Una breve historia de tapas

¿Conocen la historia de las tapas? Un amigo llamado Enrique explica como nacieron éstas, durante una animada cena en una taberna de Montmartre (Paris)

Así empezaba Enrique su charla:

«Todos los países tienen una imagen asociada a los principales hitos de su historia, incluso si ya nadie se acuerda del significado de los mitos que la han construido. Pues bien, en el caso que nos ocupa, la historia de las tapas, que nace en la España del S. XIII, a menudo se ha visto mezclada, y por lo tanto, manipulada, a las anécdotas regionales y a los intereses turísticos de los gobiernos locales. Basta observar que cada mes de octubre, la cultura de las Tapas es honrada y celebrada en París y en otras capitales europeas, con el fin de aumentar las ventas de los establecimientos gastronómicos y evocar el placer de esta tradición social y de gusto por la vida, aunque el origen de esta costumbre, típicamente española, nada tenga que ver con el mundo francés o del norte de Europa”.

¿En qué circunstancias nacieron las Tapas? – Preguntó el dueño de la Taberna.

Esta expresión (TAPA), que en español quiere decir «Cubrir», «Tapar», «Ocultar», se hizo popular durante el reino de Alfonso X, conocido como «El Sabio». Este rey, culto, gran jurista y humanista, es conocido en toda Europa como el rey que favoreció y protegió la cohabitación de las tres grandes religiones monoteístas. Él fue el fundador de la Escuela de Traductores de Toledo y el que permitió la recuperación y traducción de muchos de los textos de Aristóteles, perdidos durante el incendio de la Biblioteca de Alejandría. Su trabajo contribuyó, entre otras cosas, al rápido desarrollo de la escolástica y a la eclosión de las primeras universidades europeas, focos de transformación social que traerían el Renacimiento, pero antes, aparecerían, en España, los Tunos universitarios, y en Francia, los Goliardos.

¿Estas seguro de que se trataba de un rey español? – preguntó con sarcasmo uno de los comensales. A pesar de ello, Enrique prefirió no responder a la provocación y continuó su explicación.

Alfonso X – continuó explicando Enrique – no era un rey conformista, era una persona muy culta y, además, muy ambiciosa. Su mayor aspiración era llegar a ser emperador, y para ello, teniendo en cuenta las ingentes cantidades de dinero que el papado le exigía, estaba obligado a llevar una política fiscal activa. Desgraciadamente, en lo mas alto de su ambición, encontró lo mas bajo de su recaudación, pues la península ibérica vivía momentos difíciles debido a un clima rudo que reducía cada vez mas las cosechas, provocando una fuerte subida de los precios agrícolas y de primera transformación, una lógica reducción del consumo y una consecuente menor recaudación fiscal, provocada por la mala situación de los principales pagadores que eran los artesanos y los comerciantes. Insatisfecho por la falta de dinero, el rey encomendó un estudio a los recaudadores de impuestos.

¿Y qué tiene eso que ver con las tapas? – preguntaron varias personas del auditorio que se había creado alrededor de la mesa.

Todo llega cuando se sabe esperar – dijo Enrique, y continuó explicando – Los recaudadores de impuestos descubrieron que la subida de los precios coincidía con un aumento considerable de los problemas sociales vinculados con el alcoholismo, hecho que enfureció al monarca y pidió a sus ministros que encontrasen, rápidamente, las causas del fenómeno, para buscar el remedio a esta situación de deterioro social y económico.

Estimado Enrique, nos tienes a todos desesperados con tus historias económicas, muy entretenidas, sí, pero aún no sabemos como ha hecho el rey para crear las famosas tapas. Creo que te hace falta otra taza de vino. – Y el patrón de la taberna unió el gesto a la palabra. Enrique bebió lentamente, mientras observaba al auditorio, haciendo subir la tensión y, pocos segundos después, recomenzó:

Los funcionarios de impuestos realizaron un profundo análisis del comportamiento de los comerciantes y de los artesanos en sus relaciones de negocios en las ciudades, lo que les permitió comprender que la mayor parte de los negocios se realizaban en los reservados de las tabernas, es decir que tanto los artesanos como los comerciantes, para hacer sus ofertas y pedidos, se encontraban a menudo en torno a una mesa, compartiendo un plato de comida y una jarra de vino, casi siempre en los espacios reservados, donde realizar sus transacciones con discreción. Sin embargo, todo empezó a cambiar con la crisis y la subida de los precios, pues en ese periodo de penuria, de malas cosechas y de inflación, los pedidos se hacían raros y el dinero de bolsillo se volvió prácticamente invisible, impidiendo mantener el mismo ritmo de reuniones y de consumo que antes.

¿Como hacían entonces ?, ¿dejaron de trabajar?

Los artesanos que tenían necesidad de dejarse ver, habían adoptado la costumbre de pedir una taza de vino en la barra del bar, para luego ir a saludar a sus colegas comerciantes, con los cuales solían hacer negocios, a los reservados de las tabernas, y esa operación, la realizaban varias veces al día en varias tabernas, sin acompañar la taza de vino con un plato de comida, debido a su ausencia de dinero. Por esta razón, cada jornada se convertía en un calvario que los dejaba ebrios al final del día.

Después de escuchar atentamente a sus ministros, el rey comprendió perfectamente lo que estaba pasando y que este mecanismo o costumbre de negociar en las tabernas, estaba llevando muchos de sus vasallos a la ruina económica, moral y familiar, generando graves problemas al normal funcionamiento del reino, por lo que su decisión fue rápida y tajante:

¿Qué hizo el rey?

Poco tardó el rey en sacar un edicto prohibiendo servir vino en las barras de los bares y tabernas del reino, si la taza de vino servida no iba acompañada de un mínimo de comida para evitar las sensaciones de ebriedad. Es decir, todo bar o taberna sorprendida sirviendo bebidas alcohólicas sin ser acompañadas de comida, seria inmediatamente sancionada y cerrada.

No hay derecho – grito el patrón de la taberna – siempre acabamos siendo nosotros los que pagamos, ¿y las tapas?

Tan pronto como apareció el Edicto, todas las tabernas de las villas castellanas empezaron a servir, con cada taza de vino pedida en la barra, una hogaza de pan con aceite, con queso, con grasa de cerdo, salchichón o tocino, apoyando la hogaza encima de la taza, de tal manera que el contenido de la taza quedaba tapado, cubierto y ocultado por el pan con sus complementos. La taza quedaba por lo tanto cubierta, tapada. En aquel momento nacieron las TAPAS, en España, y esta costumbre o tradición española ha sido exportada al resto del mundo.

José Francisco RODRIGUEZ QUEIRUGA

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