El autor a partir de su experiencia, analiza los puntos comunes que tienen dos totalitarismos del siglo XX, el italiano y el cubano.
El siglo xx fue un siglo corto, pues comenzó en 1917 y terminó en 1989, lo que es lo mismo decir que se inició con la revolución bolchevique rusa de 1917 y finalizó con el derribo del muro de Berlín.
Fue el siglo de los totalitarismos y estos nacieron en el charco de la desilusión como dijera Salvador de Madariaga para ejemplificar con el Fascismo (una de las caras de dichos Totalitarismos) .
Érase una vez un país llamado Italia por los años 20, cuando 60 000 camisas negras dirigidos por un ex Socialista de nombre Benito Mussolini , amparado en el Estatuto Albertino (marco constitucional de la Italia monárquica), dirige una marcha triunfal sobre Roma y realiza la consumación de una revolución incruenta y con ella la conquista del Estado y el inicio de la era fascista .
Il Duce (el jefe), por supuesto que no fue invención suya, tomó ese nombre del autoproclamado líder del volátil estado Adriático de Fiume (El gran poeta Gabrielle d Anunzio), no solo toma su pintoresco título de jefe de estado, adopta la camisa negra de su movimiento, el saludo romano y la intolerancia a cualquier forma de expresión política disidente o contraria al ideal nacional.
Para mi asombro fue en la Cuba de los 90, cuando siendo un joven estudiante de medicina, en secreto y casi como un conspirador dentro del Hospital Militar de La Habana, un profesor y amigo , me recomendó que leyera las Técnicas del Golpe de Estado del escritor y eterno disidente Curzio Malaparte.
Intenté saciar mi curiosidad, buscando en librerías y bibliotecas, incluso preguntando por él. Hasta que un buen día alguien vestido de guayabera blanca con gafas oscuras, se dirigió a mí en una parada de guaguas en una barriada de el Vedado, aconsejándome que no lo buscara más, puesto que libros como ese estaban considerados subversivos. ‘Es una pena echar a perder una carrera como la de medicina por tener una curiosidad tan malsana, incompatible con la de un joven revolucionario’, amenazó.
Fue en el exilio cuando hace apenas unos años pude averiguar qué secretos albergaba aquel libro por el que un día de verano del año 1993 fui ‘aconsejado’ por un agente de la policía secreta cubana a no probar el elixir de la tentación intelectual. Técnicas del Golpe de Estado es un libro maldito, herramienta útil en manos de defensores de las democracias y más útil todavía para los enemigos de esta.
Escrito en 1931 , su autor (testigo excepcional de los principales acontecimientos del siglo XX), sufrió la defenestración política , el destierro y la cárcel. Todo un caballero Don Curzio Malaparte, fascista de la primera hora, evolucionó al comunismo maoísta y en las últimas horas de su vida se convirtió al catolicismo .
Con este libro comenta y describe los golpes de estado desde la antigua república romana, hasta vaticinar el ascenso del poder de Hitler dos años después de escrito. Se trata de un manual de conquista del Estado; leído, estudiado y seguido al pie de la letra por un joven abogado llamado Fidel Castro.
Existen referencias que siendo estudiante en el Colegio de Belén y después en la Universidad de la Habana devoraba (Mi lucha, de Hitler y los discursos de Mussolini y tuvo ciertas simpatías por el Falangismo Español) .
Intuición temprana para el poder, agitador populista pendenciero, la ley de los puños y las pistolas, todo un crisol de nuevo líder al estilo de la Nueva Giovanessa (el himno de la marcha de Roma), pero con un matiz muy particular: Cuba de los años 40 y 50.
Llega al poder por las armas, primero por un intento tropical del Punch de Múnich en Santiago de Cuba, fracasa y asombra a la opinión pública con su autodefensa, expresando su célebre frase. ‘La Historia me absolverá’, (tomada del discurso de defensa de Hitler tras su fracaso en la intentona golpista de 1923). Posteriormente subió a la Sierra Maestra y entró en La Habana en enero del 1959.
El resto es historia: ilegalización de partidos políticos, libertad de prensa, sindicatos, parlamento, socialización de la economía y discursos megalomaníacos desde el nuevo palacio de Venezzia (La Plaza de la Revolución en la Habana).
El Duce prometió a los italianos un imperio colonial, desde Libia hasta Etiopía y dominar el Mediterráneo. Nuestro Duce nos prometió ríos de carne y leche y también un imperio que se extendería desde Angola a Nicaragua.
¿Qué ha quedado de aquel sueño tropical mussoliniano? Un país dividido, apático y decadente, agobiado por miserias morales y materiales sin nombre. Hoy Cuba se parece más a un Nápoles de posguerra que al paraíso prometido.
¡Qué caro le salió a Cuba el haber sido seducida por este Il Duce a la Cubana!