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El debate Rivera vs. Iglesias

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La página Iglesias ha quedado atrás… de momento

 
J. Evole: Si esto sigue así vais a poder presentar una lista común a las generales
P. Iglesias: ¡Absolutamente que no!
 
Nicolás Aguila
Fue un debate de ‘presidenciables’ que no parecían más que alumnos aventajados. El tope entre Albert Rivera (C’s) y Pablo Iglesias (P) tuvo lugar nada menos que en un bar de copas barcelonés. Jordi, el rojillo de la Sexta, fungió de moderador. Pero el debate de ayer domingo realmente no fue tal. Resultó aburrido, cansino, tedioso, a pesar del setting novedoso. Más parecía una tertulia en Punto de Encuentro, sin más clientes que los tertulianos.

Pablo Iglesias perdió a las claras. Su discurso cambiante, su ceño fruncido todo el tiempo y su hablar como metralleta ya no impresionan ni molan más allá de los fans incondicionales.

Le han pasado factura, además, sus poses altivas y prepotentes, que no combinan con su figura de surrupio vociferante, por no hablar de la pésima gestión en los municipios donde gobierna su partido. En fin que el macho alfa del radicalismo bolivariano, pretencioso como un sapo inflado, más que morirse de éxito, se ha desinflado como un sapingo irrelevante.
Por otro lado, Albert Rivera estuvo mejor, eso sin dudas, con respuestas inteligentes pero sin llegar a ser brillantes, y haciendo votos de humildad el muy astuto, al tiempo que evitaba enfrentarse con el rival a calzón quitado. Más bien se limitó a buscar coincidencias entre Ciudadanos y Podemos. Rivera, con una personalidad más agradable, se describe a sí mismo como liberal en economía y progresista en lo social (muy modosito para mi gusto). Digamos que se decanta por el centroizquierda anfótero y transversal.
¿Le favorecerá al líder de Ciudadanos su indefinición ideológica y su ambigüedad política para pescar en los caladeros de votos centristas? No lo dudéis. Los comicios del 20-D dirán la última palabra. Por lo pronto, parece que nos quitamos de encima a los peligrosos neocuministas de Podemos en su carrera desmelenada a la Moncloa. Esa es buena.

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