Fotos Beatriz Verde Limón
¿Tukola o Coca cola? ¿CSI o Tras la huella? ¿Bolso, pullover, cinto con la bandera de Inglaterra o la de Cuba? ¿Programación cubana o paquete semanal? ¿Zapato de marca en la boutique (estatal/privada) o hecho a mano en la feria de artesanos? ¿Cine norteamericano o latinoamericano? ¿Nestlé o Coppelia? ¿Novio/a de aquí o novio/a de allá? ¿Qué va pasando, muy sutilmente y por el justo medio, mientras se elige?
En el medio va ganando aun más fuerza -responde mi letra- el “lo de afuera es mejor” que, en ocasiones tan arbitraria como soberanamente, rige nuestras elecciones.
Hace un tiempo una amiga escritora y yo discutíamos sobre el paquete semanal. Ella que “el gusto no se deforma nunca, sino que está en constante formación”, yo que “sí, tienes razón; pero en nuestro caso mientras esté regido por lo de afuera es mejor como único ¿juicio? de valor, más allá de lo nacional, ¿qué pasa con las libertades del individuo expresadas en ese porqué de sus elecciones?”: porque me sirve, me dura, me gusta, me da la gana de probarlo/comprarlo/consumirlo. Soy yo quien decide qué usar y qué no”.
“El problema va más allá de poder hacer o no esa elección -le dije-. La cosa está en el limitado diapasón de opciones que tan lamentablemente contribuye a la cada-vez-mayor-estrechez-de-nuestras-miras”.
Tan enraizado está este condicionamiento en nuestra Cuba contemporánea que, de manera automática y apenas sin intercambiar con él, al visitante extranjero se le profesa un gran respeto y se le atribuye una vasta cultura solo porque viene “de afuera”, “tiene” y de seguro que vive mejor. A la canción se le sube el volumen, se usa como tono de llamada en el móvil y se tararea largamente lo que uno cree entender de ese estribillo porque, vamos, no me negarán que suena así de bonito gracias al inglé.
¿Por qué hay que esperar -pregunto yo-, a estar afuera para usar un pullover con la bandera cubana, para degustar la raspadura, la malanga y evocar lo cubano yendo a un concierto de la orquesta Aragón? ¿Será que somos eternos hijos del maltrato o el sueño (norte)americano nos pasa la cuenta a su manera? ¿Por qué hay que esperar a que el producto importado “se pierda” para darle una oportunidad al nacional -y de paso ahorrar un poco?
La calidad…, argumentarán muchos con una sonrisita de medio lado, como quien ha probado y sabe de qué estamos hablando (está claro que la calidad de nuestros productos merece letra aparte). Y también el siempre atractivo escándalo de las marcas que, digo yo, nos hipno(idio)tizan llevándonos como zombies hacia la zapatilla, el diseño, el logo que también busca decirle al otro lo que una de las más afamadas yerbas del ebbó cubano: yo puedo más que tú.
Pero a estas alturas lo más importante no es, pienso yo, la probada calidad de la mayoría de esos productos made in…, sino ese “lo de afuera es mejor” hecho en Cuba que, mediador de las decisiones de una gran mayoría, les lleva a asegurar -incluso sin haberlo vivido- que “allá afuera” está el paraíso donde por arte de magia todos tus problemas se resuelven de una vez y por todas.
¿Hasta dónde es esto ingenuidad y hasta dónde juicio atrofiado por falta de uso? ¿Hasta ese punto nos maleducó tanto paternalismo? ¿Cómo será el futuro de esos jóvenes que han crecido bajo esta máxima? ¿Por qué mejor no elegir de verdad, con ojos propios, selectivos, críticos, aventureros y, sobre todo, bien abiertos?
¿Tukola o Coca cola? (Ninguna) ¿CSI o Tras la huella? (CSI) ¿Bolso, pullover, cinto con la bandera de Inglaterra o la de Cuba? (La de Cuba) ¿Programación cubana o paquete semanal? (Lo que me sirva de cada uno) ¿Zapato de marca en la boutique o hecho a mano en la feria de artesanos? (La de artesanos es más barata, pero si puedo…) ¿Cine norteamericano o latinoamericano? (Depende, si tengo ganas de no pensar, o sí) ¿Nestlé o Coppelia? (Coppelia) ¿Novio/a de aquí o novio/a de allá? (De aquí: mejor hablar en cubano… mejor).