POEMA IBEROATLANTE
Platón inmortalizó la ceremonia
de los reyes de la Atlántida,
culminada con hierro y paño
frente al toro.
Schulten buscó Tartessos,
por las marismas de la Andalucía
atlántica, quedando prendado
y prendido, y solo
frente al gigantesco arcano
que ofrece la tierra que se ensancha
ante la extensión del mundo.
Schulten pensó algo (¿obvio?)
La Atlántida está en Doñana.
Quién sabe si señalando, con Hércules,
el jardín de las Hespérides por el mismo
océano grande y todo
hacia Canarias y América como
puente de espacio y de tiempo,
como campo prolongado, como
mundo señalado y confirmado.
La Atlántida está en nosotros.
Sus ganados viajaron desde la marisma
hacia América, de norte a sur: El
toro y el caballo. He ahí el huaso,
el chalán, el gaucho, el llanero,
el charro, el vaquero… Plus ultra.
Utraque unum. El mundo se reencuentra
en la frontera que ha marcado
el jinete bravío que ha sabido ser
centauro, exponiendo una Roma atlántica
de vocación universal, volviendo a las raíces
atlantes de sueño despertado.
Por la Atlántida sumergida viajó el Mitras
Tauróctonos que nutrió una tradición
ya existente y exhibida por caudillos iberos,
juntando siglos, tempestades y esperanzas.
La Atlántida sumergida removió la Iberia
también sumergida, refrescándola en un
aluvión de rayos, centellas, destellos y truenos.
Por España. Por las Españas.
La Atlántida ya se puso en pie. Sigue siendo
real. Hay que auscultarla y revivirla.
La liturgia de los míticos reyes nos envalentona,
nos atrae, nos llama
con la Devotio Iberica de la falkata,
con los señores de rebaños y los roncos
cantos de guerra. Resurjamos. Renazcamos.
En nosotros está la Atlántida.
–Antonio Moreno Ruiz