Mariano Faquineto: “El meteorólogo autodidacta de Guanabacoa”

meteorólogo criollo con su barómetro y termómetro de época, observando el ciclón desde una colina cerca de La Habana

meteorólogo criollo con su barómetro y termómetro de época, observando el ciclón desde una colina cerca de La Habana

De su padre, piloto naval español y cuidador del Morro, aprende Mariano el secreto de observar las nubes. Desde su nacimiento en la Habana de 1858, Mariano Faquineto y Soler observa la quietud, la lluvia, se familiariza con los estados del mar y descubre los sutiles cambios atmosféricos. Con él también aprende matemáticas, inglés y francés; conocimientos que dominaría de manera autodidáctica a la perfección junto a la meteorología en su adultez.

Mariano fue hombre culto y hambriento de saberes, Siendo jóven, decide emprender un viaje a México donde se cuenta que aprendió de buenas manos el arte de la confitería. Luego recorre Estados Unidos y vuelve a Cuba para finalmente dedicarse a la venta de caramelos artesanales. Se estableció en la casa número 20 de la calle Cruz Verde en la entonces pequeña villa de Guanabacoa. Mientras vende caramelos, no abandona su pasión por la meteorología que se vuelve un servicio agradecido por los vecinos de la zona.

En su libro “Los hijos de la Luna”, Orlando Carrió cita un folleto inédito de Roberto Ortíz Héctor titulado “La meteorología en Guanabacoa” en el que describe cómo el meteorólogo autodidacta salía ante cualquier atisbo de mal tiempo. Armado de su observatorio improvisado a las mayores alturas de la localidad, Faquineto corría detrás de las pistas del tiempo:

“(…) era frecuente su presencia, muchas veces bajo la lluvia premonitoria de los huracanes, en las mayores alturas que orlan a la cabeza municipal, como la Loma de la Cruz, del Indio y del Potosí. Tomaba nota de los tipos de nubes, sus direcciones y acumulación hacia los cerrados horizontes. Luego, recogido en su apartada vivienda, rodeado de polvorientas indagaciones, descoloridas notas e instrumentos, muchos de ellos arreglados o confeccionados por él mismo, llegaba a sus propias conclusiones y daba a conocer sus pronósticos”.

Su popularidad llegó en 1888 cuando ante la entrada de un furioso huracán en las Antillas que burló por su trayectoria y dirección al conocimiento meteorológico de la época. Cuenta Roberto Ortíz que Faquineto desafió a las autoridades científicas prediciendo que al próximo día la región occidental del archipiélago sería azotada por un monstruoso huracán.1

“El parte de Faquineto se propagó, primero, por los rincones de su barrio… llegó a los círculos periodísticos capitalinos y, en efecto, horas más tarde, el pronóstico del humilde meteorólogo se cumplió al pie de la letra dejando el huracán una estela de desolación y muerte”.

El «hijo postizo de la ciencia» ganó su crédito ante los observatorios cubanos Nacional y del Colegio de Belén y gana el respeto de la comunidad científica en Washington. Colabora con la prensa habanera y llega a fundar la gaceta El Sol con su propio financiamiento. Llegó a poner en entredicho la opinión de notables especialistas de la época como Mariano Gutiérrez Lanza y Luis García Carbonell.2

Como recoge Gerardo Castellanos, historiador de Guanabacoa durante la primera mitad del siglo XX y amigo de Faquineto:

“No vivía, como sus privilegiados colegas en observatorios con instrumentos de precisión, sino que ambulaba por las calles. Diríase que sus noticias eran seguras, no por su larga experiencia, o las magníficas tablas meteorológicas que de su padre conservaba, sino por su identidad con la naturaleza”.Se cuenta que Faquineto fue hombre honrado y sencillo. Sobre su humildad el orador Alberto Acosta escribe en el suplemento histórico literario “Guanabacoa” la siguiente historia con el historiador Castellanos:

“Acudía periódicamente al hogar de don Gerardo Castellanos correspondiendo al afecto que le profesaba el apasionado y paciente cultivador de nuestro heroico pasado. Cierta vez, descubrió que muchos de los centavos invertidos por los jovenzuelos en la adquisición de sus golosinas, eran, con discreción, facilitados por su amigo con la intención de aliviar su penuria sin herir su dignidad. Vano fue el empeño, porque tal grado de decoro sustentaba que, apenas conocida la indirecta ayuda, suspendió las visitas y las charlas”..

En el cementerio de la Loma de Potosí, lugar de sus jornadas de observación y testigo de su ciencia autodidacta, es enterrado en agosto de 1923 don Mariano Faquineto y Soler sin más reconocimiento que su herencia popular que resuena en la memoria de su pueblo adoptivo Guanabacoa.

  1. Referencia: https://oncubanews.com/cuba/el-ciclon-de-faquineto ↩︎
  2. Referencia: http://www.habanaradio.cu/coberturas-especiales/archivo-del-tiempo/en-invierno-suceden-muchas-cosas/ ↩︎
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