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¿No votar, o votar No?

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José Gabriel Barrenechea.


1.

No hay razones válidas suficientes para preferir No votar, a votar NO.
El número de quienes se atreverían a realizar el desafío público y abierto de NO votar nunca será tan alto como el de los que preferirían marcar en secreto con una “X” junto al NO.

Por otra parte el número de quienes NO votaran nunca pasará del 17% de la última “elección”, porque sin dudas el régimen aprendió la lección y esta vez enviará comisiones de las “organizaciones de masas”, casa por casa, para arrastrar a los morosos a los colegios electorales. Ante semejante presión, más bien chantaje, es casi seguro que no pocos de los que se atrevieron a No votar la última vez ahora cederán, y por lo tanto incluso esperar un porciento semejante de abstención al de este 11 de marzo es totalmente irrealista. Se basa en definitiva en la creencia de que el régimen es manco, y de que no es capaz de buscar soluciones a los desafíos que se le presentan por el camino.

Por su parte votar NO es un acto de desafío anónimo, secreto en definitiva, más adecuado para las condiciones cubanas actuales, que sin lugar a dudas recogerá integro el voto de todos aquellos que vayan a votar por miedo.
Nadie tiene porque enterarse de su voto NO, si usted no lo anuncia a los cuatro vientos. No hay en consecuencia porque esperar represalias contra su persona: Esto por supuesto que hace sumamente atractivo el votar NO para esa absoluta mayoría que no se atreve a declararse abiertamente en contra del régimen.

Recuérdese que el asunto aquí no es buscar las mejores soluciones para nosotros, ese 0,02% del electorado que nos declaramos de modo abierto opositores o disidentes, sino las mejores para lograr atraer a realizar un acto opositor a ese enorme por ciento de ciudadanos que temen perder su trabajo, o que le restrinjan sus viajes, o que les cierren el negocio, o que les tomen represalias contra los hijos que ahora pasan el servicio militar, o que se pongan para ellos y no los dejen hacer esos negocitos ilegales de los que vive casi todo el mundo aquí…

Llamar a votar NO por lo tanto es más realista, y puede dejar mucho mejores números: Podemos soñar con derrotar en las urnas al régimen si es que sabemos hacer buen uso de todos los recursos a nuestro alcance, desde Facebook o Radio Pepe hasta nuestra actitud de asistir a votar el 24 de febrero -que sin dudas, por el solo hecho de hacerlo, ya que para todos nuestros vecinos será evidente cuál es la opción que marcaremos en nuestras boletas, arrastrará a muchos a imitarnos en el NO.

Téngase algo por seguro: Si solo consiguiéramos no ya que cada elector compartiera nuestra posición política radical, sino que no votara en ese automático en que vive el cubano de a pie, que se detuviera a pensar en su vida precisamente allí, frente a la boleta, antes de marcarla, el porciento del NO superaría al del Sí.

En lo personal creo que se puede lograr alcanzar más de un 50% de voto NO, si es que todos: la oposición, los exiliados, los “migrantes económicos”, el colectivo LGTBI, las iglesias, los parientes de afuera, los boteros y los cuentapropistas, Cubaposible, 14yMedio, los intelectuales de izquierdas… todos pusiéramos el hombro para empujar el carro nacional hasta sacarlo del atasco.

Pero es que incluso un 40% representaría ya todo un éxito, que sin dudas resquebrajará hacia lo exterior la imagen de país monolítico que ha dado el régimen; pero sobre todo hará que un significativo por ciento de la población pueda llegar a tomar conciencia de su fuerza. Y a qué dudar, la lucha entonces sería por conseguir que el régimen lleve a Referendo la Ley Electoral que debe tener lista seis meses después de adoptarse la Constitución. Porque esto, mis amigos, no cosa de par de días…


2.


Votar NO no significa legitimar al régimen:
En primer lugar, si nos pusiéramos en verdad meticulosos, tendríamos que admitir que NO votar también implica en cierta manera legitimar el proceso electoral castrista.

Porque si usted desea que su abstención sea tenida en cuenta seguramente tendrá que ir a exigir que recojan su nombre en el registro electoral de su circunscripción. Ya que de todos es sabido que cuando usted no vota en una “elección” las autoridades electorales no pierden la oportunidad de borrarlo para la próxima. No tanto por una directiva nacional, sino por el interés de quienes integran la mesa electoral respectiva de no tener votantes que los hagan mantener su colegio abierto hasta las 6 de la tarde; como deberán hacer mientras alguno de los inscriptos en el registro no se presente.

