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Hoy, día 29 de octubre, conmemoramos todos los hispanistas el aniversario de la muerte de Ramiro de Maeztu. Vamos a dar una somera semblanza de este hombre, este gran hombre, contradictorio como todo ser humano, pero siempre en búsqueda honesta de la verdad, que parecía haber encontrado cuando lo detuvieron, nada más empezar la guerra civil española. Algunos dicen que era franquista. Imposible. Lo mataron a los tres meses de empezar la guerra, sin haber abandonado la cárcel desde su detencion. Comenzamos.
En 1898, los últimos restos americanos del que fue gran imperio universal español, se independizan de España por obra y gracia de la intervención de los Estados Unidos de America. La llamada generacion del 98 describirá este hecho como «el desastre del 98», aunque seguro que a ustedes se les ocurren otras muchas formas de describirlo, más adecuadas quizá para explicar lo que pasó. Y para Maeztu, su particular desastre llega en 1904: su familia pierde todo lo que tenía en Cuba. Ramiro tiene que ganarse la vida sin apoyo de nadie. Aprovechando la educación inglesa recibida de su madre, ejercerá como corresponsal en Londres de varios diarios españoles. Viaja además por Alemania y Francia. Conoce bien Europa. Cuando empieza la primera guerra mundial, en 1914, Maeztu asiste a los combates y pronto empezará a sacar sus conclusiones.
Bajo el impacto de la Gran Guerra, Maeztu escribe su primera colección vertebrada de ensayos en 1916. Tres años después la publica en español con el titulo «La crisis del humanismo». Se da cuenta de que ni las viejas respuestas liberales, ni las nuevas socialistas, sirven para entender y afrontar los terribles acontecimientos que se van sucediendo en triste procesión.
En 1919 decide volver a España. Vuelve por patriotismo. Vuelve porque es de los primeros en darse cuenta, desde sus coordenadas mentales hispanas, de qué es lo que está pasando en Europa, cómo se ha podido llegar a esos extremos de violencia y sangre. «Antes que nada, ¡soy español!», exclama. De manera que vuelve a España a arrimar el hombro, y lo hace de la manera que sabe hacer: escribiendo, sobre todo en la prensa. El pensador de este tiempo –lo estaban haciendo también Ortega y D’Ors- es un pensador de periódico, y el además necesita ganarse la vida. Es difícil construir así una obra estructurada. A cambio, el intelectual mantiene una relación directa y estrecha con su público y con la propia actualidad que le rodea.
Tras su regreso a España, y a raíz de todo lo que ha visto en los campos de batalla europeos, comienza pues su etapa de desconfianza en la democracia liberal y va cuajando su evolución o mejor dicho su retorno hacia la tradición católica hispana en la que fue educado.
En 1923 toma el poder Primo de Rivera, en un último intento, con efectos bastante positivos para la economía del país, de mantener en pie el edificio liberal de la Restauración, y Maeztu acepta representarla como embajador en Argentina (1928). No es ningun escándalo por otra parte: los socialistas también colaboraron con Primo de Rivera.
Y es en Argentina donde va a conocer al jesuita Zacarías de Vizcarra, el introductor en 1926 de la idea de la «Hispanidad» (idea feliz que propuso como sustituto del espurio término raza), que Maeztu hace suya y después va a ir desarrollando, hasta el punto que mucha gente cree que es idea original suya.
En la teoría hispanista que Maeztu va construyendo a golpe de artículos periodisticos, no habrá derechos innatos en el plano político. Los derechos se adquieren por la función que se desempeña. Tampoco el soberano se legitima por la herencia ni por la elección: sólo el que sirve mejor a los intereses comunes tiene derecho al primer puesto. Parafraseando a Cervantes, «Nadie es más que otro si no hace más que otro”. Esta idea de servicio va a ser una constante a partir de ahora en su pensamiento.
Hacen falta soluciones nuevas, porque los problemas son nuevos. La clase media está aterrorizada, emparedada entre la oligarquía liberal que depreda todo y a todos y el obrero socialista que está rumiando su resentimiento sin afinar demasiado el tiro. Y Maeztu bosqueja su solución: tradición, catolicismo, corporativismo, HISPANIDAD. En algún momento la humanidad ha errado el camino, ha perdido el norte. La solucion es volver a la tradición.
En el plano de la organización social y política, empieza además a propugnar una organización gremial o sindical de la sociedad .Cada ciudadano elegirá varios representantes si pertenece a varios círculos de actividad. Está empezando a definir una democracia orgánica.
