«…En política, los buenos, los honrados, los decentes, los que están guiados por las mejores intenciones, raramente tienen éxito. El político que no es mentiroso, que no sabe adaptar su discurso a lo que la gente quiere escuchar, difícilmente ganará unas elecciones. No gana el más sabio ni el más virtuoso: gana el más astuto, el mejor seductor. Y cuando infrecuentemente ganan los buenos, los mejores, les ocurre luego que, por mucho que se afanan en hacer las cosas bien desde el poder, las cosas no les salen bien, se tuercen, se enredan. ¿Por qué? Porque todos los que perdieron, aquellos que sueñan con ganar las próximas elecciones, que son medio país, y un poco más, y un poco más, según pasan los meses, no descansarán en sabotear los esfuerzos de quien gobierna, y le pondrán palos en la rueda, y harán todo cuanto puedan para que ese mandatario fracase, se caiga de la bicicleta, termine enlodado. No pensarán en lo que es mejor para el país, pensarán en lo que es mejor para ellos. Y lo que ellos quieren es llegar cuanto antes al poder. Y para eso necesitan…»
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