Juicio de residencia, ya

Nuestros mandamases que de la mano de las grandes medios de comunicación por ellos subvencionados, se están llevando el gato al agua, lo remojan y dejan al gato y a nosotros con cara agilipollada

 
Tan inútil o más para el género humano a como puede ser la asistencia a una clase de teología escolástica, que para nada goza de crédito y mucho menos de utilidad social, se está viendo y palpando en el mal sabor en los paladares de las gentes, la falta de crédito en sus, por lo general y sin excepciones, mentirosos compulsivos políticos y gobernantes, cuyo comportamiento está pidiendo a gritos la instauración de nuevo de la efectiva herramienta de control popular y estatal que fueron los llamados y conocidos como Juicios de Residencia, figura del Derecho Castellano e Indiano, ante el abuso de nuestros mandamases que de la mano de las grandes medios de comunicación por ellos subvencionados, se están llevando el gato al agua, lo remojan y dejan al gato y a nosotros con cara agilipollada.
Pero ni aún así, aunque se sabe que esto es exponer teología escolástica, uno no deja el teclado en paz, porque resulta que el teclado puede ser como una viagra que revitaliza todas unas ganas de decirle al sistema que nos puede seguir jodiendo, pero que sepa que nos damos perfecta cuenta de quién nos mete las piedras en los zapatos, aunque la deje caer en mano anónima, blanca y con aspecto inocente. Y somos conscientes de que la democracia representativa cuatrienal de votos o quinquenal, sin una responsabilidad real de un juicio de residencia a los elegidos por el voto o por el dedo, ha logrado que todo se haya ido al garete y nuestros mandamases tengan mucho más poder que aquellos nobles intermedios al rey con capacidad de decisión hasta de horca, pernada y cuchillo.
Disponemos ahora de tecnología moderna, que con cuatro documentos y el resto grabado en aparatos modernos, lejos de los escritos de miles y miles de folios, la mayoría inservibles, podríamos realizar con prontitud y de un modo totalmente efectivo, un juicio de residencia con el matiz, si se quiere, de privado o público en la instrucción; pero al final, siempre público al objeto de que cualquier tentación salga a la palestra, y desnudemos los amores patrios dejando al descubierto sus cuentas que, aunque formen parte de sus miserias, no son miserables precisamente en cantidad, por lo poco y escaso que conocemos.
En los juicios de residencia de antaño, que como todas las cosas tenían sus defectos, los palmeros bailaguas de virreyes, presidentes de audiencias, alguaciles, alcaldes y demás, tenían su intervenciones de gloria y podían babosear a placer sobre el bien hacer de sus baboseados; pero, a pesar, el bancal de ajos de robos y latrocinios, asesinatos, y demás barbaridades de la autoridad competente, se vieron un tanto amortiguadas en Castilla y en Las Indias, como consecuencia de la existencia y aplicación de los juicios de residencia.
Cuando se redactó la Constitución de 1.812, llamada La Pepa, que nunca sabremos si se llamó así por la onomástica católica del diecinueve de marzo, San José, o porque fue una burla sarcástica del mejor rey que ha tenido nunca la derechona española, y los ha tenido de monumento, el católico Fernando VII, que hizo que cuadrara la fecha en honor de la Pepa, la prestigiosa y famosa madame de una elegante casa de putas madrileña, donde solían acudir el rey a la cabeza de cortesanos, señorías y monseñores, donde entre todos se reían sus machadas, especialmente las reales.
En el citado documento constitucional del ochocientos doce, con mil por delante, como si estuviéramos en los tiempos actuales donde algunos partidos de los que se llaman de izquierdas, caso del Pesoe español, están encantados de hacerle el trabajo sucio a la derechona, los izquierdosos de aquel momento, que ninguno llegó a virrey, pusieron todo su esfuerzo y baboseo liberal en abolir algo tan efectivo para la salud pública y democrática de los pueblos y las gentes, acostándose a continuación, con el servilismo hecho, en la misma cama de los que la medida de abolir tal asunto les vino de puta madre y de madre puta al mismo tiempo.
Nuestros mandamases sentados en sus sillones actúan con la creencia errónea de la brevedad. Y aunque ellos no lo piensen, ni por asomo, a como sienten las rosas de los jardines o de los campos, que ante su brevedad existencial creen que el hortelano es eterno. Nuestros mandamases, como no son precisamente lindas rosas, lo que sí están completamente convencidos es que el dinero público es inacabable, y por eso le tiran, en su particular beneficio y en sus amigos de obligado cumplimiento, como si los tesoros públicos no tuvieran nunca fin. Y, hoy, por hoy, se marchan a sus casas todo lo más manchados con alguna imputación que ya, en un mundo de granujería universalizada, les va dando hasta prestigio, y si tienen que pasar por la cárcel, pasan y salen muy pronto a disfrutar de lo robado.
Si los juicios de residencia redujeron en mucho el grado de corrupción de mandamases y funcionarios en España y en Las Indias, y por esas paradojas de la vida, fueron los llamados liberales los que mala manera los abolieron, ahora sería un buen momento político, económico y social, para que se volvieran a instituir con los medios modernos que disponemos, y juzgar al cese, uno por uno, a todo aquel que hay desempeñado una función pública donde haya habido dineros de todos nosotros de por medio.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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