-Por Alberto Buela
Soy un defensor insobornable de los ferrocarriles y como tal hice ayer el promocionado viaje en tren de 315 km desde Rosario a Buenos Aires, que paso a relatar.
Viajé con un amigo ex diputado con el cual intentamos varias veces sacar el boleto por vía Internet hasta que nos confirmaron que solo se puede sacar en la estación de Rosario Norte. Llegamos dos horas antes y nos dijeron que ya no había pasajes. Esperamos un rato y ante nuestra insistencia nos vendieron dos pasajes en pulman que según la boletera, acababan de devolver.
Llovía fuerte y nos mandaron afuera del recinto de la estación donde esperamos de pie un largo rato hasta las 0,50hs. El tren llegó tarde. Nos hicieron pasar hasta el andén previa revisión del pasaje y el documento. No aceptaban boleto electrónico que lo hacían imprimir.
En el andén tuvimos que espera diez minutos más, siempre de pie, porque el asiento estaba todo mojado porque la canaleta de la galería que corre pegada a la pared estaba totalmente rota. Y eso que es la que estaba en la puerta de entrada principal de la Estación ¿el jefe de la Estación es no vidente? ¿Acaso no puede comprar un caño de plástico de su bolsillo y hacerlo cambiar? Una canaleta que está podrida desde hace años. Eso sí, el banco estaba prolijamente pintado de verde.
Para subir al tren el mismo guarda, era la única persona que tenía gorra, nos controló de nuevo el boleta que ya había controlado hacía media hora antes.
Partimos pasada la una de la mañana, y a paso de hombre viajamos una hora hasta Rosario Sur. El vagón tenía cuatro hileras de 18 asientos cada una y estaba desocupado en sus dos terceras partes. ¿Cómo, no era que estaba completo?
Tenía dos baños uno de los cuales estaba roto pues por la parte del abajo del inodoro salía el agua cuando tirábamos la cadena. Y las puertas se fueron golpeando durante todo el viaje al dejarlas mal cerradas. Un único enchufe para teléfonos y computadoras estaba inutilizado. El coche comedor no funciona.
La marcha del viaje fue espasmódica, tres minutos rápido y otros tres lentos. ¿Nos habrá tocado un maquinista ciclotímico? Nunca tuvimos una marcha regular que durara media hora. Todo se redujo a estertores “rápido y lento- y rápido-lento”. Regularmente, a unos cinco kilómetros antes de cada estación el tren disminuía la velocidad a paso de hombre, y cuando llegamos a la altura de León Suárez el tren se detuvo largo rato y desde allí a Retiro, las paradas del convoy se fueron sucediendo cada más. Lo que generó un retraso ostensible.
La conclusión es que, el boleto es barato y por lo que se paga no se puede exigir ningún servicio, pero el recorrido se podría hacer en cinco horas en lugar de siete, si se mejora la coordinación del viaje desde un escritorio. No es cuestión de cambiar vías, vagones, máquinas o tomar más personal. Solo tienen que trabajar en la coordinación de “la vía libre” del tren Rosario-Retiro. Y para ello hay que lograr contracción al trabajo de los empleados de escritorio.