Desde el rabo a los petardos todo es perro.
El Congreso ha aprobado recientemente una Ley prohibiendo que se corte el rabo a los perros. Mal tiene que estar nuestra sociedad para que el máximo poder legislativo del País tenga que aprobar algo tan sensato y natural como es el hecho de que se respete la naturaleza en todos los órdenes. Algo que bastaría con que se enseñara en la Escuela, es motivo de reivindicación y acción política.
Pero nuestros parlamentarios; por cierto, es bueno recordar que nuestro Congreso es mayoritariamente de izquierda para que cuando reivindiquemos la opción sur de la Autovía Puertollano-Mérida no le echemos la culpa solo al PP, nuestros parlamentarios, repito, solo han visto del perro el final de esa gran obra maestra: el rabo.
Sin embargo, hay un hecho mucho más cruel y desesperante para los perros que no solo ocurre una vez en su vida y que se repite constantemente: los petardos.
Pienso hoy, una conversación telefónica me lo ha recordado, en los cientos de perros que conviven en pisos de Valencia con los vecinos próximos a esas plazas públicas donde se celebran las mascletás, cientos de perros aterrorizados buscando un rincón del piso, que no encuentran, para encontrar el sosiego que ni los propios amos pueden darles.
Si habéis visto un perro temblando de miedo al oír un simple petardo, en una de esas múltiples celebraciones que realizamos con ruidos de guerra, sabréis de qué hablo. Es una de las sensaciones mayores de impotencia de los seres humanos, nos gusten los perros o no.
Pero para el Congreso de los Diputados españoles es más fácil dictaminar sobre rabos que prohibir la fabricación, venta y uso de petardos no solo en las fiestas y las bodas, sino en esa barbarie de pólvoras asustadizas que se malgastan en las Fallas de Valencia.
¿Qué opinan esos radicales valencianos que tanto dicen defender a los animales, y tan poco el idioma español, del sufrimiento de los perros en Valencia estos días?
Pasa con los animales lo que pasa con algunos ecologistas y el campo, que hablan de naturaleza y campo sin haber cogido una azada en su vida.