Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Más sabían Gabriel García Márquez y José Saramago.
Del colombiano García Márquez traigo a colación la frase de una entrevista que introduje en el prólogo de «Quito fue España (Historia del Realismo Criollo», el imprescindible libro de historia de mi amigo y colega Francisco Núñez del Arco: «Algún día volverán (a América)… se creen más europeos y cada día lo son menos… son españoles, como nosotros…» (Véase especialmente la franja a partir del minuto 16:
Conste que en absoluto concuerdo con muchas de las cosas que García Márquez deja dicho en esta entrevista, mas el momento en cuestión es clarividente.
Del portugués Samarago recuerdo que una vez dijo que a lo mejor teníamos que desprender la Península Ibérica de Europa y ponernos a mirar directamente para América, que eso sería lo más conveniente para todos.
Pues bien, pasados los años, más y mejor lo comprendo.
¿De qué nos ha servido el europeísmo? ¿De qué nos ha servido estar en la OTAN? ¿De qué nos han servido todas las políticas sobre inmigración y narcotráfico impuestas por Estados Unidos desde el brutal atentado a las Torres Gemelas (que nos tenemos que creer que fue cosa de cuatro moros locos), desmantelando lo que años antes (sí, en la época de Franco) se había hecho con respecto a acuerdos económicos, de estudios y de doble nacionalidad con los países hispanoamericanos? Reitero: ¿De qué ha servido? ¿Para algo? O mejor dicho/preguntado: ¿Quién se ha beneficiado de todo eso?
Por cierto, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de «Europa»? En Europa nosotros somos latinos, o románicos, o como lo queramos llamar. Podemos tener afinidad con Italia, Grecia, o Francia. Y hasta con Rumanía. A partir de ahí, de lo concreto, es que tendríamos que hablar de acuerdos y bloques. Lo demás, circunstancias varias y cuentos chinos.
Los que simplifican el tema de la inmigración: ¿De verdad ven justo el anacronismo de conceder la nacionalidad española a los sefarditas (en 1492 no existía la «nacionalidad/ciudadanía» como tal, y España no fue la única en el tema de la expulsión) y no hacer nada al respecto de muchos cubanos y puertorriqueños cuyos abuelos (y hasta padres) eran españoles de pleno derecho? ¿De verdad no es preocupante que desde Gibraltar a las Alpujarras, pasando por la Costa del Sol, estemos colonizados por ingleses, nuestros peores enemigos y con diferencia? ¿Que seamos la panacea del turismo basura de borracheras, porros y casas de putas? ¿Que no nos dejen ser sino los camareros de Europa, si acaso?
Qué hipocresía y qué simplismo el de unos y el de otros.
En fin, pues eso: Que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y más sabían García Márquez y Saramago. A Saramago apenas lo he leído. A García Márquez mucho. Y cada vez lo percibo más rabiosamente realista.
Hay gente de la que se puede aprender, a pesar de las diferencias. Sin embargo, habrá gente de la que, o nunca se aprende nada, o en todo caso, se aprende qué no hay que hacer, por más «afines» que se digan o parezcan.
Qué conclusiones, ¿verdad? Será que me hago mayor.