Chapelgorris, barriendo para la casa vasca

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Está más que claro y clarete que puede que en la América no se inventó el caciquismo de ninguna de sus varias y exquisitas maneras de proceder; pero si puede resultar curioso que el caciquismo que se fue fraguando en la América, con una idiosincrasia diferente el caciquismo de habla española con el de habla sajona, adquirió unas características muy especiales que rozó el grado de perfección, y en Cuba, concretamente, el de exquisitez.
Así como en las tierras continentales americanas el caciquismo del mayor terrateniente existente, el clerical, pudo y puede, sobradamente, más que la espada, porque el estado, la nación y el sistema son ellos, en Cuba, en la isla y tierra que fue de las más bonitas del mundo, y ya le están saliendo “ojos de pollo” y arrugas por culpa culpita de la presión interna y externa, el caciquismo que configura lo que se denomina sistema, fue muy singular cuando se dio el particular caso de los Tercios Vascongados que se desplazaron a la isla y se unieron con los originarios o residentes vascos cubanos,  que se denominaron, por asunto de las boinas, los Chapelgorris.
Parece ser que cuando tuvieron nacimiento en Cuba los llamados Chapelgorris nada más secarse el sudor de las primeras galopadas separatistas orientales, según estadísticas de las que nos podemos fiar, el número de vascos que vivían a lo largo y ancho de la isla de Cuba, alcanzaban la respetable cifra de próximo a los cuatro mil, acercándose, por tanto, a ser el cinco por ciento de la población de emigrantes instalados en la isla.
Aunque cuando acabe, gandulerías aparte, el trabajo que lentamente voy desarrollando sobre la Guerra Necesaria y Deseada  espero dar más amplio detalle de las singularidades de la Guerra de Cuba sobre los Chapelgorris y otros asuntos, quería establecer que, del mismo modo que la isla de Cuba a los efectos geográficos es un continente con solo la falta de nieve en abundancia en el Turquino, en lo que se refiere a las expresiones de los egoísmos de los hombres, en la puesta en marcha de las partidas caciquiles, puede que sea por motivo de como fluye la sangre de veloz por las arterias en Cuba, o puede que sea por causa la sensualidad de la palma; pero el caso es que Cuba siempre ha sido una universidad muy completica a la hora de hacer estudios sociales del comportamiento y del proceder humano.
Tenemos que tener en cuenta, por un lado, que lo que se levantó detrás del Grito de Yara cabían todos en un escuadrón de caballería y sobraban caballos. Y que en aquel hermoso momento y origen, los demás cubanos, procediendo muy a la cubana, empezaron a platicar al respecto; pero no pasaron de eso: de platicar criticando en su mayoría al principio, de la conveniencia o no del Grito de Yara en aquel momento.
Los Tercios Vascongados de gente aguerrida, experimentada en las guerras llamadas Carlistas en la Península, fuerzas mercenarias, que en menos de lo que dura un embarazo normal de una mujer ya estaban, desde que se dio el Grito, desembarcados la primera oleada en la isla Cuba compitiendo en dureza e insensibilidad con el famoso, por su crueldad, Instituto de Voluntarios de Cuba, los conocidos como Voluntarios, alistados en cifras de asombro para lo que era la población de la isla, nos da una perspectiva muy clara de que los caciques cubanos apretaron fuerte; muy fuerte se puede escribir, aconsejados por su propio miedo cerval a perder una situación social de privilegio y dispuestos, al precio que fuera, a no dar un paso atrás.
En menos proporción los hacendados canarios o de cualquier otra procedencia, de ninguna zona española se llegó a ostentar el poder y la convocatoria que hacendados catalanes y vascos tuvieron a la hora de crear a sus expensas económicas  fuerzas mercenarias, que por fuera de toda regla guerrera con papeles y legal, porque la guerra, aunque algo tan sumamente estúpido pueda causar un sonrisa helada de estupor, también tiene sus reglas para matar y aniquilar, y no se puede hacer por fuera de la legalidad que dan los papeles de una guerra como dios manda.
Por aquellos entonces, los bancos cubanos, los grandes comerciantes, los grandes hacendados, los grandes negreros, y más que todos ellos juntos pero en silencio y sin hacer ostentaciones, el clero, se repartían el turrón isleño cubano a un nivel, en este caso de fuerzas opositoras ilegales a los rebeldes cubanos legales sometidos a un mando y a un fin de lucha colectivo de nación y de Estado, no de predominio de clase social, que siempre será necesario resaltar, porque si ya la guerra, aunque sea una tremenda y horrible distracción para muchos aburridos, cuando se manda a la guerra, cuando se toca el trompetín de órdenes demando al galope y degüello sin papeles legales, la cosa entra en el plano más obsceno de la imbécil conducta humana.
Y a todos nos han dicho y repetido hasta la saciedad que la guerra solo se hace y se han hecho siempre por dios y la patria, nunca para beneficio de bolsas particulares ¿O sí?
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis

  1. CARTA DE NAVEGAR
    Cogida a la mano
    del poderoso tiempo
    que todo colorea de blanco:
    del blanco viejo,
    que a diferencia
    de la nieve,
    todo lo afea,
    así tú
    llegaste hasta mi blanco viejo,
    hasta mi mano,
    para que te la diera.
    Huracán,
    o viento cortante,
    lluvia que moja
    cuando solo se tiene frío
    y no se quiere de agua amarga
    ni una gota,
    fue la bebida que alejaste
    en la mañana
    que por la ventana sin cristales,
    sin memoria,
    por el espacio abierto
    en la desierta sala
    donde sentado aguardaba
    esperando algo
    mirando hacia la puerta,
    llegaste tu
    cubana
    al rebufo
    del abanico
    que son tus
    andares;
    tus aires.
    Y cuando llegaste:
    cabello negro
    que su color quisiera
    el que busca
    lo más oscuro
    para el espanto,
    y para dar miedo
    por oscuro,
    entró contigo
    por mi vieja puerta,
    donde mi casa
    tenía
    el color,
    y el calor,
    de la luz del candil
    que tiembla y se asusta
    hasta de la brisa
    más tenue
    que sobre
    el aire
    galopa.
    Pero desde aquel
    día
    tu faro de mar
    poderoso
    y potente
    alumbra,
    orienta y detiene
    cualquier intento
    de viaje
    a la apatía
    o la desgana.
    Y todo lo que no sea
    bajo el rayo
    nuevo de luz
    que tu boca,
    tu sonrisa
    tu mirada,
    tu cintura estremeciendo
    provoca,
    todo lo demás
    a mi reloj
    vital
    no le da cuerda.
    Porque en mi
    se hizo
    carta de viaje,
    de navegar
    por cualquier mar
    y en cualquier altura
    de ola
    y de época,
    cualquier
    pequeño deseo
    cubana,
    que salga de tu boca.

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