Lo prometido es deuda. Así que aquí está…
La foto es de la isla de Kastelórizo o Castelórizo (en griego Καστελλόριζο, Kastellórizo, en turco Meis, en italiano Castelrosso) una pequeña isla griega del archipiélago del Dodecaneso de 9 km², en aguas del Mediterráneo oriental, situada a menos de 3 km de la costa sur de Turquía, a 110 km al este de la isla de Rodas y a 280 km al noroeste de Chipre. Dos islotes cercanos, Ro y Strongili, le están asociados. Con estos islotes el territorio del municipio abarca en total 11 987 km².
En 1306 fue conquistada por los caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén e integrada en sus posesiones de Rodas y el Dodecaneso siendo utilizada como lugar de exilio y de detención, pero en 1440 cayó en manos del sultán mameluco de Egipto, hasta que en 1450 la conquistó para la para la Corona de Aragón el almirante catalán Bernat de Vilamarí, siendo la posesión más oriental que ha tenido en el Mediterráneo un reino español, y tras muchos cambios de soberanía acabó siendo griega al final de la II Guerra Mundial (en ella empieza la película “Los cañones de Navarone”).
Aunque llegó a tener más de 15 000 habitantes, hoy sólo quedan unos pocos centenares, pues la mayor parte de la población emigró a Australia (allí los llaman “kassires”, y son parte de la colonia griega).
Pues bien, esta islita está hoy el centro del foco de un conflicto de dimensiones imposibles aún de calcular. A comienzos de agosto, Grecia y Egipto firmaron un acuerdo que define sus respectivas zonas económicas en el Mediterráneo oriental, pero Turquía, enfrentada a los intereses egipcios en Libia, amenazó con adoptar medidas militares para defender su “zona económica” y los yacimientos de gas natural, pero la cuestión es más compleja (*).
La estrategia energética egipcia tiene como objetivo la exportación de gas a gran escala, pero en realidad su enfrentamiento con Turquía se está centrando en que los egipcios no pueden permitir que los turcos se hagan con el control de Cirenaica, en Libia, y además, no olvidan lo sucedido en 2013, cuando el golpe militar. El Cairo acusó a Turquía de apoyar a la Hermandad Musulmana, lo cual es en parte cierto, y de hecho muchos cuadros de la Hermandad Musulmana están exiliados en Turquía.
El caso libio es la otra pata del problema. Los turcos están ganando la guerra civil libia. Turquía ha tardado sólo cuatro meses en cambiar el signo de la guerra desde que su presidente, Erdogan, anunciara en enero la intervención en el conflicto. En las últimas semanas ha lanzado la Operación “Tormenta de Paz”, mediante la que ha impedido la conquista de Trípoli y ha repelido a las fuerzas del mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte del este del país, a quien apoyan Emiratos Árabes Unidos y en menor medida Egipto, Rusia y Francia (los mercenarios rusos del Grupo Wagner han recibido una tunda de importancia). La intervención turca ha sido vital para que el Gobierno de Unidad Nacional recuperase las ciudades costeras de Sebrata y Sorman, próximas a Túnez.
Con su acción en Libia, los turcos pretenden revertir el resultado de la guerra con Italia de 1911-12, y volver a situarse con la punta izquierda de su media luna apuntando al sur de la UE, controlando el gas y petróleo de Tripolitania y las mafias del tráfico ilegal de personas, para poder presionar a la banda de nenazas que dirigen los países europeos, ya que la punta derecha, amenaza también a Europa desde Tracia, y le permite a Erdogan jugar con la amenaza de la emigración masiva de refugiados sirios, kurdos, iraquíes, etc.
Los turcos están metidos en una expansión geopolítica de dimensiones importantes. Saben que los rusos son un tigre de papel, un país peligroso, pero débil, con una economía ridícula (la economía de Rusia es más o menos del tamaño de la española), y cuando les pusieron a prueba (un F-16 turco de hace 40 años derribó sin problemas un bombardero ruso Su-24 en Siria). Putin de la envainó, además los mercenarios rusos que han intervenido en Libia no han logrado más que recibir tortas. Erdogan sabe que puede pactar de alguna forma con Moscú, e incluso con El Cairo, dejando a los egipcios mano libre en Cirenaica a cambio del control de Tripolitania.
Sin embargo, “el asunto griego” da una nueva dimensión al problema. El Dodecaneso griego geobloquea de forma angustiosa a Turquía. Las islas del Dodecaneso cayeron en manos italianas en 1912, pero los turcos no las recuperaron tras las II Guerra Mundial (los alemanes las mantenían aún en sus manos cuando la guerra acabó en mayo de 1945), por lo que fueron entregadas a Grecia, país aliado. Por razones obvias, Turquía no puede actuar contra los griegos militarmente, pues son sus “aliados” en la OTAN y es un país de la UE, pero tampoco puede consentir que una pinza greco-egipcia le deje fuera del tablero de juego del negocio estratégico del gas en sus mismas narices… así que atención, esto promete emociones fuertes.
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(*) Los británicos (siempre tan listos), nunca se fueron del todo de Chipre. Mantienen dos bases gigantescas (Akrotiri y Dhekelia), que en la práctica son un estado, y que han sido notablemente reforzadas (con ellas los caza-bombarderos británicos están a unos minutos en vuelo de Siria y de Turquía)