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Los cagaos de los diputaos

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Porque aunque la que ya no es Real Academia de la Lengua Española se empeñe en eso de ser real, es muy difícil escuchar en la calle que la gente digamos diputados y cagados, escribimos lo titulado, porque tampoco muchos nos da alegría o nos identificamos con el que baja la escalerillas del avionanco, como si se tratara de un directivo real de masas, tipo papa de Roma, en el que viaja el impresentable Rajoy, en el que se puede leer Reino de España, cuando se sabe que solo es reino para unos cuantos.
La academia de la lengua nos obliga a escribir diputados y cagados, pero, la gente que hacemos la calle en el sentido más puteril del término, porque hacer la calle es vivir de la prostitución, a los que nos han prostituido o pretendido prostituir, nunca diremos diputados ni cagados, y lo de rey o reino lo soportaremos sin aplausos.
Nada más recoger sus actas que le dan derecho a los señores diputaos a muchas chorradas que las airean a los cuatros vientos sus voceros, los hechos diferenciales de su cargo con el pueblo del común, sustanciados con muchos euros y prebendas que los va a conducir hasta su muerte física en la vejez o si los llama antes el éter a ser unas partículas más del conjunto universal, esa parte sórdida, diferencial, absurda, injusta, se la guardan para que los callejeros, los que nos tienen puteados haciendo la calle, no sepamos que por el mero hecho de recoger un acta acreditativa de ser, en pura teoría, representante del pueblo, un diputao o un senador, ya tienes derecho a morirse de viejo abrazado a una paga muy sustanciosa a salud del pueblo.
Esa parte oscura, injusta, camuflada, que cuidan mucho los diputaos y senadores que se airee y se diga porque no se ajusta a lógica solidaria alguna, es la que los convierte en una manada obediente, aborregada, que, tristemente, a lo mejor es la culpable de ese proceder de gente cagada, como asustada, que solo viven pendiente de su presencia personal y de no salir en ninguna foto que los comprometa, y puede que sea la parte que mejor representa a este pueblo español que todavía guarda el temeroso miedo franquista por la delación del cura y del falangista de turno, porque si no eras obediente al régimen, si te dejaban vivir, te iban a putear hasta que dejaras de respirar.
Repudian a un ministro a o cualquier autoridad política desde el redondel de las barreras en las que se aposentan nuestros cagaos representantes; nos hacen un paripé de horas gastando luz, agua, papel higiénico y palabras rimbombantes, y, al día siguiente, el repudiado vuelve al redondel del parlamento como si no hubiese pasado nada; y es más, hasta parece que los cagaos lo saludan más afectuosos que nunca, como si le pidieran perdón por haber aparentado por un momento que realmente está defendiendo los intereses de los puteaos de la calle a pique de perder sus oscuros privilegios.
Llega todo un presidente de gobierno nombrado por los cagaos, y dice públicamente, el impresentable de Rajoy, que seguramente su examen a Registrador de la Propiedad lo habrán quemado para que no quede constancia para la posteridad de su enorme capacidad intelectual, y dice que la ley, las leyes, solo las deben de cumplir los puteaos callejeros que perdieron la rebelión; pero que los ganadores de la rebelión, los contribuyentes directos que participaron con gusto en el holocausto, en el genocidio que se dio en el año treinta y seis del pasado siglo por los vaticanos-milicos-socios de casino, a esos hay que tenerlos en la memoria colectiva como padres patrios. Y los cagaos, todos, al alimón, al más puro estilo del silencio franquista, se quedan callados pensando en las vacaciones.
Desde los estados mayores de ninguno de los llamados grandes partidos que son los que han dispuesto de infraestructura humana de interventores de mesa y capacidad contable de recuento electoral, nunca, en la democracia española, han emitido un comunicado, respaldado por ellos, dando fe de los resultados, por fuera de lo que nos dicen los subvencionados medios de comunicación, de que las votaciones, los votos y la distribución de ellos publicitada corresponde con la realidad de las mesas, voto a voto y acta por acta; sino que hasta ahora, la democracia española está en manos de una empresa privada y de unos resultados avalados tan solo por un gobierno que por boca de su presidente, en este caso el ínclito Mariano Rajoy, expresa con toda claridad e impunidad de cuales son sus ideas y  su compromiso con ciertas gentes que siguen entendiendo que el mejor republicano es el que está enterrado en una cuneta, o que el masacrar gentes inocentes del pueblo, es un daño colateral insignificante.
Y como los cagaos aplauden los dichos y querencias gubernamentales, todo va de puta madre. Y mejor les va a ir cuando le metan la cuchara al recuento en Cataluña de los votos de unas elecciones que nos van a recordar en mucho a Honduras, pero con pucherazos de signo contrario.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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  1. ES UN MANDATO
    Es así,
    como un mandato inamovible
    en la propia incultura
    incrustado,
    que no lo cambia ni la cadena
    ni el látigo.
    España no tiene arreglo,
    ni lo quiere ni lo necesita,
    le gustan los mínimos
    y los días tristes y aciagos
    para llorar a placer
    que es su forma natural
    de estado.

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