Todos los egoísmos, y el fascismo es uno de los mayores, tienden a que la esclavitud no desaparezca de la sociedad. Y al margen de que lo han logrado y siempre hay sometidos miles o millones de personas bajo cualquier forma de esclavitud, es algo que crea estabilidad en el sistema.
El libertador venezolano, el Gran Simón Bolívar, fue un hombre progresista, que no liberal cristiano al modo o amasijo actual, que utilizó la esclavitud, los esclavos, para engrosar las fuerzas militares republicanas de una hispanidad dotada de una mayor dignidad entonces que ahora, pero, a cambio de reclutar esclavos, propuso y luchó porque la esclavitud desapareciera de un planeta que tiene un nivel de basura suficiente, para que haya gente que le entusiasme la existencia de gente esclava.
En cuanto se ganen unos, ocultos ahora, parámetros de obscenidades sexuales que se le puedan efectuar sin tapadillo a los nuevos esclavos, la actividad resultante de aquellos tiempos iniciales de esclavitud, donde la economía de sectas religiosas, de monarquías, de imperios, dependían en lo económico de los mercados de esclavos, todo se habrá normalizado; porque de sobra ya conoce el sistema que la mejor esclavitud, la más rentable, es la actual, en clara ventaja a aquella arcaica de la compra y venta de esclavos, que había que mantenerlos y enterrarlos cuando se morían.
Bolívar, en su tiempo y circunstancia, representó al dirigente, inusual y raro, que defiende a los débiles; precisamente porque tiene capacidad de reflexión y sabe discernir lo que es locura e irracional. Y aunque para muchos desalmados, lo más bonito de la esclavitud fuera hacer lo que le viniera en gana con los esclavos: la aberración sexual que quisiera, y en modo alguno sopesaban que un negocio así, al final lleva al sistema a la bancarrota, como lo llevó aquí en la Ibérica, al que de un modo grandilocuente, fue llamado por el clero vaticano el Imperio Romano de Occidente, cuando no pasó de ser una invasión de empresas esclavistas, al mismo estilo de los catalanes y los vascos en Las Indias.
Un esclavo, que tienes que comprarlo en un mercado; que genera un beneficio para el rey, gobernador, alcalde, obispo, parroquia, cabildo y esclavista, tienes, encima, que vestirlo y mantenerlo para que no se muera.
Gente como, volviendo a mi querida y admirada hispanidad, el propio general Santander, carente de la visión de futuro de Bolívar, fue, como los cacicones del momento, partidario de que la esclavitud siguiera existiendo con todo rigor, y tan solo cuando prácticamente las rochelas estaban más pobladas que las ciudades, los esclavistas cayeron en cuenta de que los cimarrones eran una mano de obra más barata que el esclavo perteneciente al cuerpo general de esclavos, de los cazados a lazo en África.
Europa, España, sabe que en breve, se podrán lograr que los abusos sexuales a los nuevos esclavos no tengan trascendencia alguna, supuesto que a la sociedad actual ya le sobra desfachatez suficiente para que así sea. Y una vez escalado ese peldaño, el tener trabajando en tu negocio esclavos modernos a los que no te preocupa nada más que ver el modo de pagarles cada vez menos y que trabajen más, y no tengas que preocuparte por, absolutamente, nada, son las bases de un futuro que lo estamos viendo y aplaudiendo en la actualidad por nuestras ciudades y campos.
Lo único preocupante, es que los virus, no respetan estas disposiciones sociales que vienen de siglos por designio divino, y, a lo mejor, los virus, menuda catástrofe, van a suspender ligas enteras de futbol.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.
IRME A LA GUERRILLA
Irme a la guerrilla:
Madre de la rabia,
padre de la justicia del pobre
que solo le dejan
la aridez y el sudor
de la sierra,
de la selva,
del bosque;
para volver
como tuvo que ser
al principio del hombre
el hombre.
Irme a la guerrilla.
Metralleta al hombro
no puedo,
rabia en el vientre,
y en la retina
retenida
tanta imagen servida
para tapar
la foto verdadera
del hombre
que sigue en el castillo
mientras los demás
habitan
en cuevas
la ladera.
Si, quiero irme a la guerrilla,
no mañana,
hoy urgente,
cuanto antes,
que no hay tiempo que perder
viviendo entre tanto
credo de mangantes.