O sea, si usted es un abstencionista de todas maneras deberá preocuparse por hacer la comprobación de que su nombre aparezca en el Registro, y aceptar desde un inicio la idea de que es muy probable que tenga que acudir ante una autoridad electoral, lo que conlleva su reconocimiento como tal por usted.

Todo lo cual espero que no le quepa al duda de que es una forma más de legitimar el proceso electoral, y por tanto al régimen que lo impone.
Créanme, sé de qué hablo, porque he sido quizás uno de los pocos que ha buscado no participar de ninguna manera, por no reconocer los procesos supuestamente eleccionarios, lo cual ha conducido a que tras más de una década de no asistir a votar hoy no aparezca en ningún Registro, y que por lo tanto en los próximos días deba personarme en mi circunscripción para exigir esa inclusión (mi dirección actual es una que tuve antes de vivir por lo menos en otros tres lugares).

De hecho insistir en No votar legitima en cierta manera esa mentira del régimen de que en Cuba no hay de qué preocuparse, usted siempre será incluido en el Registro. Lo cual los opositores sabemos muy bien es una falsedad más.

Sin dejar de tener en cuenta que No votar sin preocuparse por acercarse y reconocer a la autoridad electoral correspondiente, o sea, sin preocuparse por estar o no en el Registro, solo servirá esta vez para ayudar al régimen a quitarse un voto NO más de arriba (a lo mejor se gana usted hasta un reconocimiento del CDR en que vive, por abstenerse).
En cambio, votar NO si es cierto que legitima, pero nuestra posibilidad de deslegitimar al régimen, al decirle NO.


3.


La única vez que en la Cuba posterior a 1959 se ha realizado un Referendo fue en 1976, para que la ciudadanía aprobara o no la Constitución presente.
Fue la única ocasión en que Fidel Castro se atrevió a darle la oportunidad al soberano de decirle NO a una propuesta suya. Las posteriores reformas constitucionales de 1992 y 2002 no fueron sometidas a referendo: La primera se aprobó solo con el voto de la Asamblea Nacional; y la segunda resultó aprobada mediante una argucia legal del Comandante. Quien en contra de lo dispuesto por la Ley Electoral, de llamar a votar Sí o NO secretamente, en su lugar obligó a los ciudadanos a firmar públicamente su apoyo a la reforma. Y obligó es la palabra porque es evidente que en medio de la atmosfera de histeria que en paralelo promovió el régimen por aquellos días, en que quienes no firmaran se arriesgaban a ser acusados de apoyar a un enemigo que supuestamente se disponía ya a invadir el país, realmente muy pocos nos atreveríamos a no firmar.

Claro, ya no eran los “luminosos” tiempos de 1976, cuando el Sí obtuvo un 96% de voto válido. No eran aquellos maravillosos setentas, en que en Cuba todos creían que la Seguridad del Estado era capaz de descubrir la autoría del voto negativo plasmado en una boleta determinada, sea mediante cámaras, olores o huellas digitales. Para 2002 el cubano se había vuelto un poco más incrédulo. Al ya no estar sometido solo al condicionamiento de esas frecuentes, al menos en los setentas y ochentas, revelaciones televisivas en que más que informar la actividad del enemigo se hacía hincapié en hacerle creer al cubano de filas que la Seguridad del Estado era ubicua, omnisapiente y omnipotente, su creencia en las posibilidades del control estatal habían descendido desde el nivel cuasi-mágico en que se encontraban en 1976 hasta un nivel que lindaba con el escepticismo: Para 2002 todos llevábamos diez años viviendo del invento, en medio del Periodo Especial, y si nadie había podido descubrirnos no podía ser tan eficiente el control.

