(tomado de su perfil en Facebook)
Hace 88 años, tras la caída del presidente Machado, en Cuba arrastraron por las calles a apapipios y porristas, a chivatos y represores. Se vieron escenas dantescas que aún se recuerdan por su saña vengativa. Lo cual te podrá parecer historia antigua, pero la idea de los linchamientos justicieros pervive en el imaginario del pueblo cubano, tal vez por una suerte de atavismo transgeneracional. Aquello de que el pueblo cubano se ha dividido en dos bandos con respecto a Díaz-Canel: unos quieren arrastrarlo por el Malecón y otros por la calle 23, no es solo un chiste. Encierra un deseo ferviente que viene de 1933. Y como el régimen se empecine en atrincherarse y reprimir, se verán horrores como en el posmachadato.
No te prestes entonces, compatriota, a ser verdugo de tus hermanos. No olvides las lecciones de la historia. Cuando el régimen se desplome, los jerarcas escaparán con sus familiares a destinos seguros ya previstos en el plan B para la fuga de emergencia, mientras que tú te quedarás atrás atrapado y sin salida, expuesto a la justicia de la ira popular.
Toma nota, policía o chivatón del castrismo. No te manches las manos de sangre ni te excedas en el uso de la fuerza. Si no te nace actuar por amor al prójimo, hazlo al menos por la seguridad tuya y de tu familia. Que ya se acerca la hora final.
Nota de la redacción
Luego de que la periodista Yanilys Sariego lograra filmar con su teléfono celular al agente represor que vino a detenerla en días pasados a su casa, «las redes» hicieron el resto. El hombre fue identificado como Carlos Ulloa y terminó cerrando su perfil en Facebook, algo que imitaron familiares cercanos.
Video del represor que se llevó detenido a Waldo Fernández Cuenca e intentó arrebatarle el teléfono a Yanilys Sariego para que no lo filmara pic.twitter.com/D3bdFRa1VA
— José Raúl Gallego (@joseraul86) July 24, 2021
El represor «se hizo famoso» porque intentó arrebatarle el teléfono a Yanilys, quien todo el momento se mantuvo ecuánime y hasta le preguntó varias veces por qué venía a detener a su esposo, Waldo Fernández. Como no pudo «convencerla» con palabras, utilizó la violencia.