«A veces hablamos de todo esto y le digo:
-Vuestra lucha fue contra los carcas y la gente de derechas…
-Claro- me responde -. Son los que tienen la tierra. Pero tengo la impresión de que si la lucha se hubiese entablado contra la gente de izquierdas, la situación hubiera sido la misma.
-¿Tú crees?
-Naturalmente. Piensa que, en este país, lo que más se parece a un hombre de izquierdas es un hombre de derechas. Son iguales, intercambiables, han mamado la misma leche. Pero ¿cómo podría ser de otro modo? No lo dudes: esta división es inservible.
-Pero ¿es que hay alguna otra división?
-Creo que sí. A mi entender hay una división mucho más profunda y exacta que ésa. La que se establece entre personas inteligentes y puros idiotas, entre buenas personas y malnacidos…
-Si las cosas son así -le digo después de una pausa-, ¿tú qué me aconsejas?
-¡Yo no aconsejo nada!
-Pero ¿es posible que no me aconsejes nada?
-¡Yo no aconsejo nada!
-¿Me aconsejas la astucia o la buena fe?
Mi padre se queda parado un momento. Me mira fijamente. Después mira al suelo. Me dice, finalmente, con una concentración intensa en la voz:
-No se lo digas a nadie: te aconsejo la astucia y no hablemos más… «
Josep Pla, «El cuaderno gris»