La opinión de Amílcar: «Virtud»

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El biólogo sale en defensa de la periodista independiente Mónica Baró Sánchez, multada por informar sobre la realidad cubana.

Me atormentó durante días antes de terminar una entrevista sobre el diagnóstico masivo de la COVID-19. No quería apenas transcribir, quería entenderme, quería saber, encontrar las mejores preguntas para tener las respuestas que pudieran contribuir a cuidar su país, que es el mismo que el del Mayor, y los mayores del Mayor. Quería ayudar porque como yo, tiene muy claro que no habrá enfermos ni bajas de suyas, o de ellos. Que serán todas nuestras. Y por tanto, hay que unir esfuerzos para que no sean. Me entrevistó teniendo como única diana al COVID-19, como único equipo a Cuba, y como única profesión el periodismo. El que no va contra nadie porque va para todos. Ayer no pudo cumplir con el #quedateencasa, y no porque haya cosas más urgentes sino porque hay demasiada gente que sigue sin entender que la virtud, aunque sea en quien difiere, no es amenaza, es sólo eso. Virtud. Todo mi respeto, Baró. Y mi cariño, mi socia.

Denuncia de Mónica Baró Sánchez

El Mayor Ernesto, casi al final de nuestro interrogatorio, lamentó mi actitud y me dejó varias advertencias de cosas que no iban a permitir en el país. (Ya contaré de las advertencias, que fueron el tema central de casi dos horas de interrogatorio.) Yo entonces le respondí que estaba dispuesta a asumir las consecuencias de mis actos desde el momento en que decidí convertirme en periodista independiente. Ambos seguro nos agotamos mutuamente, entre el calor, las diferencias inmensas y los nasobucos. El Mayor Ernesto esperaba que yo dijera que sí, que yo estaba en un error, pero no cumplí sus expectativas. Entonces mandó a buscar a dos inspectores del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones, que se presentaron y enseguida me hablaron del Decreto Ley 370, en particular del inciso i del artículo 68, que dice que considera una contravención asociada a las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) “difundir, a través de las redes públicas de transmisión de datos, información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas”. Yo les dije que conocía ese decreto y, seguido, me mostraron una carpeta con decenas de hojas donde había capturas de mis posts de Facebook de varios meses. Elaboraron la multa y un oficial me la entregó. No quise firmarla, tampoco pienso pagarla. Me explicaron que si no la pagaba se duplicaba, se triplicaba, y que la cosa podía terminar en fiscalía. Luego se fueron y el Mayor Ernesto me dijo que nos volveríamos a ver pronto. Le dije que esperaba que fuera después de la pandemia, pero me dijo que creía que no. Ahora estoy en casa, no sé si vendrán a decomisarme mis equipos, porque es parte de las sanciones que establece el Decreto Ley, pero estoy preparada para todo. Y no, no voy a dejar de decir o escribir lo que pienso por recibir amenazas o intentos de intimidación. No me van a callar. Simplemente no puedo dejar de ser quien soy y soy una mujer periodista libre. Libre, primero que todo. Gracias a todas las personas que me han acompañado y que han estado pendientes de esta historia, que al parecer no termina hoy.

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