Fidel Castro comprendía muy bien ese cambio de escenario y de mentalidad. Por lo cual nunca se habría atrevido a volver a poner en manos de la ciudadanía la posibilidad de decir NO. Tan es así que cuando en 1992 se decidió que para darle legitimidad al sistema político cubano, sobre todo para hacerlo pasar por parlamentario, se requería elegir de modo directo a los Diputados, al prestidigitador Fidel Castro se le ocurrió un mecanismo abstruso mediante el cual se daba la apariencia de permitir la elección, sin en verdad permitirla. Ya que como bien sabemos, en “las elecciones” de Diputados no existe tal elección. En ellas las Comisiones de Candidaturas nos ponen delante unas listas, en que sus integrantes no compiten entre sí por una sola plaza: cada uno de ellos tiene la suya, que supuestamente nuestro voto le ratificará o no. Lo que como las boletas válidas solo son aquellas en que se vote por uno, o por varios de los miembros de la lista que nos dan para ratificar, pero no aquellas que se dejan en blanco como muestra de nuestro rechazo a la propuesta completa, en la práctica se vuelve casi imposible derrotar una lista completa, y la posibilidad de desaprobar una candidatura dentro de ella alcanza una bajísima probabilidad.

La razón de este pánico fidelista a poner a votar a la gente con reales posibilidades de decir NO solo puede ser: que en Cuba ya no se podía confiar en dejar escoger de modo secreto al ciudadano, y que por otra parte no existe desde 1976 a la fecha una tradición de fraude electoral a gran escala.

La razón de esa ausencia está relacionada con lo dicho más arriba: En la Cuba posterior a 1976 el fraude no tenía que realizarse al alterar los procedimientos legales, porque ya de hecho esos procedimientos habían sido manipulados desde la misma Ley para que no hubiera necesidad de cambiar urnas, o borrar y reescribir boletas, o alterar los resultados de manera burda… No era necesario porque ya de hecho el fraude está en la mismísima Ley Electoral, al crear el mecanismo para que en primer lugar los ciudadanos no tengamos acceso real a la nominación, y para que después nuestro voto quedará sin verdaderas posibilidades matemáticas de rechazar, de decir No, a la candidatura de cualquier Diputado que se nos presentará en lista por las controladas por el régimen Comisiones de Candidaturas.

Esto de hacer una ley fraudulenta, para no tener que hacer le fraude electoral convencional ha traído dos consecuencias: Primero, le ha permitido al régimen inmiscuir a un gran por ciento de personas en el proceso electoral (unas 200 000), incluidos niños, ya que no puede haber peligro de filtraciones cuando en realidad no hay nada que filtrar; solo una ley tan enrevesada que ya el lograr exponer dónde está la trampa en ella obliga a un grado de complejidad en la explicación.

Esto ha obrado poderosamente en bien del régimen, al legitimarlo ante el observador que no profundiza mucho en la realidad, y mucho menos en la abstrusa Ley, que solo ahora, 25 años después de su proclamación, es accesible en librerías. Para muchos el modelo cubano en que faltan de modo ostensible los fraudes habituales y conocidos, que puede darse el lujo de inmiscuir niños en el mismo, es por lo menos digno de mención.
Sin embargo, ese resultado positivo para el régimen ha tenido también su costo para el mismo: Ha provocado la ya señalada falta de una tradición, sin la cual algo tan complejo como un fraude masivo y a gran escala no puede funcionar de manera creíble. Lo que ha dejado al régimen en una situación bastante comprometida ante la posibilidad de que en algún momento se viera obligado a permitirles a los ciudadanos verdaderamente elegir en las urnas, como es el caso de lo dispuesto para el referendo en la Ley Electoral.
Fidel Castro entendía muy bien esto y por ello de ninguna manera habría permitido bajo su gobierno el que se efectuara un referendo bajo lo dispuesto por la Ley Electoral.

Pero entonces: ¿Por qué ahora los jerarcas del régimen se atreven a darnos la posibilidad de decir sí, o no, a una propuesta suya, que no puede ser interpretada más que como un sí, o no a ellos mismos?

Porque muchos de ellos mismos no entienden el abstruso mecanismo electoral creado por Fidel Castro, ese Maquiavelo al cual no le llegan ni la altura de las suelas de sus zapatos.

Muchos, incluido Díaz-Canel y hasta el mismo Raúl Castro, protegidos en su burbuja, no se han dado cabal cuenta de que no era lo mismo el sistema para “elegir” a los Diputados, que darle la posibilidad real a los ciudadanos de decirle sí o no a algo. Por ello, confiados en los resultados que siempre se han obtenido en unas elecciones para Diputados en que nunca se ha rechazado a un candidato, no por apoyo incondicional del “pueblo” sino porque como dijimos es casi imposible matemáticamente gracias al tramposo mecanismo patentado por Fidel Castro, no conscientes de esa realidad, han creído que no había grandes riesgos en permitir que la Constitución se sometiera a referendo.