Ramiro entra en la comisión que constituye el general Primo de Rivera para elaborar un proyecto constitucional. Aporta su concepción de la democracia orgánica, modelo tomado de las instituciones del Antiguo Régimen: si, aquel que cayó bajo las patas de los caballos de los soldados de Napoleón. Pero el dictador cae también. A continuación cae la última pieza, el Rey, y llega la Segunda Republica, de tan fausto recuerdo para unos, de tan infausto para otros. No digamos lo infausta que fue para él, que no llegó a ver su final.
Porque Ramiro lo veía venir. Desde unos meses antes ha empezado a alentar a un grupo de intelectuales conservadores: Acción Española, que apuesta por una línea inequívocamente tradicionalista, hispánica y católica.
“El retorno a la tradición cristiana es en el Occidente la vuelta de la Iglesia de Santiago. Nosotros lo simbolizamos en el caballero que va a defenderse bajo la cruz del Apóstol e invocando su nombre. Porque ser es defenderse. Todo lo que vale: la fe, la patria, la tradición, la cultura, el amor, la amistad, tiene que ser defendido, para seguir siendo. No hay vacaciones posibles ante la necesidad de la defensa.
Ser es defenderse. Y los maestros de la defensa son los caballeros. Esa es su función y su razón de ser.»
En Acción Española escriben Vegas Latapié, Víctor Pradera, José Calvo Sotelo, Pemán, González Ruano, José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma, el cardenal Gomá, Eugenio Montes, Aunós, Giménez Caballero, Antonio Vallejo-Nájera… todo el universo intelectual de la derecha española del momento.
El Gobierno de la II República identifica claramente al grupo como enemigo; en 1932 llega incluso a detener a Maeztu, que pasará algunos meses en la cárcel, y a prohibir Acción Española, que no volverá a publicarse hasta que la derecha gane las elecciones en 1933. En esas elecciones, por cierto, Ramiro de Maeztu se ha presentado por el grupo monárquico Renovación Española y ha obtenido un escaño de diputado por Guipúzcoa.
En 1934 publica Defensa de la Hispanidad, que tienen ustedes adjunto como pdf al final del articulo: es la exposición más sistematizada de su ideario. Realmente es una obra que hay que leer. Para mí fue un antes y un despues.
Las elecciones de febrero de 1936, con la irregular victoria del Frente Popular, disparan los animos y por consiguiente los acontecimientos. El 13 de julio de 1936, la policía del Frente Popular asesina a José Calvo Sotelo. El 17 de julio comienza la sublevación militar en Melilla. Los amigos aconsejan a Ramiro que se marche. Pero el no lo hace. El día 30, una cuadrilla de milicianos y policías le detiene en Madrid. El diario socialista Claridad, entre otros, le había señalado como “escritor traidor”. Lo encierran en la cárcel de Ventas. Le esperan tres meses de cautiverio. Su alta y enjuta silueta parece agigantarse por momentos. Su ánimo no decae. Seguramente tiene bien presentes en estos momentos de su vida las palabras de Séneca que tanto le gustaban: «No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa en medio de los accidentes de la vida, que tienes dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como un eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueran los sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversos, o de los que parecen envilecernos con su contacto, mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se pueda decir siempre de ti que eres un hombre.».
El Frente Popular ha comenzado ya su política de exterminio de la oposición. El 29 de octubre de 1936, Maeztu es sacado de la cárcel y llevado al cementerio de Aravaca. Allí ataban a los presos de dos en dos, ante unas zanjas, y los tiroteaban. El sabe que su vida ha terminado. Altivo, eleva la voz y se dirige al pelotón de ejecución:
“Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero: ¡Porque vuestros hijos sean mejores que vosotros!”.
Con aquel hombre caía asesinado una de las cumbres de la cultura española. El concepto de Hispanidad, es decir, de una unión espiritual entre todos los pueblos de cultura y lengua hispana, que un día formaron parte del más formidable imperio cristiano que la historia ha conocido, tiene un recorrido que todavía no alcanzamos a calibrar en su justa medida.
Parte de su ideario fue adoptado por el régimen de Franco. Pronto, sin embargo, comenzó a ser olvidado, más aún, desterrado de la vida cultural. Hoy empieza a recuperarse su legado intelectual. Lo esencial de su obra está disponible incluso en Internet.
Maeztu sigue hablándonos, con esas palabras que hoy ya suenan un tanto antiguas en su forma, pero que son sin embargo revolucionarias en su fondo. Es uno de los intérpretes más agudos y clarividentes del siglo XX y de todo lo que está por venir. Y también el primer gran teórico de la Hispanidad, arma cargada de futuro.
