MIKE FERNANDEZ:Con mayor madurez con respecto a las relaciones Cuba-EEUU, los cubanoamericanos pueden convertirse en una voz para la acción
Al contribuir al país natal no se espera nada a cambio
Pueden aportar la experiencia y el conocimiento de que es necesario capital para la reconstrucción
Es más fácil derribar un edificio que construirlo. Ahora es el momento para que los cubanoamericanos sean agentes del cambio para una Cuba nueva
¡Cómo nos ha cambiado el tiempo! Veo una real maduración en el asunto EEUU-Cuba, pero también sé que muchos han asumido una actitud de ‘a ver qué pasa’, con los brazos cruzados. Yo diría que los cubanoamericanos que se mantienen al margen deben apearse de la cerca, tomar las riendas de su destino y no permitir que otros definan el destino por nosotros. Tenemos dos opciones: Una, aferrarnos al capítulo que ya se ha escrito o, dos, aceptarlo por lo que es y convertirnos en una voz para la acción, en contribuidores importantes para el futuro; en otras palabras, avanzar. Es más fácil derribar un edificio que construirlo. Ahora es el momento para que los cubanoamericanos sean agentes del cambio para una Cuba nueva. ¡Dios mío, tenemos tanto que dar!
Mientras nuestro Papa hablaba de ideologías en la Plaza de la Revolución de La Habana, yo no podía dejar de pensar en cómo las ideologías y las ideas son cambiantes y en nuestra necesidad de ajustarnos a la realidad. Las ideas que había durante la Guerra de Independencia de Cuba (que muchos en este país llaman la Guerra hispano-americana), los conflictos internos de Cuba y la revolución de Castro ya no son la realidad de hoy. Muchos de nosotros en el exilio y en la isla nos hemos convertido en mejores personas, mejores contribuidores a la sociedad en virtud de las oportunidades que se nos dieron y de las nuevas ideas aprendidas de nuestra experiencia. Este puede ser el momento en que todos nosotros podamos ayudar a reconstruir una Cuba nueva y más fuerte, una Cuba de tolerancia, una Cuba de opciones, una Cuba del mañana, un mejor futuro para EEUU y Cuba. Nuestro dolor y nuestras experiencias en estos 56 años pasados nos han hecho más fuertes a muchos de nosotros.
No subestimo el dolor sufrido por madres y padres cuando un hijo o una hija simplemente desaparecieron después de lanzarse al mar, soñando con una vida mejor y más libre. ¿Cómo puede cualquiera de nosotros olvidar las ejecuciones masivas y el encarcelamiento de miles de personas por no estar de acuerdo con una política? ¿Cómo puede cualquiera de nosotros olvidar ser marcados como contrarrevolucionarios y como “gusanos”? ¿Cómo pueden los niños olvidar el día en que fueron separados de su familia, colocados en manos de extraños en un país ajeno, sin saber si volverían a ver a sus padres? ¿Cómo nos sentiríamos hoy como padres, poniendo a nuestros pequeños en un avión hacia un país desconocido? Sin embargo, tenemos una opción, aunque no sin dolor.
Permítanme contarles una historia que me recuerda nuestra propia experiencia. Eva Kor y su hermana gemela, Miriam, fueron separadas de sus padres (nunca más se volvieron a ver) en un campo de concentración nazi. Estas hermosas criaturas estaban entre los miles de niños que se convirtieron en objeto de experimentos mortales del Dr. Josef Mengele, el infame Ángel de la Muerte. Esos niños vivieron en la mugre y el hambre. Vieron a amigos despertarse por la mañana, que jamás regresaron a dormir. Vieron el horror que ningún ser humano debía haber presenciado. Vivieron una vida que podría justificar la pérdida de la mente.
Eva y Miriam sobrevivieron y finalmente obtuvieron refugio en Estados Unidos, como millones de todas partes del mundo. Eva se hizo una gran ejecutiva en el negocio de bienes raíces, formó una familia y superó la ira y la amargura. Según pasaban los años, ella quería ser libre, verdaderamente libre. Perdonó a los que tiempo atrás fueron sus enemigos: los guardias, los abusadores, el torturador. Simplemente decidió que ella no podía permitir que esa gente entrara en su mente y controlara sus sentimientos. Ella fue libre cuando decidió seguir adelante y les negó incluso la más mínima partícula de su cerebro a los que no se la merecían.
Contribuiremos con ideas y experiencia. No nos avergonzaremos de decirles a otros que el capitalismo funciona
Durante años he escuchado que los cambios son los actos más difíciles que encaran los ancianos. Hoy, cuando me acerco a los 65 años, estoy dejando lo que muchos describirían como productividad tradicional para entrar en la edad de jugar con los nietos, disfrutar de la playa y leer un libro. Pero, como cubanoamericano, agradecido del país donde nací y verdaderamente enamorado de mi patria de adopción, he optado por lo siguiente:
Voy a perdonar. Voy a ayudar a reconstruir. Voy a contribuir. Yo, y muchos de nosotros, no estamos listos para echarnos a descansar y ser menos productivos. Queremos seguir siendo relevantes y hacer lo mejor que podemos por los que vienen detrás.
Muchos de nosotros no queremos nada a cambio de nuestras contribuciones. No hay un motivo ulterior. Vamos a cerrar el capítulo detrás de nosotros; no vamos a ser el estereotipo del viejo malgenioso. Repartiremos buena voluntad. Contribuiremos con ideas y experiencia. No nos avergonzaremos de decirles a otros que el capitalismo funciona. Por el contrario, hace falta capital para crecer, para mejorar el cuidado de la salud, las viviendas, la actualización de la infraestructura, las comunicaciones, a la velocidad de la luz y, claro que sí, para liberar la mente con el fin de enfocarnos en un bien mayor.
Que Dios bendiga el futuro de Cuba. Que Dios bendiga a nuestro gran Estados Unidos.