En la católica España, el decir que van a matar; que van a cometer un genocidio, aunque suene a brutalidad, a una animalidad de fieras locos, nunca ha sido una broma, ni se puede tomar como tal, porque siempre dicen los ejecutores que se lo manda dios. Y dios, en España, le da de comer, de beber, de vestir y mando, a mucha gente que nunca le ha dado un palo al agua, y en su nombre viven como un dios verdadero.
No creo que exista en toda España una ciudad desde que se instauraron los reinos en la Península Ibérica, que tenga su plaza pública huérfana de haber derramado sangre de gente, y donde no haya surgido el nombre de dios por el concepto que sea. Y así ha sido, y sigue, con intervalos de tiempo que nunca han superado los cincuenta años; si no en una ciudad, en otra.
No tenía ni la menor idea de que como consecuencia del 23F. de Tejero y compañía, del golpe de estado del año de 1.981, hace ahora 35 años, previamente, con calma, sin prisas y con toda meticulosidad, se fue confeccionando una lista de las denominadas de sangre, con gente a asesinar al día siguiente de haber triunfado el golpe de estado, que, aunque no triunfó, sí volvió a llenar las sectas patrias católicas de seguidores de los que no figuraban en las listas, porque para darle matarile a más de tres mil personas integrantes en la lista, ya tiene que tener el país un nivel de dios avanzado.
No sé qué pasaría en un estamento, por ejemplo el sanitario, si fueras en busca de remedio para tus males, y el médico o la médica, le dijera a los padres que dejaran al niño o la niña sola para, violentarla aplacer. O que ocurriera lo mismo en cualquier actividad de las muchas y varias que necesita un adolescente para su formación. De donde, probablemente, de aberraciones semejantes, de situaciones de impotencia, arranque la mala leche, la locura colectiva, que se está asentando y aposentado en la sociedad, tan pronto y como se come dos veces en el mismo día, caso de España y caso de lo que a nivel mundial se está descubriendo de la secta católica con los niños y niñas en sus colegios (no escuelas).
Una España sin una ventanilla de reclamación en condiciones donde poder denunciar las injusticias. Una España, de palabras huecas, que atronan los sentidos de toda lógica; pero los que las pronuncian gozan de aplausos y respeto multitudinario. Una España con una desigualdad social más que tremenda y puede que con los medios de comunicación más sinvergüenzas y letales del mundo entero, está encantada con llevarse la palma histórica en la actividad social del degüello y del fusilamiento a mansalva; del miedo colectivo, al que quiere volver porque hace 35 años lo tuvo en la puntica de sus pistolas y no lo logró, no sabemos por qué no. Pero, seguro, que por falta de ganas no sería.
Si un servidor lleva muchos años metido en harinas sociales de esta patria de asesores y confesores, todos militantes activos a las demandas de un dios que les va como dios, y nunca había tenido conocimiento de la existencia de tal lista de sangre, que te hiela la que te está circulando, es una señal clara que las conjuras a la tradición española de pastores dando pedradas y navaja abierta para rebanar y despanzurrar, funciona de puta madre en esta España donde la capacidad de asombro para la bestialidad no tiene tope.
Quizás, si no existiesen las redes sociales, si gente como el asturiano Antón Saavedra, no pusieran en circulación para su conocimiento bestialidades como la lista de sangre que estaba prepara para cumplimentarla en un régimen de mínimos, y ampliable según manda la santísima tradición y la sagrada historia de España, no sabríamos bien con qué clase de de hijoseputa nos estamos jugando el peine.
¡Ah! y lo que el partido socialista español, no es un partido español, y está a las órdenes primero de todo de la Cia de Usa, en la actitud actual cara al Caribe, y a Haití, lo demuestra claramente y se le ve su culo lleno de caca.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.
MUJER DE NEGRO
Zapatillas,
medias,
vestido
y pañuelo negro.
Yo te conocí
llenando de luto
y negro
mis pueblos,
los campos,
los secanos,
las ciudades
y los huertos:
mujer de España,
que de los veinte
para arriba
lo único
que vestías blanco
eran al morir
los niños
que los mataba
las calamidades
de Franco.
Yo te vi santiguarte
y escupir
al paso del cura,
lo mismo que cuando
te nombraban la guerra
y a Franco.
Te vi lavando
en la acequia,
y tuvieron que pasar
muchos,
pero que muchos años,
para que lo hicieras
cantando
mujer de España.
Superviviente
de la guerra,
del clero,
y de Franco.
El olvido
te olvida,
como el velo negro
que te impuso el cura,
porque su carne
no las tenía
todas consigo
viendo al completo
tu pelo suelto
a la mañana
y al viento.
Los hay
que dicen
que tu vestido
fue así,
de negro
con el pañuelo
puesto
tapándote siempre
el pelo,
tu negro cabello,
por cosas de atrás,
del tiempo del moro,
mujer de España,
de la España negra,
de ayer mismo,
que aún te veo
y me llega vivo
y claro
tu recuerdo
y el de aquel
tiempo negro,
negro:
de sotana negra,
de carbón negro,
de candil,
quinqué
y olor a sebo
de rueda de carro;
y en el invierno
el brasero.
Tiempo de temblor
en muchas casas,
tiempo de miedo
por el chulo
bebedor
de agua bendita,
amigo del chivatazo
al imperdonable
clero,
que con el cañón
del fusil
disparando
a la espalda o al pecho,
algunas veces
lo hacía
con más miedo
que al que fusilaba
temprano,
al alba,
porque no hay
fusil
que fusile,
aunque fusile temprano,
a gentes
que poco a poco
vuelven a levantar
con el puño cerrado
la mano.
Y todo eso
te puso de negro,
y no fue el moro
el que te puso
el pañuelo
de los veinte
hacia arriba
cuando vestías
de luto
y te cubrías
el pelo,
ocultando
la hembra
y tu contorno
de mujer,
que ni a la primavera
destapaba,
en una España
que se ha olvidado
que ayer mismo,
como mujer,
escupías
y te santiguabas
cuando pasaba el cura
o nombraban
cerca de ti
la paz de Franco.