Hacia el alzamiento en el Escambray de Miguel García Delgado

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Foto: El puente sobre el río Yayabo en Sancti Spiritus

París, 28 de noviembre de 2020.

Querida Ofelia:

Nuestro viejo y querido amigo Miguel García me envió desde Miami este nuevo testimonio.Te ruego que lo hagas conocer allá en nuestra querida San Cristóbal de La Habana.

Forma parte de las  historias ocurridas en el II Frente del Escambray, en los años 1957 y 1958. Todos ellas son verídicas, narradas por sus autores: EloyGutiérrez Menoyo, Miguel García Delgado, Roger Redondo, Dr, Armando Fleites, y Felipe Lema. Estas y otras pueden ser leídas en www.camajuani.net, sección biblioteca.

“Eliope, tenía muchos contactos con los revolucionarios, en La Habana. Me llevó un día a la Plaza del Mercado Único y me presentó a un señor, que era el contacto con Anastasio Cárdenas, éste me prometió, que cuando llegara un contacto de la Sierra del Escambray, él, me avisaría y así fue.

  Un buen día, Eliope me dijo:

 —¡Miguel, llegó un mensajero de los alzados del Escambray!

  Nos fuimos a hablar con él, en la Plaza del Mercado del Cerro. Anastasio Cárdenas, que era de Camajuaní, era el dueño de la tarima, frente a la cual nos reunimos. Éste le dijo al mensajero que yo estaba quemado y que tenía que irme para la Sierra, pues si me cogían me mataban.

  El mensajero estuvo de acuerdo y a partir de ese momento, me pegué a él, como un chicle. Cuando Eliope, vio que nos marchábamos, llamó al mensajero y le dijo:

—Procura que él llegue, a las montañas pues si le pasa algo, yo te busco donde quiera, que te metas.

 El mensajero le contesto: —él, llegará a la Sierra, yo, te lo aseguro.

 Al mensajero le decían Valdecito, era de Sancti Spiritus. Me dijo que teníamos que ir al hospital, que estaba al otro lado del Castillo del Príncipe, que su señora, estaba bastante enferma. Por lo cual, nos quedamos dos o tres días en La Habana, hasta que nos fuimos para, Sancti Spiritus.

 Cogimos la guagua, por la noche en La Habana y al amanecer del día siguiente, llegamos a Sancti Spiritus. Valdecito me llevó directamente para una casa, que estaba situada en Dolores 60, cerca del río Yayabo, era de la familia Suárez-Orozco, que se componía de su mamá, su hijo Gabrielito, el cual se dedicaba al giro de T.V. y sus hermanas, María Josefa, Belén y Consuelo y otros de los cuales, no recuerdo sus nombres.

  En esa casa, me trataron a cuerpo de rey y no querían que me alzara. Al día siguiente, empezaron a llegar amistades de la familia. Como los cubanos, somos muy curiosos, todos querían ver al futuro rebelde. Recuerdo, a las hermanas Brizuelas: Ana Lidia y Gladys. Conocí también a Piro Abreu. En esa casa, fue donde William Morgan, se refugió antes de subir al Escambray. Al segundo día, vino a verme un joven, que no me perdería ni pie ni pisada, durante mi estancia en Sancti Spiritus.

  Se llamaba, Manuel Solano (Manolito). Murió en combate, el 27 de diciembre en Trinidad, al igual que Ernesto Valdés Muñoz (Valdecito). Del primer tema que hablé con Manolito, fue de que teníamos que ser muy discretos, hasta el día que yo me alzara. Él me dijo que sería mi guía y protector en el pueblo. Fue uno de los muchos que me ayudaron, en Sancti Spiritus.

   Nadie me preguntó, a cuál organización yo pertenecía, ni tampoco yo se lo pregunté a nadie. Todos conspirábamos, contra el régimen de Batista y esa era la única razón de nuestra lucha. Nadie me dijo que lucharíamos para instalar un régimen comunista. Valdecito me iba a ver todos los días y me preguntaba cómo me trataban y si necesitaba algo.

