La expulsión de los jesuitas: Antecedentes y consecuencias

-Por Emilio Acosta Ramos

Un tema que genera debate es la expulsión de la Compañía de Jesús de España y sus provincias de ultramar. Ya habían sido expulsados por diversos motivos de Portugal (1759), Francia (1764) y posteriormente de Nápoles (1767), Parma y Malta (1768).

Ciertamente la Compañía de Jesús se había convertido en un cuerpo incómodo para la Corona, considerado incompatible con ella, “un estado dentro del Estado”.

Se amparaban hipócritamente en su independencia de toda jurisdicción tanto civil como eclesiástica, fueron acusados de servir a la curia romana en detrimento de las prerrogativas regias, fomentar las doctrinas probabilistas, simpatizar con la teoría del regicidio, haber incentivado el motín de Esquilache y defender el laxismo en sus Colegios y Universidades.

Luego del motín de Esquilache, el fiscal del consejo de Castilla, Pedro Rodríguez de Campomanes, se encargó de la realización de la Pesquisa secreta para reconocer a los culpables. En su informe cita:

«El jesuita ni la Compañía no se miran como vasallos; es enemigo de la soberanía, depende de un gobierno despótico residente en un país extranjero; allí remite sus riquezas, de allí recibe las instrucciones; no es dueño de resistirlas jesuita alguno ni de apelar o reclamar, sean de la clase que quisieren, porque las debe respetar por profesión como dimanadas del mismo Jesucristo».

En alusión a las reducciones guaraníes, las cuales los jesuitas levantaron a los indios frente a España y Portugal entre 1754 y 1756, exponía Campomanes que cualquier facción existente en una nación ponía en peligro la seguridad del Estado mismo:

«está usurpada la autoridad real, desconocida y precaria la diocesana, Y atropellado el dominio que a los Indios pertenece en el manejo de sus propias haciendas».

El padre jesuita Francisco Javier de Idiáquez, Provincial de Castilla y otros reconocieron su participación en el motín de Esquilache y se les impuso castigo a unos cuantos. La corona aprovecharía para acabar con la amenaza jesuita.

El 27 de febrero de 1767, después de consultarlo con sus ministros, el Rey Carlos III ordena la expulsión de los jesuitas de todos los dominios de la Monarquía española, señalando:

«por gravísimas causas relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo; usando de la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la protección de mis vasallos y respeto de mi corona…».

La orden de expulsión fue aplaudida por el alto clero e incluso por otras órdenes, como agustinos y dominicos.

El encargado de llevar a cabo estas medidas en Venezuela fue el gobernador José Solano y Bote el día 15 de junio, en carta al jefe de gobierno el Conde de Aranda, del 11 de julio de 1767 cita:

«… hasta los treinta y cinco [días] no pasé a la Ejecución por las diligencias actuadas en cumplimiento puntual de las Órdenes e instrucciones de V. E. que el Rey Nuestro Señor se dignó mandarme obedecer y cumplir por la especialísima y particular gracia de sus Reales letras escritas de su real mano el primero de marzo de este año».

Fueron expulsados de América 2.600 jesuitas, unos 22 del actual territorio venezolano, los misioneros fueron: 9 pertenecientes a la Misión de Casanare; 5 al Meta y 8 al Orinoco. Por nacionalidades: 9 eran españoles, 8 neogranadinos, 3 Italianos, 1 bávaro y 1 alemán.

Decretada la expulsión se encargaron de las misiones otras órdenes religiosas, por ejemplo las de Guayana pasaron a manos de los capuchinos y a los franciscanos las de California, entre otros.

La corona reforma universidades y funda en algunos antiguos centros jesuitas Colegios de Cirugía, Jardines Botánicos, laboratorios químicos, junto a Sociedades Económicas de Amigos del País.

La supresión de la Compañía de Jesús fue decretada en 1773 por el mismo papa Clemente XIV y no sería restablecida hasta 1814 por Pío VII, en España el Rey Fernando VII les permitió el regreso el 15 de mayo de 1815 y en Venezuela tardarían siglo y medio para reaparecer en 1916.

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