La Hispanidad, ese profundo y, al parecer, indestructible sentimiento que ha nacido espontáneamente de unión filial entre todos los que hablamos español, que con tanta furia lo están cañoneando desde el mundo sajón con servidores en la pieza de artillería de expertos artilleros españoles principalmente, al margen de políticos de la “cuerda” de “los felipes gonzalez”, están las llamadas grandes empresas multinacionales tipo Moviestar, o Telefónica, o como quieran llamarse.
Si a un esclavista, bien catalán o bien vasco, dos procedencias geográficas Ibéricas que ostentaron con orgullo hasta con blasones en los dinteles de algunas de sus puertas, la nobleza y las indulgencias que otorgaba dedicarse a una faena honorable que por siglos fue y es la esclavitud, que tenían que atender la hipoteca del clero vaticano, como tributo oneroso para ejercitar sus faenas, y vieran que ahora no hay gobierno ni secta religiosa que hipoteque o pueda acondicionar la nueva y moderna y más rentable forma de esclavitud ejercida a la sombra de la Hispanidad, aquellos ennoblecidos traficantes sentirían envidia de los tiempos permisibles y de sus colegas de ahora, donde el “amo” no tiene ni la obligación de enterrar a su esclavo exprimido en todas sus mantecas.
Existe un conglomerado de empresas que operan bajo la cobertura de la existencia real y casi palpable de la Hispanidad, pero las muy pendejas, favorecidas por pendejos de claros ademanes de mercaderes de esclavos, no están obligadas ni, aún, a dejar una miseria que aumente la cultura y la calidad de vida al hermoso conjunto humano que constituimos la Hispanidad.
Todo lo contrario, las multinacionales, altares del neoliberalismo cristiano imperante en los territorios ibéricos hispanos, están haciendo una gran labor para, sirviéndose ellos, ir destruyendo poco a poco, el posible subir escalones en calidad de vida y cultura de la gente que estamos encuadrados en un listado tan bonito como es el indicado de la Hispanidad.
Asuntos a resolver, a ejecutar a miles de kilómetros, en el caso concreto de la intermediadora cableadora Moviestar, que un día fuera propiedad de todos los españoles hasta la última palometa sujeta cables, y que por el arte político español del amasijo socialista-popular cristiano, pasó a manos privadas y particulares, tiene montado un chiringuito laboral dentro de la Hispanidad que tiene que ser tan legal y tener los mismos papeles que el que en aquel llamado papel de estraza, se extendían a puño letra las garantías de que el burro no era robado.
La Hispanidad bien entendida, es todo lo contrario a cómo la han entendido y la está utilizando los de la cuerda de los citados “felipes gonzalez”, expresión puntera de un personaje kafkiano, de un Atila abundante de ejecutivos de habla española que solo la utilizan para envilecer, ante la complacencia sajona, algo popular y limpio en el que quedan atrapados gentes que son estafados en sus actividades laborales, partiendo de antemano que los tenemos que sufrir los usuarios de un servicio que no existe como servicio, y que por el bajísimo costo que significan los esclavos que lo llevan a cuestas, las multinacionales del pelo actual de Moviestar, se están aprovechando, olvidando por completo que Telefónica, un día no muy lejano, era de todos nosotros los españoles, ganaba dinero la empresa, era rentable y mantenía unas relaciones laborales con sus empleados como tienen que ser, y que ahora pusieron un especial en acabar con él y han acabado, generando un caos, dentro del caos total de una actividad de puros esclavistas.
Y el que quiera comprobarlo, no tiene más que intentar lograr un “servicio” de la Telefónica actual.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis
UN GLOBO
Un globo,
una mano,
una punta de hilo,
y flota redondo
el globo en su vuelo
de mundo asolado,
sin gente,
del color
que lo quieras,
turgente e inflado
antes de que muera
explotado.
La Tierra,
el globo,
la angustia
de verlo alejarse
volando
lento,
como un cometa
sin cola de fuego,
fue lo que ayer
entendí y creí
que era el globo
inflado
de mi mundo.
Y era el mundo
sin color alguno
que volaba
y volaba;
y se alejaba
de mí y de la gente.
Antes,
mucho antes de tener
el cuento
de un creador
con sus días de
descanso
y los de labor,
a lo mejor,
es posible
que una golondrina
suelta
volando en el aire
inmenso
sin puertas;
una golondrina
de las pobres
de las que no hacen verano,
pero con su pico,
broza y barro,
hacen un nido,
redondo
como un globo
a lo mejor
hizo mi mundo:
el mundo del mundo,
hecho de un montón
de barro mojado.
Y ahora
¿por dónde comienzo
o sigo?
No voy a llorar;
es más,
no presiento ni las ganas
de lágrimas para hacerlo
porque mi mundo,
un globo,
un hilo en la punta
de mi mano,
hecho
por una golondrina
que no sabe hacer
un verano,
hace todo
un mundo redondo,
aglobado,
donde los tiempos,
si son tiempos
que ya llegaron
al mañana
y siguen
y vuelan volando,
a la punta atada del hilo
que da a mi mano
y a la otra del cielo
le hace un nudo
fuerte
para que no se escape
y se haga
un cometa engañoso
que aquello
que parece humo
es aliento frío,
congelado,
y aparenta ser
una brillante cola
que flota,
sin sustancia
ni nada.
Y así ni quiero
a mi mundo
ni al tuyo:
globos de colores
que en cualquier momento
estallan.