Francia no es europeísta, Francia es Francia, Alemania es Alemania, y España está a las órdenes de la fe y de lo que le manden.
Ahora, después de las elecciones francesas, vendrá el momento de las palabras gastadas; de las usadas una y otra vez entre patera y patera, entre bomba y bomba, entre bombardero y bombardero. Porque ahora nos volverán a decir que comienza el renacer de todo, y Francia hará de baile de Europa: administrará los tiempos muertos de una Europa muerta, que no quiere el señor obispo verla viva y que colee con asuntos de laicismos y demás puñetas.
Los que ejercían el cargo administrativo de bailes, guardando las posesiones y los recursos de los monarcas, al tiempo que controlaban las justicias para ver si defendían bien los asuntos reales, no tienen nada que ver con los bailes vespertinos o nocturnos, siempre pecaminosos para el clero vaticano. Pero siempre quedará la duda si realmente lo pecaminoso son, o fueron, los bailes de oficio de carne y hueso, y no donde se mueve el esqueleto desde que el hombre y la mujer firmaron un pacto en tinta indeleble, ella en la espera paciente y amorosa, él en la carrera para cazar la comida.
Francia no es europeísta, Francia es Francia, Alemania es Alemania, y España está a las órdenes de la fe y de lo que le manden, porque hace ya muchos años que España es un lugar donde atracan las pateras porque está al sur y es de lo primero que encuentra en su viaje; pero de no ser así, aquí no vendría ninguna patera porque lo dicho que aquí se vive de puta madre es una mentira tan grande como que España es racista; porque España no lo es, todo depende del dinero que se tiene y no del color de la piel.
Pero hoy toca hablar de Francia y de los franceses. Si uno quiere ver torcer el morro a un francés, no tiene nada más que nombrarle Europa, y ya se pondrá el gabacho en guardia porque Francia ya lo ha dicho y hecho por activa y por pasiva que su sueño no es forjar, ni entra en sus planes, hacer una Europa única donde los supermercados de alimentación a las clases populares puedan ser de otros países diferentes a una Francia que consiguió y logró, que, cuando se hablara de comida, ella era la vanguardia; que cuando se hablara de ropa, ella marcara la moda; que cuando se hablara de bombas de petaca ideales para los caminos por donde caminan los pobres, ella fabricaba las más baratas y las que mejores cojos deja; que cuando se hablara de cama, las francesas ¡oh la la!.. Y así todo.
Con semejante historial de ser la primera de la clase en todo, hasta en revoluciones, no van a trucar todos esos logros por montarse en un tren, siendo ellos locomotora, coincidiendo en asientos con gente que se le inflaman las venas de cuello cuando la razón de sus existencias, la verdadera y única razón, es que, calamidades las que hagan falta, pero el futbol lo primero.
Francia, entre otras muchas cosas, superó hace muchos años los barrios de la putería pública, que tan común es en Europa, y no los cercó con altas murallas, ni tampoco se asusta y es capaz de decir como aquí que muchos van primero al barrio antes que a misa, porque Francia es un país que no necesita de la moralina europea, y Europa sí necesita de ella. Y eso lo saben los franceses que no va a mover un solo dedo porque la cosa europea salga adelante mientras ellos puedan meter el Carrefour en los jardines de la Moncloa española y manden al puro carajo a los bazares orientales de Turquía.
Estamos viviendo un engaño de primera magnitud; un engaño radiante y brillante, y si la palabra paz está provocando más muertos casi que cualquier conflicto armado anterior, como son muertos que apenas los vemos, son menos muertos que aquellos que se iban al frente al son del tambor, entre besos en los trenes y las despedidas para no volver. Pero, si alguna vez supiéramos de verdad en las cifras de muertos que nos movemos a diario reventados de tanta paz, quizá nos daría vértigo al que tiene.
Personalmente no es por escepticismo; pero el hecho positivo que dos formaciones defensoras de la paz, de esta paz que nos rodea, se hayan ido al puro carajo: el socialismo y la derecha francesa, y se hayan quedado en órbita de gobierno los flujos de capital y los dueños de la guerra, no puede consolar absolutamente nada, puesto que todos sabemos que el camino de la paz es otro y el camino de hacer una Europa unida es otro completamente diferente del que esta noche se está gritando desde Francia con la boca chica.
A España, a los españoles todo nos viene bien: ¡muy bien coño!, desde que nos pillaron con el carrito del helado los del clero vaticano, se instalaron aquí, saben que Europa es malo para ellos, y juntamente con los franceses no van a mover un dedo, sino todo lo contrario, para que Europa Unida, sin ir más lejos a buscar amigos, no se hará ni a lo largo de este siglo vaticano o el de la Era si volviera.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.
Solamente Argentina por sí sola, generaría recursos para una vida placentera para mucha gente. Europa, la Unión Europea es un sueño sureño, mediterráneo, helénico, que no comparten germanos, godos ni sajones ni galos. La Unión Europea es como el intento de San Martín y Bolívar de la gran América de habla española, que aunque metió el «latín» de por medio, los países unidos con el colonialismo vaticano no se llevan.
A R G E N T I N A
Y si te digo peonza,
estoy nombrando tu forma:
te estoy nombrando Argentina.
Yira y yira, brilla el sable,
con un negror que no cabe
en noche alguna que acueste
un sol ya viejo y cansado,
cansado de ver galones,
cansado de ver regiones,
que ayer supieron del gaucho,
del gaucho y de boleadoras,
aferrados a la tierra,
arrimándole canciones,
guitarras con sentimiento,
donde un caballo de miedo,
donde un caballo de noche,
galopa en el cono sur.
Y si te digo peonza
yira y yira, brilla el sable,
te estoy nombrando Argentina.
Estoy nombrando tu parto:
un parto de generales;
unos generan la muerte,
otros matan libertades.
Y siempre allá por tu vientre
vas pariendo generales.
Y por la zamba la rabia,
guitarra arriba al cantarte.
Pienso en ti y me desangro:
poncho negro, negro tango
de una esperanza sin sable,
de otra vez gaucho y galope,
y poder recitar tu nombre,
y cantar junto a los paisanos,
paisanos con los sombreros,
sombreros con alas anchas,
sin más generales nuevos,
ni más miradas al norte
donde se infecta tu suerte
ni más miedos por las Pampas,
que a la escarcha del pampero.
Íbamos buscándote, el Pegaso azul y blanco barriendo estrellas y montañas
águila yo sobre sus alas hacia la Cruz del Sur. A bordo de aerolíneas argentinas.