-Por Gonzalo Alba Beteré
LOS «POYAQUES» DE SÁNCHEZ
Este estado de alarma me recuerda a cuando uno, inocentemente, mete a artistas en su casa para hacer una pequeña reparación o reforma. De manera inevitable, surgen los «poyaques».
– Poyaque le hemos pintado la cocina, le podíamos cambiar el suelo, que ese gres ya no se lleva, y tenemos un mármol travertino que le acabaría de dar empaque.
– Poyaque le vamos a arreglar esa ventana que no cierra, podemos cambiar toda la carpintería de la casa, que las cosas de los 70 ya han aguantado bastante…
Y así, hasta cansarnos. Me recuerda a un amigo al que me encontré cargadito de juguetes por la calle en Navidad, y me dijo azorado, incluso antes de que le preguntara: «Para los hijos de los albañiles de casa. Los que entraron en Abril para cambiarme la cocina, que todavía están en casa.»
Pues así veo a España, que llegan las Navidades y seguimos en estado de alarma, aprovechando el gobierno las libertades que le da este estado, que son las mismas que al ciudadano les quita.
Un estado de alarma se declara en una situación excepcional, para gestionar esa situación excepcional. Únicamente para eso. Pero no para meterle por la cara «poyaques» que no tienen nada que ver con la situación.
Muy bien que haya un mando único en salud y en seguridad. De acuerdo. Muy bien que el gobierno regule las entradas, las salidas, los cierres y las aperturas. De acuerdo. Pero este gobierno socialcomunista, además nos cuela de rondón:
– El «poyaque» de meter a Pablo Iglesias en el CNI sin cumplir los requisitos para ello, como si eso fuera fundamental para la pandemia.
– El «poyaque» de cambiar la Ley de Educación sin seguir el procedimiento, y atacar con ello a los centros de educación especial (claro, tienen que ahorrar a costa de los que tienen diferentes capacidades para tener dinero para repartir a manos llenas a sus feminazis, a sus chiringuitos, a sus animalistas, y a sus cuñaos).
– El «poyaque» de deshabilitar el portal de transparencia y de saltarse los procedimientos legales de contratación del estado. Así, nadie se entera de qué cuñao o qué vecino se ha puesto las botas vendiendo al estado tests falsos, mascarillas de la señorita Pepis, o espaguetis a precio de angulas.
– El «poyaque» de subvencionar a las televisiones con 15M€, justo al principio de la pandemia, para controlar no sólo el estado de alarma sino el estado de opinión también.
– El «poyaque» de ordenar a la Guardia Civil «minimizar el estado de opinión crítico con la gestión del gobierno», además de soltar a su cancerbera Ana Pastor para tildar de bulo cualquier crítica al gobierno. La verdad oficial y única, como en Corea del Norte, es la que dice el gobierno. Lo demás es mentira, y además delito.
– El «poyaque» de nombrar a 23 altos cargos (más los subalternos que necesiten) de una tacada saltándose cualquier norma o ética de contratación pública.
– El «poyaque» de prohibir ir por la Castellana con nuestra bandera nacional, no vaya a ser que coincidan 4 ó 5 fachas y haya un efecto llamada que disturbe la paz de nuestro amado líder y su fiel perro Coletas.
– El «poyaque» de saltarse con toda la desvergüenza todas las normas de recuento de víctimas, de nuevos contagios, etc, minimizando el número de muertos y de contagios para que parezca que lo están haciendo de pelotas. Pues no nos sorprendamos si la cifra real de muertos duplica a la oficial.
– Y el «poyaque» más importante: mantener la movilidad muy restringida para que no podamos manifestarnos contra su poca vergüenza, caradura, falta de preparación y estupidez absoluta.
Están utilizando las excepciones que el estado de alarma para implantar su régimen, para no rendir cuentas, y para seguir mintiendo y recortando libertades. Para todo, menos para gestionar la pandemia. Un tonto con una tiza de Presidente probablemente hubiera hecho que España pasara esta situación con menos muertos y con menos ruína.
Así que espero que los españoles no dejen que se seque la sangre, no olviden ni las chapuzas ni los poyaques, y a la hora de la factura de estos artistas en las elecciones, los pongamos de patitas en la calle y «poyaque estamos», también en manitas de la justicia.