El Obispo Sarmiento a la sombra fresca de una mata de mango

El número de barbudos que permaneció en Cuba, tras la primera oleada de asentamiento, no pasó de ser un puñado de harapientos

Cuba, al igual que el resto de las tierras indianas que fueron sometidas a la sombra negra de la pica, la lanza y el cristianismo imperial romano, desde muy temprano vio en sus territorios el uso y abuso que de las gentes africanas se hacía para llenar los vacíos que generaba el exterminio de los naturales isleños.
Y no deja de resultar paradójico que un puñado de barbudos, asentados restantes en la tierra cubana, pobres, fané y descangallados, en comparación con algunas otras pocas expediciones castellanas por las tierras continentales, pudieran tener tanto poder devastador y asolador en los placenteros asentamientos cubanos, una vez que la oleada primera conquistadora y bojadora de la isla entendiera que en aquellas tierras no se podía pescar el oro con redes, tal y como decían los primeros fabuladores sobre el lugar, ni tampoco avistaron ninguna ciudad cuyas casas tuvieran los tejados cubiertos de oro, con piedras preciosas por chorreras en los canalones de las casas.
Siguiendo la crónica, el número de barbudos que permaneció en Cuba, tras la primera oleada de asentamiento, no pasó de ser un puñado de harapientos conquistadores, que el recurrido obispo Sarmiento, al parecer predispuesto a ejercer su ministerio a la sombra fresca de un  árbol de mango tumbado en cómoda hamaca y poco partidario de ganarse el jornal de otra manera, en un escrito dirigido desde la ciudad de Santiago en la que sesteaba al emperador don Carlos el Primero de las Españas, dio cuenta el prelado, sin proponérselo, de cuál era la situación de los colonos barbudos y de su número en las siete villas fundadas, pasados aquellos primeros años de la oleada exploradora colonizadora.
Como la mentada carta del monseñor está fechada en el año del mil quinientos cuarenta y cuatro, es un socorrido testimonio, y así se expresó el mentado monseñor “acubanado”:
» En 5 de Febrero del presente recibí en esta ciudad de Santiago un pliego con varias provisiones, entre ellas dos cédulas del Príncipe, una de Valladolid, de 30 de Septiembre de 1543, en que constando al consejo por la información del Licenciado Bartolomé Ortiz, alcalde mayor de Cuba, que yo no había visitado los pueblos de mi diócesis, me manda personalmente las villas de Bayamo, Puerto del Príncipe, Habana y Trinidad en este año, y que los oficiales no me paguen mi cuarta las 500.000, sin testimonio de haber cumplido. Otra de Valladolid de 16 de Junio de 1543, para que informando del estado de la isla e indios y españoles, así en lo temporal como en lo espiritual.
          Lo primero siempre he deseado hacerlo, según mi obligación, ni lo he omitido por redimir el trabajo y los peligros de viajes por despoblados y costas bravas en canoas. Al segundo año de mi venida fui al Bayamo, treinta leguas de aquí, con propósito de pasar a las otras villas, y hube de volverme a proveer en un alzamiento de ciertos indios y negros con ellos, que habían robado y muerto a otros, llevado sus mujeres y quemado el pueblo. Anduvo gente en su seguimiento cerca de un año, hasta que los toparon, mataron y prendieron. Unos murieron en batalla, de que se trajeron las manos derechas, de los traídos vivos se hizo justicia aquí.»
Más adelante del trascrito escrito del obispo Sarmiento, el prelado manifiesta que la catedral de Santiago de Cuba estaba a falta de acabarse. Del convento de los de San Francisco en la ciudad su guardián «se fue robando al monasterio parte de lo que V.M. le mandó para la obra». Porque no en vano, al parecer, el clima santiaguero, que hace circular la sangre con facilidad, unido al color de la piel y dulzura de las tainas y africanas, hicieron romper más de un voto de castidad, acabando con muchos celibatos a nivel de papel y suposición.
En el mismo mentado escrito del dicho obispo – conservado en la Colección Muñoz de Documentos Inéditos sobre Cuba – también se puede leer lo que el tal monseñor opinaba de los negros: “…Muy mejor inclinados a las cosas de la fe que los indios”. Mientras que de los aborígenes manifestaba el hombre de religión: “…que si se les trata ásperamente se ahorcan o dejan morir…” Dando todo un testimonio claro los nativos, del intenso amor que aquellos isleños sentían por la libertad y sus formas tradicionales de vida. “Porque – continúa el dicho obispo – como sean libres no harán sino holgar y hacer arreitos; con ellos perderán vidas y ánimas y los vecinos sus haciendas y V. M. la isla, que aunque no renta nada al presente, importa mucho la conservación della, y puestos los indios en libertad, antes de dos años se despoblaran las villas del Puerto del Principe y Sanctispiritus, y la Trinidad y la de Baracoa, y aún en el Bayamo creo quedaron pocos. No habrá más sino esa y la Havana, y la isla intransitable por la espesura de los montes que cerrar los caminos. V. M. no tendrá que de que pagar gobernador, obispo, clérigos y oficiales, y todos habríamos de desamparalla….
          Bayamo, en 20 de Marzo llegué a esa villa de San Salvador del Bayamo…Hay treinta vecinos casados y por casar. Cuatrocientos indios naborías, mal inclinados a cosas de la fé. La Corona no se les da, por la pobreza y miseria de la tierra, tan cumplidamente como está  ordenado; pero estos indios no hacen mucho caso andar vestidos, que desnudos…Hay al pié de doscientos negros..
          Puerto del Príncipe. Hay catorce vecinos….Hay en esta villa 235 indios encomendados a vecinos; son medianamente tratados, y si se pusieran en libertad ellos y los españoles fueran perdidos. Hay 160 negros e indios de Yucatán esclavos…
          La Trinidad.- No fuimos a la villa de la Trinidad porque ya está  despoblada, sin ningún vecino…
          La Zavana.-  Hay 20 casas bohíos, aposento de indios y españoles..Naborias y naturales desta isla hay 80 y 120 esclavos negros.
          Sanctiespiritus.- 18 vecinos todos casados; 58 naborías encomendados en los más vecinos, 14 negros y 50 indios esclavos.
Havana.- Hay 40 vecinos casados y por casas. Indios naborías naturales de la isla 120; esclavos indios y negros 200… En el morro, ques a la entrada deste puerto, hay buen aparejo para resistir la entrada a enemigos. No hay alcaide ni artillería, ni munición, que alguna que había era de Joan de Rojas, teniente que ha sido desta villa y la sacó, temiendo que el gobernador que viniese se alzase con ella…
          Acabada la visita desta isla me parece conveniente ir yo a dar cuenta personalmente de todo, y de lo que conviene para conservación della. Con más facilidad se va a Sevilla de aquí, que se vuelve a Santiago, a do, hasta el marzo venidero no se puede comunicar por mar ni tierra… Acábase esta visita en 25 de Julio del presente año…».
Queda más que claro que, sumando el número de blancos establecidos en Cuba, salvo aquellos que estuvieran poblando de contrabando, sin papeles, su número, tal como dice el relato de más arriba, no superaba los 122 vecinos, más aquellos que no se indican que hubiesen establecidos en Santiago.

