… A saber, un señorito gaditano que reconoce haber vivido toda su vida de sus rentas, si haber hecho nada productivo, salvo dar algún que otro paseo en barco, gastando buena parte de su herencia en revoluciones sin pies ni cabeza y siempre queriendo imitar a Inglaterra… Ojo, dicho por él. Pues nada, un prócer. Como el traidor Riego, que luego de impedir la salida de veinte mil soldados que se iban a unir a los realistas americanos, dejando a éstos en la estacada, se apresuró a abjurar de sus «ideas» antes de que le cayera la del tigre.

Triste anticipación del corolario del siglo XIX español, donde pasamos de ser una potencia a la nada más absoluta. Todo en nombre de la libertad y el progreso, quitando juicios de residencia (¡viva la clase política intocable!) y a votar sólo los más ricos.

Y según los que llevan manteniendo un discurso único liberal durante doscientos años, la culpa del separatismo la tiene el carlismo, porque el separatismo y el carlismo son lo mismo, según los que defienden este «nacional-liberalismo» a capa y espada, obviando no ya que el carlismo derrotó a los cobardes separatistas en el campo de batalla (cuando los liberales, una vez más, ni estaban ni se les esperaba), sino que, ¿de dónde salen todas esas ideas de autodeterminación, racismo y compañía, sino del seno liberal? ¿Es que se puede explicar siquiera el marxismo sin el liberalismo? 

Total, doscientos años de éxito avalan a los de esta machacona teoría, más falsa que una moneda de cuatro duros, y más falsa e inútil que este pseudopatriotismo tan dañino. 

En fin, lo dicho: Hay que leer a Alcalá Galiano. Entre otros, para saber de boca de un protagonista directo qué pasó en esta época tan importante para nuestra Historia; y qué, desde luego, no debe volver a pasar.

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