  Yo, le preguntaba que cuándo me subirían a las lomas y él me contestaba:

—cuando baje el práctico, que es el que manda de allá arriba.

   Un día     , me dijo:

   —para poder alzarte, tienes que tener un arma, para que no seas una carga allá arriba.

   Le contesté: —eso no es problema, yo tengo en Camajuaní, armas.

  Ante su gesto de incredulidad, le narré la historia, que en mi pueblo antes de salir huyendo, el jefe del Movimiento 26 de Julio, Carlos Gómez, me había metido en un grupo, que salíamos de noche, por los campos de Camajuaní, a confiscar armas a los guajiros y agregué:

   — mañana tú te vas para Camajuaní y hablas con Carlos Gómez.

  Yo no sé cómo Manolito lo hizo, pero a los pocos días, me dijo:

  —Miguel mañana temprano nos vamos para Santa Clara pues tenemos una entrevista con Carlos Gómez, en el bufete de abogados de la familia Asensio.

   Fuimos a Santa Clara y hablamos con Carlos, el cual muy emocionado me abrazó. Él me quería mucho, pues me conocía desde hacía mucho tiempo, de cuando yo manejaba, la guagua del Central Fe, donde él trabajaba. Nos veíamos a diario, además él era muy amigo, de mi papá y de mi padrastro. En el bufete le explicamos que para que yo pudiera subir a la Sierra, tenía que tener un arma y él, nos dijo que las que teníamos estaban en Camajuaní.

   Como Carlos, siempre fue un hombre de palabra, cumplió su promesa. Él y Manolito Solano, habían entrado en contacto y por esa vía, se pudieron alzar otros camajuanenses, gracias a que yo no tenía ningún reparo ni ego para evitar que otros siguieran mi camino, (cosa que no sucedió, con algunos en otras ocasiones).

 A los dos días, se apareció en la casa de la calle Dolores 60, Felicio Torres. Él era un chofer de piquera de nuestro pueblo, que pertenecía al Movimiento y nos dijo: – ahí traigo las armas que Carlos Gómez, les envía.

  Mandamos a buscar a Manolito Solano y los tres nos montamos en el carro de Felicio y nos fuimos para un poblado, que estaba en la carretera de Sancti Espíritus a Trinidad, llamado Capitolio. Antes de llegar al Cacahual, nos bajamos en una casa y allí dejamos las armas, regresamos a Sancti Spiritus y Felicio se fue para Camajuaní, muy contento al haber concluido con éxito su misión.

  Mientras tanto, yo seguía en esa ciudad esperando por el guía que me subiría a las lomas. Manolito Solano todos los días me llevaba a un lugar distinto y por eso pude conocer a bastantes familias en aquella comarca espirituana. Por ejemplo, conocí a la familia Salas-Valdés. La componía la matriarca Celia Valdés, con sus cinco hijos, de los cuales cuatro varones Raúl, Beraldo, Rey, su hermana gemela Reina y el menor Ever Salas Valdés. Todos los hombres se alzaron en armas, contra la tiranía de Batista y si Reina, no fue también, fue porque sus hermanos se lo impidieron. Estos hombres de la familia Salas-Valdés, alcanzaron grados: Beraldo y Raúl, los grados de capitán, Rey y Ever, los de teniente. Todos ellos eran muy valientes y muy serenos, en los combates. También conocí, a la familia de los Duque, la que también tenía a uno de ellos alzado en la Sierra Maestra.

Fui a Zaza del Medio y conocí, a la familia de Aurelio Nazario Sargen. A su hermano Andrés Nazario, lo conocí en una tienda de efectos eléctricos que él tenía en Sancti Spiritus y a partir de aquel momento, lo visité con frecuencia.

(Continuará).

Miguel García Delgado”

Un gran abrazo desde La Ciudad Luz confinada y bajo Toque de Queda a causa de la pandemia del Coronavirus, Félix José Hernánde

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