Así, al estar claros en que tras el relevo de DC a la generación histórica se necesitaba algo que ayudara a legitimar al sustituto, en el fondo un funcionario más como otro cualquiera, han tomado la decisión de convocar un referendo. Y ello antes de consultar a los subalternos enterados de la verdad de la trampa, o antes de que estos se atrevieran a explicarles la diferencia y por tanto las trampas que hacían inseguros unos resultados electorales que ellos tomaban como muestra del pleno apoyo de su “pueblo”.

Es esta la explicación, en definitiva, de porque han caído en lo que nunca Fidel Castro hubiera.

Esto, sin embargo, no impide que se haga fraude, sobre todo en los resultados que nos brinde Alina Balseiro.


4.


Si ha habido fraude en las elecciones cubanas, pero esto ha tenido que ver con la decisión de algún que otro funcionario de mesa al convertir boletas en blanco, o sea, no válidas, en votadas; o al cambiar el voto en una elección para delegado municipal, más que nada por motivos personales o por política municipal: En algún municipio, en las elecciones para delegados municipales han existido orientaciones y sugerencias para personal afine, de parte de las autoridades municipales de torpedear los votos de algún que otro candidato, que aun cuando era revolucionario, no le caía muy bien al Primer Secretario o al Presidente de la Asamblea.

Otro tipo de fraude no lo ha habido porque, repetimos, no era necesario.
Hacerlo ahora solo es posible en la Comisión Nacional Electoral.
En todo caso se puede, y debemos formar, una red de controladores del conteo, que amparados en lo dispuesto por el artículo de la LE, nos presentemos a las seis de la tarde del día 24 en los colegios en que hayamos depositado nuestro voto. Para luego contrastar a nivel nacional nuestros datos. Para en caso de que se nos prohíba ejercer ese derecho legal seamos capaces de documentar esa violación, y por lo tanto demostrar que hubo fraude.

No obstante, lo importante de este referendo no es el resultado, sino ese instante en que el elector se enfrente a su boleta en el secreto de la cabina electoral. Ese momento en que por primera vez en su vida, para buena parte de la población, tiene la posibilidad de decirle NO al régimen, es realmente lo importante aquí. A no dudarlo, el camino a la politización del cubano pasa por allí…


5


Termino estableciendo algunos puntos sueltos:
Que es cierto que a diferencia del Referendo Chileno de 5 de octubre de 1988 en que se derrotó a Pinocho, en Cuba no existen partidos políticos, ni se ha permitido hacer propaganda por el NO (yo he estado preso por hacerla); pero también es cierto que la gestión económica en ambos casos del gobierno sometido a referendo no puede ser más contrastante: Chile crecía, y los estándares de vida mejoraban sin dudas para un elevado por ciento de la población en 1988; en Cuba ocurre todo lo contrario. Y todos sabemos que si algo decide elecciones no es tanto el deseo de hacerse con, o conservar derechos humanos, como el estado de la economía familiar.
Si en Chile la gente salió a decirle NO a un régimen que mejoraba su situación económica, ¿cómo no pensar que ocurra lo mismo en Cuba donde todo empeora por días?

Que el asunto en que debemos pensar es este: Si el pueblo dijera masivamente NO, y los resultados no pudieran ocultarse, no solo perdería legitimidad el gobierno negado, sino también la oposición que llamo a NO votar, y catalogó de colaboracionismo a ir a votar NO.

El asunto está en qué somos: Una oposición sectaria, que por principios de barricada no es capaz de seguir al pueblo en sus decisiones, o un grupo político que en dialogo permanente con la gente que representa es capaz de tomar riesgos…

En todo caso si nuestro prestigio se fuera por el caño al perder estrepitosamente este 24 de febrero, no hay porque temer: Otros tarde o temprano alzarán las banderas oposicionistas, desde otras perspectivas… y es eso de lo que se trata, creo, de lograr lo mejor para Cuba, no de ponernos a pensar en nuestro papel en los éxitos; que a qué dudar, no es más eso lo nuestro, un papel, en el libreto interminable de la vida nacional.

XelNo, #YoVotoNo

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