Con tal número de vecinos, aunque te dedique a la antropofagia, no te puedes zampar a todos los aborígenes de Cuba y limpiar la isla con la brevedad que se limpió; que, claro está, no fue en el socavón, en la mina, sino en un muy rentable y abundante tráfico de esclavos, el gran negocio por varios siglos, activo a su manera ahora mismo.

Pero no han entretenido en la gran novela Indiana, con temas tan atractivos como el famoso pedazo de oro semejante a un pan hogaza de la localidad de Alcalá próxima a Sevilla, que según tenía tres palmos en redondo y tres dedos de grosor, que se perdió por hundimiento – o vaya usted a saber – en la flota del Comendador Bobadilla, en la vecina isla a Cuba, La Española; pero nadie nos dice de qué se podían cargar treinta o treinta un navío, en 1.503, sino de esclavos haciendo de lastre en las bodegas.
El geógrafo aragonés, nacido en Santa Eulalia del Campo, Teruel, en 1778, un hombre decente y capacitado geógrafo, cuando puso de relieve la inmoralidad de la esclavitud y dio cifras de que de 2.200.000 esclavos que se llevaron de África a la Española, en 50 años solo quedaban unos 700.000, después de lo prolíficos que eran pariendo, no lo dejaron los trinitarios vaticanos ni descansar en paz, y esparcieron sus restos por la plaza de su pueblo, donde de casualidad fue a morir.
Cuba, que se fue de la garras de la “guatemala” española, para caer a la sombra “guatepeor y porculera” yanqui, menos mal que todavía está viva y coleando.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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