Algunas frases de Maeztu que merecen una reflexión profunda:
– «…Y España pareciera como un anciano que hubiera perdido la memoria….»
– «El ideal hispánico está en pie. Lejos de ser agua pasada, no se superará mientras quede en el mundo un solo hombre que se sienta imperfecto. Y por mucho que se haga para olvidarlo y enterrarlo, mientras lleven nombres españoles la mitad de las tierras del planeta, la idea nuestra seguirá saltando de los libros de mística y ascética a las páginas de la Historia Universal. ¡Si fuera posible para un español culto vivir de espaldas a la Historia y perderse en los cines, los cafés y las columnas de los diarios! Pero cada piedra nos habla de lo mismo. ¿Qué somos hoy, qué hacemos ahora cuando nos comparamos con aquellos españoles, que no eran ni más listos ni más fuertes que nosotros, pero creaban la unidad física del mundo, porque antes o al mismo tiempo constituían la unidad moral del género humano, al emplazar una misma posibilidad de salvación ante todos los hombres, con lo que hacían posible la Historia Universal, que hasta nuestro siglo XVI no pudo ser sino una pluralidad de historias inconexas?»
– «¿Podremos consolarnos de estar ahora tan lejos de la Historia, pensando que a cada pueblo le llega su caída y que hubo un tiempo en que fueron también Nínive y Babilonia?
Pero cuando volvemos los ojos a la actualidad, nos encontramos, en primer término, con que todos los pueblos que fueron españoles están continuando la obra de España.»
-«…Hay una necesidad urgente en el mundo entero, si ha de evitarse la colisión de Oriente y Occidente, es que resucite y se extienda por toda la faz de la Tierra aquel espíritu español, que consideraba a todos los hombres como hermanos, aunque distinguía los hermanos mayores de los menores; porque el español no negó nunca la evidencia de las desigualdades. Así la obra de España, lejos de ser ruinas y polvo, es una fábrica a medio hacer, como la Sagrada Familia, de Barcelona, o la Almudena, de Madrid; o, si se quiere, una flecha caída a mitad del camino, que espera el brazo que la recoja y lance al blanco, o una sinfonía interrumpida, que está pidiendo los músicos que sepan continuarla».
-«Siempre ha tenido España buenos eruditos, demasiado conocedores de su Historia para poder creer lo que la envidia de sus enemigos propalaba. La mera prudencia dice, por otra parte, que un pueblo no puede vivir con sus glorias desconocidas y sus vergüenzas al desnudo, sin que propenda a huir de sí mismo y disolverse, como lo viene haciendo hace ya más de un siglo. Tampoco nos ha faltado aquel patriotismo instintivo que formuló desesperadamente Cánovas: «Con la Patria se está con razón y sin razón, como se está con el padre y con la madre». La historia, la prudencia y el patriotismo han dado vida al tradicionalismo español, que ha batallado estos dos siglos como ha podido, casi siempre con razón, a veces con heroísmo insuperable, pero generalmente con la convicción intranquila de su aislamiento, porque sentía que el mundo le era hostil y contrario al movimiento universal de las ideas».
-«Un erudito inglés, Mr. Cecil Jane, ha desarrollado recientemente la tesis de que la separación de América se debe a la extrañeza que a los criollos produjeron las novedades introducidas en el gobierno de aquellos países por los virreyes y gobernadores del siglo XVIII. El hecho de que los propios monarcas españoles incitaran a Jorge Juan y a Ulloa a poner en berlina todas las instituciones, así como los usos y costumbres, en sus «Noticias Secretas de América», destruyó, a juicio de Mr. Jane, el fundamento mismo de la lealtad americana: «Desde ese momento ganó terreno la idea de disolver la unión con España, no porque fuese odiado el Gobierno español, sino porque parecía que el Gobierno había dejado de ser español, en todo, salvo el nombre»
-» La Hispanidad, desde luego, no es una raza. Tenía razón El Eco de España para decir que está mal puesto el nombre de Día de la Raza al del 12 de octubre. Sólo podría aceptarse en el sentido de evidenciar que los españoles no damos importancia a la sangre, ni al color de la piel, porque lo que llamamos raza no está constituido por aquellas características que puedan transmitirse a través de las obscuridades protoplásmicas, sino por aquellas otras que son luz del espíritu, como el habla y el credo. La Hispanidad está compuesta de hombres de las razas blanca, negra, india y malaya, y sus combinaciones, y sería absurdo buscar sus características por los métodos de la etnografía.»
Y etc, etc, etc.
Léanselo, es un tesoro. Seguro que les va a aprovechar.