No, Pedro Sánchez no es el Avemaría Purísima

Está claro que la alegría de quitarnos al primer oficial de a bordo del buque de la corrupción, capitaneado por Jose Mª Aznar, Jose para la clerecía española que nunca podía esperar tanto poder en la era espacial, y que su cuento generara tantos recursos económicos, el atracar por unas horas el buque a puerto, no es asunto ni en exclusiva, ni, probablemente, el puerto de destino de un político español, Pedro Sánchez, que hasta este minuto ha cometidos dos traiciones tremendas personales. Hace poco tiempo engañar a sus militancia de base, no así a su banqueros, y ahora, en esta segunda ocasión, engañar y despreciar políticamente a todos los partidos de menos escaño que los sociatas, para auparse como vencedores ellos; en la mismica línea que si un jinete se atribuye así mismo la carrera y dice que el caballo que galopó “pasaba por ahí”.
Dicha esta villanía y desprecio, todo lo demás, personalmente, tengo que ir viéndolo. Y si España, los españoles, estamos embrutecidos y echados a perder por tanta mentira, dejo este testimonio salido de mi teclado que el más antidemocrático y ruin bipartidismo, el me quito yo, no me hagas daño, y te pones tu, campea a placer en el panorama político convertido en una revista de moda y buenas costumbres católicas de joder al prójimo con excelentes y exquisitos ademanes denominados popularmente amanerados.
No existe nada a lo largo y ancho de nuestra dilatada y experta experiencia como putos pecheros, que nos digan que las reinas han sido más justas, benevolentes y comprensivas que los reyes; Nada, en la política actual que afirme o indique que las mujeres tienen menos mala leche gobernando que los hombres, o que lo hacen mejor. Como zorro viejo que he recibido escopetazos toda mi vida, lo único que me ha gustado del cambio actual en el gobierno de España, ejercicio efectuado con y desde la gente de izquierdas, es perder del gobierno un puñado de ladrones confesados y comulgados, que creí que la iba a palmar bajo su robo organizado de cuarenta años, y me alegro de que no hay sido así.
Hay muchas cosas que se pueden cambiar y que no cuestan dinero, y que, al contrario, al eliminar sinvergüenzas y mamones, resultan, al margen de otorgar dignidad, rentables para un país como el nuestro que, probablemente, en Comunidades Autónomas como la que yo resido, la cortijá murciana, cada una de las despedida con banda de mariachis, había que fijarse más en la letra que en las repetidas músicas patrias, y, como poco, es de ley que los patrimonios de entrada y de salida se hagan públicos.
España necesita con urgencia una enseñanza laica pública, la religiosa que se la pague de su bolsillo el que lo quiera. Se necesita una sanidad pública y prohibir que los servicios sanitarios públicos lleven a los enfermos a lo que llaman la privada. Las fundaciones estatales hay que abolirlas de inmediato. La energía, tarifas y generadores, deben de estar vigilantes del estado y compitiendo con la libertad total de las energías renovables. La universidad privada, católica o santa, puede dar las clases y carreras que quiera, pero sus alumnos deberán hacer obligatorio un curso entero en la universidad pública porque es el Estado el único que debe de estar capacitado para otorgar títulos de acreditación superior y media.
Hay mucho campo en el que actuar que volvería a otorgarnos una dignidad perdida entre tanto cómplice como ha acompañado una enorme pelota de mentiras rociada de agua bendita, de una vuelta decidida estatal a un país donde menor robar, todo, según los medios de comunicación, era peligroso.
España no se va a romper, porque precisamente en su diferencial está su solidez. Es mentira que le tengamos que tener miedo al nacionalismo catalán, gallego o vasco, primero porque llevamos así, de discusiones y en ocasiones de pelotera, desde el siglo XIII o más tarde, Y si Castilla sobre el año de 1.278, inició su liderazgo sobre los demás reinos, su compañera de viaje, la iglesia católica vaticana, no arrancó lo que se dice de un modo muy democrático y distributivo cuando al rey de turno, a un tal Alfonso, lo apodó Sabio, por decir que todas las cosas que había en España y en el mundo pertenecían a la iglesia católica. Y así, no se puede llegar al final equitativo que se necesita.
A la hora de aligerar nuestros bolsillos, lo mismo que a la hora de dejarnos un poco de calderilla para nuestros vicios, supuesto que todos no queremos ir por cojones al cielo, da lo mismo que sean hombre o mujeres los que nos manden y gobiernen. Lo que tienen que hacer es devolverle la dignidad a las instituciones, si hay que cortar alguna mano ladrona, se corta, y poner de verdad una ventanilla donde los de abajo podamos pedir justicia gratuita.
Y sin mucha palabrería, todo vendrá porque el progresismo es, sobre otras muchas cosas, honestidad.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis
 

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